Fines de octubre de 1977. La Unión Argentina de Rugby (UAR) debía organizar el torneo Sudamericano y por primera vez se decidió que se iba a realizar en el interior del país. La sede fue Tucumán. Hasta aquí llegaron los seleccionados de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. El país vivía los momentos más oscuros de su historia y Tucumán asistía a los últimos meses del gobierno de Antonio Domingo Bussi, quien dejaría el cargo en diciembre de ese año, reemplazado por Lino Domingo Montiel Forzano. Cinco años antes, el 13 de octubre de 1972, el mundo había sido testigo de una de las epopeyas más impresionante de la historia. Un grupo de rugbiers uruguayos había sobrevivido 73 días en medio de la cordillera de los Andes luego de que el avión en el que viajaban hacia Chile se desplomó en medio de la montaña. De las 45 personas que iban en la nave, sólo 16 sobrevivieron. Y su historia se transformó en un ejemplo de resiliencia. Entre los rugbistas que vinieron a Tucumán en 1977 estaban dos de los sobrevivientes: Roberto Canessa, uno de los que caminó más de 10 días para lograr que rescataran a sus compañeros, y Gustavo Zerbino, el “guardíán de los recuerdos”, el hombre que atesoró cruces, cartas y cadenas para devolverles a los familiares de quienes habían fallecido. Zerbino estará dentro de pocos días en Tucumán para brindar una charla. Su historia, en épocas de redes sociales, explotó nuevamente gracias a la película “La sociedad de la nieve” que hoy buscará un premio Oscar. Antes de llegar a nuestra provincia Zerbino habló con LA GACETA, y con la memoria de quienes han vivido lo indescriptible recordó una anécdota ocurrida en aquel primer viaje a la provincia. “Por todos lados había carteles que decían ‘Tucumán, cuna de la Independencia y cementerio de la sedición’. Estaba dura la mano, gobernaba Bussi, pero nosotros no sabíamos que algo malo nos podía pasar. Hasta que nos metieron presos. Nos acusaron de ‘atentado violento contra el pudor’. Nuestro delito había sido salir a caminar en short por la plaza Independencia. Imagino que las cosas ahora cambiaron”, dice. Así fue el resto de la charla mantenida con nuestro diario:
- ¿Hay algo que usted recuerde todos los días de lo que le tocó vivir hace 51 años?
- Yo no tengo ningún recuerdo. No hay un solo día en mi vida que recuerde haberme caído en un avión. Nada. Es algo que me acuerdo cuando la gente me pregunta, cuando tengo que ir a buscar la memoria para contar algo, pero obviamente que es una experiencia muy especial, muy profunda. Una experiencia que ahora el mundo entero la está viendo por el cine. Lo que hizo este señor (el director de cine Juan Antonio) Bayona, que hace que la gente sienta, viva y comprenda lo que vivimos es impresionante. La vida es esto, venimos acá para aprender a distinguir lo esencial de lo secundario y nuestra historia fue tan fuerte, tan dura y al mismo tiempo tan rica en valores y principios que hay mucho para compartir con el mundo hoy, donde la insatisfacción es permanente, la soberbia, la arrogancia, las guerras son lo que dominan, así que creo que le mostramos al mundo como un grupo de jóvenes de 18, 19, 20 años, en la adversidad más grande, abandonados por todos, fueron capaces de construir una sociedad solidaria, donde los bienes pertenecían a la comunidad y el único objetivo era sobrevivir. No yo, todos. Por eso esta historia es una historia de amor, de amistad, de solidaridad y vocación de servicio. Con esta película los niños de 8, 9, 10, 12, 15 años, están sorprendidos y te paran por la calle, yo les pregunto por qué, por la película, sí, pero hay muchas películas, les digo, es porque ustedes nos mostraron lo que es el amor, lo que es la amistad, la capacidad ilimitada que tiene el hombre, me dicen. Ellos viven conectados con el mundo por medio de un celular, por medio de la red, no tienen contacto físico, hoy los amigos son virtuales, entonces bueno, esto es un grito de esperanza y ilusión, es que la vida merece ser vivida, trabajando todos juntos, siendo parte de la solución al problema. La vida te da la posibilidad de vivir cosas que te marcan, pero cuando las aceptás y las atravesás, te permiten crecer como ser humano.
- ¿Y por qué cree usted que hay tanta diferencia entre esta película que estamos viendo ahora y Viven?
