Hace unos días, fui a visitar a un amigo a su casa. Nos sentamos en la vereda, bajo un árbol, justo enfrente de donde se encontraba una barra de muchachos no tan jóvenes tomando cerveza y conversando. Y pude advertir algo muy común en las reuniones de amigos, haya alcohol o no de por medio y sean varones o mujeres los hablantes: ¿Quién dice “la verdad”? Ante cualquier tema que tocaban, uno de los presentes alzaba la voz como si lo que él decía era palabra de Dios. Y cada vez que intervenía, cualquier otro de los participantes le reprochaba con un “callate vos… este quiere hablar él nomás”. Y lo ponían en modo silencio. Lo extraño es que la mayoría de esta gente, cuando se necesita que hablen por su propio bien o por el de los demás en cosas importantes, no lo hacen. Los devora la mudez, ya por timidez, por desconocimiento de lo que se trata, por falta de carácter u otros motivos. Pero, por suerte, no todos somos así. Hay gente que le gusta hablar, discutir, deliberar, sin alcohol de por medio y sin sentirse dueños de “la verdad”. Y los hay en todos los rangos sociales. No olvidemos aquella reunión de líderes mundiales en la que el ex presidente venezolano Chávez, parloteaba tanto que movió al ex rey Juan Carlos a reprimirlo con un “¡por qué no te callas!”

Daniel E. Chavez 

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