Se trata de un debate recurrente que cada cierto tiempo vuelve a cobrar relevancia, aunque sobre ejes que, no serían correctos.
El horario de atención del comercio en la provincia, pero principalmente en el microcentro de la capital, tiene una dinámica diferente a la del resto de las zonas comerciales de otras ciudades.
La discusión volvió a tomar fuerza en las últimas semanas a raíz del tarifazo que sufrió el boleto del transporte urbano y que luego se trasladó a los pasajes interurbanos y rurales, casi todos con incrementos del 200% o más.
El sindicato de comercio (SEOC) presiona para que se restituya el horario corrido, como funcionaron muchos locales durante algunos meses de pandemia, ya que esto posibilitaría que los empleados realizaran dos viajes por día en ómnibus, en vez de cuatro o más viajes cuando lo hacen desde otras ciudades, cuando rige el horario discontinuado.
Afirman que, además, redunda en la mejor calidad de vida de los empleados, ya que tienen más tiempo para uso personal o para compartir en familia. Con el horario cortado, un trabajador promedio sale a las 7 u 8 de la mañana de su casa, retorna a la siesta por lapso de una o dos horas, luego vuelve al trabajo, y regresa a su domicilio a veces pasadas las 22, según donde viva. Directamente a cenar y descansar para volver a madrugar.
La Cámara de Comercio y la Federación Económica de Tucumán refutaron esta posibilidad, a la que definieron como inviable, considerando que el centro se muere a la siesta, sobre todo en verano, por lo que serían horas ociosas e improductivas que llevarían al quebranto a varios comercios, y que además el 70% de los empleados no utiliza el transporte público, sino que se traslada por sus propios medios. Lo que no se dice es que estos “propios medios” también fueron alcanzados por los fuertes aumentos de los combustibles, las guarderías y los repuestos.
En paralelo, un proyecto de ley avanza en la Legislatura con el objetivo de disponer el horario continuo en las actividades comerciales.
Esto debería someterse al análisis de especialistas, ya que las legislaciones laborales y comerciales, entre otras, son materia del Congreso de la Nación y las provincias no tendrían incumbencia en estos temas.
“Recomendaciones”
Es por ello que en otras ciudades donde se trabaja en horario corrido, como Mendoza, no se dispusieron leyes al respecto, sino “recomendaciones” del Ejecutivo provincial mediante decretos.
Cambia, todo cambia
Hay puntos clave en este debate que no se están teniendo en cuenta, o no lo suficiente. En primer lugar, que el mundo está cambiando velozmente y la globalización comercial está imponiendo mutaciones de hábitos en todos los países. La mayoría de las ciudades medianas y grandes van dejando atrás la discontinuidad y operan entre las 8 y las 10, hasta las 17, 18, e incluso hasta las 22, según el país y la ciudad.
Una de las razones es la sincronía horaria con el resto de las ciudades, como ocurre con los bancos, las administraciones públicas o los fletes, por ejemplo. Otro de los motivos es el avance del comercio en línea, cada vez más difundido, y que establece sus propias reglas de juego y horarios, en franca independencia de la presencialidad.
El clima, sobre todo el calor estival, otrora un factor a tener en cuenta, en la era del aire acondicionado ya no lo es, y lo demuestran los cada vez más numerosos rubros que funcionan de corrido aún en las zonas más cálidas, como shoppings, supermercados, farmacias, locales gastronómicos, drugstores, bancos, oficinas públicas, servicios técnicos, gomerías, sanatorios, gimnasios, etcétera, además de otras actividades que siempre fueron de corrido como la construcción o el turismo.
Estos rubros que no cortan a la siesta, como los shoppings y supermercados, de a poco van modificando el ecosistema que los rodea, porque van obligando a los comercios que están cerca a seguir en esa línea y aprovechar el movimiento.
Lo mismo está ocurriendo en la zona de El Bajo, donde cada vez menos negocios cierran al mediodía.