- Bueno, esta película se basa en un libro que escribimos nosotros. La otra película es de un escritor inglés, de otra cultura. Esto fue la necesidad que tuvimos nosotros, le pedimos a (Pablo) Viersi, un compañero de clase, que escriba los valores del Uruguay, de los uruguayos, la amistad, la solidaridad, todas las cosas que en el otro libro no existían. Si bien el libro Viven es extraordinario porque relata todos los hechos que ocurrieron, es un libro muy anglosajón, muy frío, muy distante, en donde la gente no siente lo que sentimos. Esta película, la de Bayona, te mete adentro del agua hirviendo y te hace sentir de vuelta lo que sentimos nosotros, las emociones, el espectador se cae del avión, al espectador lo sepulta a la avalancha, el espectador sufre cuando muere Numa Turcatti o Arturo Nogueira porque tienen nombre y apellido, en la otra película no tenían ni nombre ni apellido, eran nadie. Todo esto fue algo que nosotros luchamos para el Uruguay, fue el homenaje que quisimos hacer a nuestros amigos.
- ¿Qué responsabilidad tuvieron las enseñanzas del rugby en lo que ustedes lograron?
- Bueno, sí, primero éramos todos amigos, éramos todos uruguayos, vivíamos en el mismo barrio, íbamos al mismo colegio, teníamos la misma religión y jugábamos el mismo deporte, el rugby, un deporte que en el que para todos hay lugar. El flaco, el alto, el petiso, el rápido, el lento, y eso hizo que nosotros construyéramos en la cordillera una sociedad solidaria. El objetivo era vivir todos y bueno. Cuando el yo como en el rugby se transforma en nosotros, los equipos, las sociedades, las familias y los países son ilimitados. El éxito que pueden lograr está muy bien demostrado en esta película, en el libro. Y bueno, como rugbistas que somos todavía, quisimos que esté bien claro todo lo que hicimos, cómo vivimos y todo el legado que queremos compartir con el mundo. Todo deporte tiene valores, el rugby es mi deporte, jugué al fútbol, fui campeón uruguayo de polo cross, fui campeón uruguayo de motocross, de rugby. Pero sí, cualquier deporte que se haga con humildad, que trabaje respetando las reglas y se levante una vez más cada vez que se cae, te permite progresar como sociedad.
- A ustedes los movilizaba una tremenda voluntad por vivir…
- En la cordillera donde estábamos nosotros no había vida, éramos intrusos en un glaciar que tenía 3.000 años que era solo hielo y nieve, y nosotros con la terquedad que teníamos no aceptábamos que el mundo nos dé por muertos. Así que luchamos para demostrarles que estaban equivocados y yo personalmente durante 73 días me dediqué a juntar de todos mis amigos que morían, relojes, cruces, cadenas, cartas o documentos para después llevárselos a su familia y contarles los grandes que habían sido esos muchachos que murieron físicamente pero vivieron para siempre en mi corazón, con gratitud. Y bueno, eso, las gana de vivir era cumplir con el legado que hicimos que era transmitir los valores que ellos nos enseñaron. La vida es un milagro y la muerte es un misterio. En el medio está lo que tenemos que vivir. Yo me autoimpuse la misión de ser el guardián de los recuerdos, Fue por mi educación, me enseñaron a agradecer y una manera de agradecer fue esa. La gratitud es una de las acciones más escasas y no había mejor manera que agradecerle a mis amigos que cumpliendo con lo que ellos me pidieron por ejemplo, llevándole la carta a una madre, a una novia, diciendo lo que ellos le decían, cómo habíamos decidido vivir y cómo tuvimos que optar por alimentarnos de los cuerpos de nuestros amigos. Sufrimos horrores, también el abandono de la búsqueda fue terrible, pero, dentro de ese escenario elegimos ser positivos y celebrar cada día de vida. La aceptación, cuando apagás la mente para conectarte con tu corazón, hace que vivas la vida de una manera totalmente distinta. Hicimos una elección entre la vida y la muerte y decidimos vivir.
- ¿Cómo ve hoy el respeto a los valores, a la moral del ser humano?
- Yo creo firmemente en la juventud, el mundo cambia pero hoy la juventud se conecta por medio de un celular, ya no piensa, se pregunta todo a Google. Tienen miles y miles de amigos virtuales se conectan con el que está al lado, pero al mismo tiempo no se conectan con el adentro. No saben lo que quieren, hacen y dicen todos lo mismo. La aprobación del mundo exterior es más importante que la de ellos. A pesar de eso, creo en ellos pero bueno, hoy están todos muy agradecidos en la película porque siento que tienen una gran carencia con el mundo ya que hoy se les da todo pero ellos no son felices. Cuando los visite en Tucumán les voy a contar el potencial ilimitado que tiene el hombre cuando decide agradecer, ser parte de la solución y no parte del problema. Les voy a mostrar cuáles son los patrones de conducta que tenemos internalizados y automatizados y los usamos permanentemente. Los hacen ser parte del problema sin darnos cuenta. Les voy a pulverizar el sistema de creencias que los limita y no los deja crecer y después les voy a reconectar con su máximo potencial físico, mental y espiritual y emocional que es el amor, la energía más grande que existe. La vamos a pasar bien.
- Cuando cayeron en los Andes usted había estudiado tres meses medicina, y así se tuvo que poner al frente de la curación de sus compañeros...
