Así como Pierre Menard escribió el Quijote sin cambiarle una línea y se ganó la inmortalidad, nuestro fabuloso presidente compone libros hilvanando textos diversos de descuidados autores remotos. Pero ¿cuál es la dimensión real de este fenómeno? ¿Cuáles sus consecuencias?

En 1842, el inglés William Wood escribió un libro titulado borgeanamente The History and Antiquities of Eyam: with a full and particular account of the great plague, which desolated that village, 1666. La obra recopila desde sus inicios la historia de Eyam, una aldea británica del condado de Derbyshire, e incluye los detalles de su episodio más funesto: la epidemia que la diezmó salvajemente en 1666. De allí tomó el científico mexicano Salvador Galindo Uribarri el episodio de un sastre que, al recibir unas telas contaminadas, introdujo la peste bubónica en la aldea. El mexicano resume el episodio con sus palabras (y cita la fuente) al inicio del artículo «Las matemáticas de las epidemias: caso México 2009 y otros», publicado en 2013 en la revista Ciencia ergo sum y que firma junto a sus colegas Mario Alberto Rodríguez Meza y Jorge Luis Cervantes Cota.

Entonces aparece Milei. En su libro Pandenomics, de 2020, al inicio del capítulo «Matemáticas de la pandemia» reproduce la historia del sastre palabra por palabra, tal como la habían redactado los mexicanos, sin hacer referencia a los autores. Y no solo eso: gran parte del artículo, de unas ocho páginas, aparece reproducido de forma literal, incluidos varios de los complejos gráficos que lo integran y sus formulaciones matemáticas.

Pero este no es el único caso en Pandenomics, la continuación del capítulo coincide, en gran medida, con el texto de Antonio Guirao Piñera, un investigador del Departamento de Física de la Universidad de Murcia. El artículo se titula «Entender una epidemia. El coronavirus en España, situación y escenarios», y se publicó en la Revista española de Física, en el número de abril – junio de 2020. Milei aplica el mismo mecanismo: párrafos enteros copiados de forma literal o con modificaciones mínimas, con gráficos y desarrollos matemáticos incluidos. En algunos casos intercala párrafos de uno y otro artículo.

Muy poco propio

En síntesis: hay muy poco propio en el texto de Milei. Del libro solo en la dedicatoria reconocemos la auténtica voz del autor: «El presente libro está dedicado a mi hermosísima familia de cuatro patas, compuesta por Conan, Murray, Milton, Robert y Lucas, como así también al ser humano más maravilloso de todo el universo, mi hermana Karina».

Fue el periodista Tomás Rodríguez, de la revista Noticias, quien encontró la punta de un ovillo que no para de extenderse. La práctica del Presidente, fácilmente comprobable, aparece en otros de sus libros, algún prólogo, varios artículos de prensa… sumado el curioso autoplagio de su conferencia de Davos, que reproduce su propia charla TEDx de 2019. Entre sus «víctimas» se encuentran autores clásicos y contemporáneos, e incluso organismos como la ONU, OIT y el FMI, de cuyos documentos e informes se habría apropiado Milei.

El virtuosismo plagiario alcanza el cenit cuando se convierte en demiurgia que opera sobre la realidad, que traslada el texto al mundo, y siendo presidente se tiene esa prerrogativa. Quien lea La rebelión de Atlas, la gran novela libertaria de referencia, comprobará el prodigio de que la realidad copia al arte. En la página 307, por ejemplo, se produce el siguiente diálogo:

«-Las leyes no deberían aprobarse de este modo, tan abruptamente.

-Es que no son leyes, son decretos.

-Entonces es ilegal.

-Tampoco puede considerarse ilegal, porque la Legislatura aprobó el mes pasado la concesión de plenas facultades para dictar decretos.

-No creo que los decretos deban ser presentados al público desde la nada, como quien descarga un puñetazo en la nariz de otro.

-Es que no se puede perder el tiempo en discusiones cuando se trata de una emergencia nacional».

El fragmento, que tanto nos recuerda al DNU y al frustrado trámite parlamentario de la Ley Ómnibus, ¿podría haber inspirado al presidente a elegir estos caminos? Son muchos los pasajes del libro que parecen corresponder con la realidad que vivimos, y me surge la terrible sospecha de que Milei leyó la novela de Ayn Rand y la está tomando como guía de acción política. Tal vez sea especular demasiado o confundir una vez más la realidad con la ficción, pero no lo descartaría, por una razón probada y muy evidente: las fuerzas del Cielo, como los caminos del Señor, son verdaderamente inescrutables.

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Juan Ángel Cabaleiro – Escritor.