-¿Cómo fue el proceso de escribir Rosario?

-Durante más de tres años estuvimos trabajando el libro. En un principio, armamos el esqueleto general, después fuimos afinando el índice y a la par realizando entrevistas y sobre todo investigando algunas cosas que nos parecían interesantes. El proceso de entrevistas y de acceso a la información fue también muy exhaustivo y nos llevó más tiempo del que habíamos previsto. Hicimos más de 350 entrevistas y accedimos a más de 100 causas judiciales en Rosario y en otras provincias también.

-¿Qué querían contar?

-A lo largo de este proceso, la idea fue ir depurando esa estructura para contar unas 30 historias. Lo que queríamos era incluir en esos relatos sobre Rosario que habían aparecido nuevos actores sociales, nuevos protagonistas en tramas que tenían que ver con la narcocriminalidad directa o indirectamente y que el fenómeno de la violencia y de las actividades sobre todo mafiosas, que era lo novedoso que veíamos, se había expandido notoriamente en la ciudad. Era necesario contar este nuevo escenario que no habíamos alcanzado a reflejar en el libro de Los Monos, nuestro anterior trabajo donde nos centramos básicamente en un clan criminal como era la banda de la familia Cantero..

-En el libro reflejan que hay una mafia instalada más allá del narcotráfico…

-Lo que nosotros contamos en el libro Rosario es que todo el fenómeno que arranca con una matriz vinculada al narcomenudeo, al narcotráfico, que genera mucha violencia y que ya lleva más de diez años, se fue modificando en estos últimos años por los problemas propios que empezaron a tener los criminales, cuyos líderes en su mayoría están presos y fueron adaptando su negocio criminal a una estructura más relacionada a una mafia tradicional. Se mezclan las dos cosas: por un lado, la recaudación por la venta de drogas que sigue por canales similares a los que surgieron hace diez años y, como una nueva unidad de negocios más relacionada con una mafia tradicional, las extorsiones y el pago de dinero por protección. Eso a partir de 2018 empieza a hacerse cada vez más fuerte y a tener también otra incidencia en hechos de violencia, como balaceras o ataques al Poder Judicial, a comerciantes, a empresarios, con lo que buscan generar miedo para mantener un negocio. El negocio de la mafia no puede funcionar sin el miedo.

-¿Hay vuelta atrás? ¿Hay forma de combatir los negocios de la mafia y el narcotráfico?

-A lo largo de estos últimos diez años, el Estado no le ha encontrado la vuelta al fenómeno. Los grupos criminales a pesar de ser rústicos, elementales, muy marginales, van un paso adelante del propio Estado que no definió una estrategia profunda ni viable a lo largo de este tiempo para mellar el poder de esos grupos que hoy se sustentan básicamente desde las cárceles. Cuando asume el nuevo gobierno de Maximiliano Pullaro, lo primero que hace es apuntar a reagrupar a los presos de alto perfil, que es una especie de usina generadora del delito dentro de las cárceles, para enfrentar en una primera etapa el problema, porque ahí pasa gran parte de la vida y la muerte del fenómeno criminal.

-En el libro comentan que el “don de mando”, esa obediencia que se da ante el miedo en Rosario, “no tendrá parangón en el país”. ¿Rosario tiene algo distinto que habilitó esta modalidad criminal o es todo perfectamente trasladable al resto del país? ¿O ya se está trasladando?

-Lo que es propio de Rosario, y es un fenómeno que no ocurre en el resto de la Argentina, son los índices de violencia. Rosario terminó el año con 21 homicidios cada 100.000 habitantes, una tasa cuatro veces superior a la media nacional y se emparenta con las de países que sufren problemas con el crimen organizado desde hace mucho tiempo. Eso te da la pauta de que el problema de la violencia hoy es en Rosario el principal sustento de los negocios criminales y sobre todo de esta nueva modalidad que surgió a lo largo de estos últimos tiempos que es la mafia. No se ven otras modalidades en el país similares a esta donde se utilice la violencia para sostener un negocio. Sí, muchas veces en otros lugares la violencia es contraproducente para el propio negocio, como el narcotráfico, porque lo hace visible. En Rosario, al contrario, la violencia sirve para sostener el negocio porque es tan precario, tan rústico, que la sangre sirve para que los grupos criminales que dominan los barrios se sigan sosteniendo y sobre todo ese miedo que supura de esa violencia genera una renta importantísima, hoy más grande que la que sostiene por la propia venta de drogas.