- Fue una experiencia muy gratificante. Eso demuestra que nosotros tenemos todo el conocimiento universal acumulado en nuestro ADN. El médico es de vocación médico y lo único que hace es aprender por medio de la evidencia científica qué cosas funcionan y a separar las enfermedades, lo que es la salud, lo que es lo patológico. Pero en la cordillera cuando tus manos no saben, tu corazón te marca el camino para hacer lo correcto por los motivos correctos y aliviar el dolor a la gente. Todo sirve pero mi abuelo era médico, mi tío también. Me crié en un ambiente médico. Pero el amor es la energía más grande que existe. Una madre no sabe nada de medicina pero cuando a un hijo le pasa algo le pone la mano en la cabeza le da un beso y el hijo se levanta y sale a jugar y a correr de vuelta.
- ¿Por qué decidió dar charlas motivacionales?
- Hace 40 años he hecho charlas por los cinco continentes. Voy a las cárceles, a las escuelas, a los hospitales. Es impresionante la transformación que tiene la gente pero no por lo que yo digo. Cuando uno es humilde y quiere escuchar algo nuevo recibe lo que necesita. Hoy el mundo entero está como está y estas películas transmiten valores que están necesitando. Es imposible venderle una heladera a un esquimal. Hoy la juventud, los niños y la gente entera no para de mirar la película. Hay personas, chicos que lo vieron 7, 8, 10 veces. Es porque les está faltando algo que el mundo no le da en la sociedad de consumo que todo se compra todo, pero es imposible comprar amor. En la primera expedición que hicimos para buscar la cola del avión me quedé ciego. Nos congelamos porque fuimos con mocasines, sin comida, ni guantes … Después de pasar la peor noche de mi vida aprendí que la diferencia entre la noche y la oscuridad es que la noche termina cuando sale el sol, y la oscuridad es cuando pierdes la fe y la esperanza.
- ¿Cómo manejan el tema del morbo que puede llevar a ver la película?
- Los morbosos son morbosos. Ese es problema de ellos. La gente ve la película porque no entiende, no pueden creer cómo mientras que la mente y todo lo que uno ve te dice que es imposible, uno es capaz de lograr hacer cosas y yo les digo que las cosas posibles demoran un rato y las imposibles solo demoran un ratito mas. Nosotros no teníamos nada y compartíamos la miseria. Lo poco que teníamos pasó a ser mucho y nos poníamos en el lugar del otro. Mis amigos se murieron y nosotros antes de que se mueran hicimos un pacto de vida que era si vos te morías entregabas tu cuerpo para que otros puedan seguir viviendo. En el rugby es igual. El que lleva la pelota le ofrece el cuerpo para que lo tackleen y le pasa la pelota al que viene atrás para que avance. Se sacrifica para que el equipo avance. En la cordillera pasó lo mismo. Se sacrificaron mucho para que nosotros podamos volver y sus madres y su familia puedan hacer el duelo.
- ¿Qué expectativas tiene con la entrega de los premios Oscar?
- Me gustaría mucho que se lo ganen por los actores, por los directores y por la gente que trabajó. Pero yo necesito la aprobación del mundo anglosajón y menos de Estados Unidos. Con que haya sacado 12 premios Goya dentro de la cultura española para mi es suficiente y el premio más grande es el público del mundo entero y es la película más vista hoy en todo el mundo.
- Desde Uruguay, ¿cómo ve la situación de la Argentina?
- Yo no doy consejos. Cuando el mundo entero nos abandonó no esperamos los helicópteros, no esperamos que el gobierno, que el ministerio de economía nos sacara de la crisis. Asumimos la responsabilidad de ser parte de la solución y fuimos nosotros caminando, fueron (Nando) Parrado y (Roberto) Canessa que caminaron 10 días, 100 kilómetros subiendo y bajando montañas, que alpinistas de primer nivel en el mundo no entienden cómo pudieron hacerlo sin equipo. Argentina es una potencia mundial que de noche se recupera y de día se funde de vuelta y ese país si trabajan todos juntos es imparable. No hay que darle a la gente pescado, hay que enseñarle a pescar. Argentina tiene todo para ser una potencia del mundo. En todos los países hay corrupción. Lo que no puede haber es impunidad y eso es importante. Cada acción debe tener sus consecuencias. Si la gente que trabaja, se esfuerza, sale adelante, la gente va a querer trabajar. Así que hay que formar con el ejemplo. Primero tener una sociedad respetuosa, que dignifique la vida, que se dé enseñanza, se dé salud y que haya separación de poderes. Que la justicia es una cosa y el Ejecutivo, otra. Mi país Uruguay es un país republicano, democrático y respetuoso en el que cinco presidentes de ideologías diferentes se sientan en una mesa a pensar cómo pueden ayudar al país y ya no discuten ideas enseñan con el ejemplo. Eso es lo que tiene que hacer la Argentina: juntarse, arremangarse, laburar todos juntos para sacar al país adelante.