A medida que avanza la edad, una persona tiende a necesitar cada vez más apoyo, ya sea en las sencillas actividades del día a día o incluso en ayuda económica, y esto puede pasar factura a quienes sean responsables de estos cuidados, señalan los expertos. “En algunos casos, los hijos pueden experimentar niveles importantes de estrés y sobrecarga al enfrentar las exigencias del envejecimiento de sus padres, especialmente cuando hay problemas de salud o limitaciones funcionales”, dice la psicóloga Deusivania Falcão, profesora de psicogerontología de la Universidad de San Pablo, Brasil, en un artículo publicado por BBC Mundo.
Este tipo de situaciones y la discusión sobre cómo afrontar esos desafíos son cada vez más frecuentes. Según señala Naciones Unidas, todos los países del mundo experimentan un aumento del número y la proporción de personas mayores. Y, aunque de forma dispar, la esperanza de vida también ha crecido.
Un punto importante durante este período es la forma en que los hijos ven esta etapa y, como en tantos otros momentos de la vida, no existe una guía universal a seguir.
“Existen varios modelos de envejecimiento y vejez. Cada individuo envejece de manera diferente, en la singularidad de sus condiciones genéticas, ambientales, familiares, sociales, educativas, económicas, históricas y culturales”, dice Falcão.
Tercos versus mandones
Uno de los principales desafíos y motivos de fricción radica en los roles que asumen padres e hijos en esta etapa. Los hijos pueden ver a una persona frágil, enferma y necesitada de cuidados y limitaciones, e intentan proteger a sus padres para evitar que se expongan a riesgos.
Por otro lado, hay una persona que no quiere perder su autonomía y que puede incluso darse cuenta de que necesita cuidados, pero le cuesta aceptarlos, dice la geriatra Fernanda Andrade.
Uno de los comentarios más recurrentes que la médica escucha de los hijos es que sus padres son tercos por no cumplir exactamente con los pasos que sus hijos creen que deben seguir.
“Es angustiante ver el envejecimiento (y, a menudo, la enfermedad) de una persona a la que amas y no poder controlar nada de ello. Además, estas personas suelen tener sentimientos de soledad, de pérdida del sentido de la vida, de añoranza por amigos o familiares fallecidos y, sobre todo, el miedo a la muerte”, enumera la especialista. Además, el miedo a depender de los demás, incluso si son los propios hijos, preocupa a muchas personas mayores y las hace ser renuentes a recibir cuidados.
“¿Imagínate pasar 50 años de tu vida completamente independiente y empezar a necesitar que alguien vaya al supermercado por ti, te ayude a vestirte o se haga cargo de higiene íntima?”, reflexiona Andrade.
Para no perder su autonomía, destaca la geriatra, muchos mayores no quieren dejar de conducir, no aceptan ir al médico o no quieren renunciar a otras actividades que antes hacían solos. Aquí es donde pueden surgir conflictos en la relación con los hijos, si no hay una comunicación abierta dentro de la familia sobre las expectativas, deseos y necesidades de ambas partes.
“Una de las principales dificultades en la relación entre padres e hijos en esta etapa es causada por fallas de comunicación debido al conflicto generacional”, afirma Renato Veras, profesor de la Universidad Estadual de Río de Janeiro y director del proyecto Tercera Edad de la Universidad Abierta.
“Lo ideal es que los padres hablen mucho con sus hijos y muestren las diferencias generacionales. Este diálogo es importante, pero es difícil, porque muchos padres no pueden tener esta conversación y muchos hijos se consideran dueños de la verdad, lo que hace que esta situación sea muy difícil”, añade el docente.
¿Inversión de roles?
“Fomentar la toma de decisiones (de los padres) siempre que sea posible y respetar sus elecciones contribuye a una relación más positiva”, asegura Falcão. Y explica que la dificultad para respetar la autonomía de los padres puede deberse a estereotipos relacionados con la vejez y los prejuicios en torno a los mayores.
Por otra parte, cuando se trata de cuidados intensos, muchas mujeres terminan sobrecargadas de trabajo, ya que en ellas suele recaer en mayor medida que en los hombres el cuidado de los padres.
Si bien esto implica que tanto padres como hijos deben asumir nuevos roles, esto no quiere decir que los roles se reviertan y que los padres se conviertan en los hijos en este vínculo, advierte Andrade.
“Los padres nunca se convierten en hijos. Los hijos están aprendiendo, se están preparando para la vida adulta y son un lienzo en blanco para que los padres coloreen como mejor les parezca. Cuidar a un padre anciano o a un niño pequeño son situaciones muy diferentes”, subraya.
Envejecer saludable
Envejecer bien no es sólo una cuestión genética, sino también medioambiental y está relacionada con el acceso a una mejor atención sanitaria. Las personas mayores no deben ser vistas como alguien necesariamente enfermo o al borde de la muerte”, puntualiza Andrade.
Y agrega: “Hoy en día, tenemos una gran variedad de personas que envejecen y les va bien. Activas, trabajadoras y saludables. Pero esto todavía es nuevo. Se necesita tiempo para cambiar una cultura”.
Una de las principales formas en que los hijos pueden apoyar a sus padres durante este período es incentivarlos a cuidarse de las enfermedades crónicas para que tenga una buena calidad de vida, alentarlos a hacer ejercicio físico y mental, mediante la lectura y diferentes tipos de aprendizaje, como aprender un nuevo idioma.
“Es importante reconocer y apoyar el bienestar emocional de los padres. Esto implica estar atento a los signos de depresión, soledad o ansiedad, y buscar ayuda profesional cuando sea necesario”, resalta a su vez Falcão.
Planificación
Una forma de hacer que este período de la vida sea más tranquilo es planificar el envejecimiento, coinciden los entrevistados.
“Aquellos hijos que participan en discusiones sobre planificación anticipada, como atención médica y decisiones financieras, tienden a afrontar más eficazmente el envejecimiento de sus padres”, señala Falcão. Pero esta planificación, observa la especialista, todavía es poco debatida entre las familias, que acaban afrontando cada problema a medida que va surgiendo.
Al mismo tiempo, no todo es difícil a la hora de seguir el ritmo del envejecimiento de tus padres. Hay beneficios de tratar de estar cerca de ellos durante este tiempo. “Convivir con padres mayores y cuidarlos nos permite revisar vínculos y resolver problemas”, afirma Andrade.
“Afrontar el declive y la finitud de la vida de alguien también nos hace reflexionar sobre nuestra propia vida, nuestros valores y cómo queremos que nos cuiden en nuestra vejez”, asevera la geriatra.
“Las dinámicas familiares positivas, con expresiones de afecto y participación de los ancianos en las actividades familiares, contribuyen a mejorar la relación entre padres e hijos”, dice Falcão. Las investigaciones sugieren que los vínculos positivos con los padres ancianos también son una fuente de apoyo para los hijos que se preocupan por ellos, añade la psicóloga.
Destaca, además, que es importante resaltar que, aunque los desafíos son comunes, el envejecimiento también puede traer oportunidades de crecimiento personal, nuevos aprendizajes y formas de afrontar la vida.
“Adoptar un enfoque positivo y proactivo para abordar estos desafíos puede contribuir a un envejecimiento más saludable y satisfactorio”, finaliza.