Las siestas de verano en la Ciudad de Buenos Aires o en Córdoba son tan agobiantes como en Tucumán, lo que demuestra que el ser humano es un animal de costumbre.
Otro aspecto que empuja al cambio a las metrópolis es el aumento de las distancias a medida que crecen. Esto ocurrió en Córdoba, Mendoza y Rosario, además de CABA, por supuesto, y es lo que también está pasando en otros distritos donde ahora mismo se debate este dilema, como Salta, Jujuy, Paraná, Río Cuarto, Posadas, Corrientes, Santa Fe y San Juan.
Hace 50 años, cuando se legisló la Ley de Contrato Laboral que aún sigue vigente, con algunas modificaciones, la superficie del Gran Tucumán -y la población- era la mitad de hoy. En la década del 70, además de la excelencia que ostentaba el servicio de transporte público, un vehículo no demoraba más de 15 o 20 minutos en cruzar desde Banda del Río Salí hasta Yerba Buena o viceversa. Hoy ese viaje lleva hasta una hora y a veces más en ciertos horarios.
A eso se debe que el horario corrido también impacta directamente en la mejora del tránsito porque en vez de cuatro cuellos de botella diarios se producen dos, y a veces menos porque los horarios de cierre no son todos a la misma hora, como pasa en otras ciudades, donde algunos cierran a las 17, otros a las 18 o más tarde.
Esto se tomó en cuenta en Mendoza, donde el decreto de reordenamiento recomienda escalonar los horarios de inicio de diferentes actividades, a fin de evitar aglomeraciones. El Gobierno determinó que los colegios debían abrir sus puertas a las 8 y que la atención en la administración pública debía comenzar a las 9. Asimismo, sugirió que la actividad comercial debía empezar a las 10 y no extenderse más allá de las 20, según el rubro, y esto fue consensuado con las distintas intendencias que integran el Gran Mendoza.
La opinión pública
Desde que se reflotó este debate, tras los cambios que obligó la pandemia, pero también, como ya mencionamos, el avance del comercio digital, el crecimiento de la ciudad y del tránsito caótico, la permanente crisis del transporte público, la sincronía horaria entre ciudades cada vez más globales, y las modificaciones en los hábitos que van imponiendo shoppings, supermercados y nuevos rubros, LA GACETA lleva realizando tres sondeos entre sus lectores para conocer qué opinan sobre los horarios comerciales.
El primero se hizo el 7 de noviembre de 2020, tras conocerse que el gobierno dispuso la vuelta al horario cortado, cuando se preguntó ¿En qué modalidad preferís que atienda el comercio en la capital? Sobre 1.300 votos, el 80% eligió el horario corrido.
El segundo fue el 16 de marzo de 2021, cuando los empleados solicitaban retornar al horario continuado. En aquella ocasión, sobre 700 votos el 76% estuvo a favor de no cortar a la siesta.
El último se realizó el 29 de febrero de este año, luego de que el Concejo Deliberante aprobó el último aumento del boleto urbano. Sobre un total de casi 800 opiniones, el 89% se inclinó a favor de la atención continuada y sólo el 11% prefirió los dos turnos.
Hábitos y cambios
Al margen de lo que pretendan los sectores interesados, como los empleados de un lado y los comerciantes del otro, aunque no todos, la gente se va expresando de acuerdo a los nuevos tiempos que corren, y donde la calidad de vida es un aspecto cada vez más valorado, y donde trabajar “de sol a sol”, sin tiempo para el cuidado personal, el esparcimiento o los afectos, no es un activo tan gravitante entre las nuevas generaciones, quienes no se sienten seducidas por condiciones de trabajo a destajo, que sí fue una virtud o un motivo de orgullo en la era industrial o posindustrial.
El comercio no se regula con leyes ni decretos, y mucho menos sus horarios, sino con libre competencia, con oferta y demanda, y los hábitos y costumbres surgen de los cambios culturales que se van imponiendo por sí solos. El tiempo dirá y siempre impone su razón.