-¿Sabés si tus libros los leen los protagonistas?

-Por supuesto, sí. Con Los monos en su momento surgió algo muy extraño. Los libreros empezaron a notar que los libros empezaban a desaparecer, y era porque iba gente a robarlos, era gente que quería leerlos también.

-¿Por qué creés que es importante que se lea tu libro tanto en Rosario como en el resto del país?

-Me parece importante porque el fenómeno que ocurre en Rosario, y sobre todo que ha crecido en los últimos años a partir de los problemas económicos y la crisis social que ha tenido la Argentina, es que la mano de obra de todos estos grupos criminales son sectores sociales completamente fuera del sistema, en su mayoría chicos jóvenes, que el único porvenir que tienen es subirse a una moto con una pistola en la cintura y eso les da poder dentro del barrio. Eso se puede trasladar a cualquier barrio tipo conurbano de las principales ciudades del país.

-¿Hay alguna instancia en la que se pueda frenar el fenómeno o que por lo menos es más fácil hacerlo?

-Sí, en eso soy optimista. El problema es la propia realidad. En Rosario no es solo un problema de seguridad, sino fundamentalmente un problema social que atraviesa distintas cuestiones que van desde lo cultural hasta lo económico. En eso tienen muchísimo que ver las complicidades. Lo que nosotros contamos en el libro, la connivencia y la participación de la policía como empleados de estos grupos, te va marcando la participación del Estado que después se derrama en complicidades en el Poder Judicial y en sectores políticos, donde muchos de los actores han financiado campañas electorales con dinero que viene de este universo sucio.

Lucía Fortín

© Adepa

PERFIL

Germán De los Santos nació en Santa Fe en 1972. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Rosario y estudió en TEA. Empezó su labor periodística en El Ciudadano de Rosario y hoy es corresponsal para el diario La Nación. Fue corresponsal de guerra en Afganistán en 2001 y en Ucrania en 2022. En 2015, 2022 y 2023 fue reconocido por los Premios Adepa a la Mejor investigación periodística. En 2023 recibió la Pluma de Honor de la Academia Nacional de Periodismo.

Para entender Rosario*
Por Hugo Alconada Mon

Germán de los Santos y Hernán Lascano lo lograron otra vez. Los Monos, el libro que publicaron en 2017, fue tan revelador como apabullante. De prosa ágil y ritmo vertiginoso, cada línea era una invitación abierta a producir una serie para alguna plataforma como Netflix o HBO. Pero con una salvedad: todo lo que allí contaron había ocurrido, era real, sin pizcas de ficción. Y no cualquier productor se les anima a criminales vivos. Siempre es más fácil escribir sobre muertos, como Pablo Escobar Gaviria, que no pueden reclamar. O apretar.

Ahora, seis años después, De los Santos y Lascano demuestran que aquel libro no fue casualidad, sino el fruto del trabajo arrollador de dos periodistas excepcionales que saben combinar la anécdota con lo estructural, las vivencias cotidianas con causas y consecuencias de un drama social, y los lúmpenes de los barrios marginales con las familias de apellidos más ilustres. Solo así -con todo eso y más- podemos entender Rosario, hoy.

Porque Rosario se explica con el jefe de un clan criminal que, preso, no tiene que verbalizar una orden para que maten a quien se le ocurra. Le basta con preguntar cómo anda Carlitos o María o Paco, da igual, y rascarse la axila izquierda para que la Señora Muerte haga lo suyo.

Porque Rosario se explica también a partir de sicarios que se convirtieron a la fe -o eso dicen- y ahora imparten sus bendiciones a los guardiacárceles que los dejan salir para pastorear a sus ovejas como pastores evangélicos. Y se explica, también, a partir de una gran dama, fina y de amplísima cultura general que departe sobre arte con un fiscal… con una pistola calibre 22 en la cartera.

*Fragmento del prólogo de Rosario (Sudamericana).
ts.