¿Cómo lograr un equilibrio entre el orden y la disrupción? La vida humana siempre estuvo marcada por estos dos polos que parecen contraponerse. Como si no existiese balanza que pudiese tener en cuenta cuántas cucharadas de cal y de arena necesita un equipo sólido en defensa y con el desparpajo suficiente para romper a las defensas rivales. Una tarea difícil que supone un desafío constante para cualquier entrenador y que, por momentos, el San Martín de Diego Flores pareció conseguir ese balance en el triunfo por 2-0 frente a Estudiantes de Caseros.
Para graficar lo sucedido en La Ciudadela se hará uso de una de las grandes dicotomías planteadas por Friedrich Nietzsche: lo dionisiaco frente a lo apolíneo. Apolo es conocido como un de los dioses griegos relacionados con el mundo de la lógica, la armonía y lo racional. Sí, todo aquello que se puede prever y crear con la mente humana. Claro, San Martín fue un equipo que nunca salió del libreto y logró consolidar una verdadera muralla infranqueable para los delanteros del “pincha”. Tal fue así que la tarea de Darío Sand no tuvo casi inconvenientes en casi todo el partido. Como si se tratase de un espectáculo minuciosamente guionado en el que cada actor tenía su libreto bien definido.
Pero como en toda obra de teatro esta también tuvo a su protagonista y para darle un poco de sazón debe mostrar ese lado rebelde; o en términos de Nietzsche, exponer ese lado dionisiaco: al ser el dios del vino, representa el desorden, la embriaguez y la emoción. Y quizás esa sea la mejor manera de definir la actuación de Juan Cuevas. El volante completó una actuación magistral y fue el autor intelectual de la victoria.
Sí, el volante no es sólo el cráneo del ataque con sus pinceladas de calidad para desarticular a los rivales, sino que se convirtió en una verdadera amenaza para las defensas rivales. Si bien su juego se caracteriza por la inteligencia para encontrar los espacios, el volante sale por momentos de esa función para definir los partidos. Así, en el amanecer del partido, clavó un verdadero golazo –el segundo en el campeonato- que desequilibró y desmoralizó al rival.
Inquieto y displicente logró realizar una gran conexión con Gonzalo Klusener que podría haber significado el segundo del partido; pero la precisión no acompañó en dicha ocasión.
El dominio de San Martín fue tan grande que por momentos logró una verdadera coexistencia entre ambos conceptos; como si el juego de San Martín rompiese con esos dicotomia que, como dice el filosofo, da origen a la tragedia.
Con el paso de los minutos, el equilibrio entre ambas contraposiciones se fue apagando. Estudiantes se agrandó y a base de empuje generó una que otra chance peligrosa aunque sin tanta claridad. Como si el vaticinio trágico del filosofo estaría por cumplirse en La Ciudadela.
Pero cuando estaba contra las cuerdas, apareció la galopada de Gonzalo Rodríguez. “Turbo” se sacó a dos rivales de encima y dejó en bandeja el gol a Nicolás Moreno que no decepcionó. Sí, el histórico “7” rompió el presagio del alemán.
San Martín expuso una coexistencia entre estos conceptos contrapuestos. Superó un nuevo desafío y aprovechó una oportunidad invaluable. Todavía hay puntos por pulir. Pero, el DT empieza a tener respuestas de un equipo que aspira a ser mucho más que un mero candidato.