En un sector tradicionalmente dominado por hombres, el papel de la mujer en la industria de la construcción está experimentando cambios notables. Según datos proporcionados por la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (Uocra), aproximadamente entre el 3 y el 4% de los trabajadores en este sector son mujeres, desempeñando roles que anteriormente eran considerados poco comunes para ellas. Al igual que en otros ámbitos de la sociedad, la difusión de una cultura de empoderamiento femenino ha contribuido a derribar sesgos limitantes, demostrando que las mujeres son perfectamente capaces de realizar tareas que demandan esfuerzo físico y precisión manual en las obras, siempre y cuando cuenten con el entrenamiento adecuado.
Si de economía hablamos, la construcción es uno de los sectores más dinámicos en la Argentina pero, dentro de este, hay aproximadamente un 5% de mujeres, incluyendo las diversidades, según datos recopilados durante el 2023 por el extinto Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Aunque, desde diferentes sectores el fin en común es reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres, las políticas de inclusión avanzan lentamente y esta diferencia se mantiene entre 27% y 36% a favor de los hombres.
Deconstruir para poder construir
Un estudio realizado el año pasado en el país por la consultora Youniversal confirmó que el 87% de los encuestados cree que es poco frecuente ver mujeres en obras. Si es que hay, están en roles de mayor formación y menos en puestos básicos como obreros operarios.
Según los entrevistados, los roles que ocupan las mujeres, en general son los de arquitectas (92%), administrativas (68%) y diseñadoras (53%).
Entre los motivos principales por los que las mujeres aún no se encuentran en las construcciones, se enumeró, en primer lugar, la falta de articulación entre el Estado, organizaciones sociales y empresas para promover las condiciones necesarias (84%). Otro punto asociado a la ausencia femenina es el perfil de la representación sindical: mayormente masculina (82%).
A las razones anteriores se suma la “existencia de prejuicios” que opera para el 67% de los hombres y para el 80% de las mujeres.
Para contrarrestar esto, organizaciones feministas y sindicatos de la construcción brindan cursos, talleres y capacitaciones para promover el trabajo femenino en el sector permitiendo que el crecimiento de la mujer en la industria sea sostenido y protegido con derechos, porque comprenden que la participación de las mujeres, el empoderamiento económico y su participación plena e igualitaria en la sociedad son derechos que se deben garantizar para contribuir a reducir las desigualdades de género en el mundo del trabajo. Aunque el número aún es muy bajo, cada vez es más frecuente ver a chicas en obras de construcción.
Herrera, albañila y carpintera
Majo
María José Trevisiol se dedica a la herrería. Cuenta que aprendió el oficio con su padre que también es herrero: “A los 13 años le pedí a mi papá que me enseñara a soldar porque quería mi propia plata, pero él se negaba porque era mujer, muy chica, y no le parecía que deba estar entre hombres”, explica.
Aunque cursaba sus estudios en un colegio técnico, con ayuda de su madre lograron persuadir a su papá y así aprendió todo lo que sabe.
“Majo” es herrera hace 14 años y relata que lo que más le gusta de su labor “es armar, porque me queda la satisfacción de ver el laburo hecho”. Destaca, además, que trabaja con varias mujeres y le gusta notar que son “capaces y detallistas. Ver que queda todo bonito es lo que a mi me llena”, dice orgullosa.
La joven de 30 años actualmente forma parte de una cooperativa que se dedica a hacer trabajos de herrería, pero vino a Tucumán desde la provincia de Salta a estudiar cine y tiene un trabajo paralelo que es crear contenido para las redes sociales de esta empresa. “Parte de la política de la cooperativa es la inclusión de mujeres herreras en el taller y es un ambiente copado”, agrega.
Sobre el trato con los clientes comenta que la gente se sigue sorprendiendo de ver a mujeres en el rubro “A veces ocurre a que estoy trabajando y algún varón me pregunta si yo sueldo, lo dicen desde la curiosidad en ocasiones, y otras veces, chicaneando. También se acercan queriéndome explicar cómo se hace mi trabajo y, me pasó que clientes pidan que un hombre supervise lo que hago. Una siente que la subestiman”, retrata Majo.
Érika
Érika Terán es mamá de tres hijos y albañila. Su vuelco hacia este oficio que se piensa exclusivamente masculino, se dio porque no conseguía trabajo y, fue entonces que incentivada por un amigo, decidió probar si podía ejercer como ayudante en obras de construcción..
Separada de su pareja hace tres años, Érika relata que solventaba así a su familia y cuando la veían, ”al principio se sorprendían de ver a una mujer haciendo el trabajo de un hombre, pero con el tiempo se dieron cuenta que podía trabajar igual que ellos”.
En cuanto al ambiente laboral, resalta que es “muy tranquilo”, que tiene “compañeros respetuosos y un excelente jefe” que le permitieron desenvolverse sin complicaciones.
Vecina del barrio Alto La Pólvora ubicado en la zona noreste de la capital, agrega que ahora trabaja como ayudante de cocina en un local de comidas y continúa siendo el único sustento para su hogar.
Tutty
“Me llamo Natalia Santochi, pero todos me dicen Tutty”, se presenta la joven carpintera de 33 años. A pesar de que sus estudios superiores fluctuaron entre la biología y la instrumentación quirúrgica, carrera que completó pero nunca ejerció, se decidió por el oficio de carpintera.
“Empecé cuando cursaba el secundario, hace como 17 años. Mi papá se dedicaba a la carpintería de melamina, y en mis tiempos libres yo trabajaba ahí”, relata. De a poco fue aprendiendo más, “desbloqueando habilidades y adentrándome en todas las etapas del proceso”, cuenta entre risas.
De su actividad cotidiana lo que más disfruta es el trabajo en el taller. “Empezar con una maderita y terminar con un mueble me parece un laburo divertido, desafiante. Me llena de orgullo ver un proyecto terminado y pensar "eso lo hice yo", destaca..
Respecto a la relación con los clientes en este sector de la construcción lo define como un “ambiente pesado, porque es un espacio dominado por los hombres y se nota, mucho más en las generaciones mayores que son los que suelen cargar con más prejuicios”, indica la joven. Es algo generacional, pero recalca que “se empieza a notar un cambio de perspectiva”.
Oriunda de Villa Carmela, Tutty dice que la gente, sobre todo las mujeres, “se sorprenden un montón” al verla haciendo su oficio: “Es como si de pronto descubrieran que ellas también pueden jugar a ésto”, resalta. “Hasta me felicitan por elegir dedicarme a la carpintería. Pero, cierto es que, en lo general, hay una respuesta muy positiva, no solo de los clientes, sino también de otros trabajadores”, como albañiles, arquitectos o proveedores.
Por su profesión, menciona que “un montón de veces” la subestimaron. “No sólo soy mujer, también soy más joven que la mayoría de mis clientes y que muchos de mis colegas, y ese es un combo complicado”, enfatiza, y advierte que por eso trata de elegir a los clientes para no ponerse a sí misma en situaciones en las que no se respete su trabajo o su persona.
Otra dificultad que atraviesa es en cuanto a los elementos de trabajo, porque a veces le cuesta conseguir calzado de seguridad de "talle femenino", subraya.
Para terminar, remarca que falta que las mujeres se animen a conquistar los espacios que quieren ocupar, así “dejan de creer que les corresponden a alguien más, hay muchísima gente copada apostando a la participación femenina”, finaliza. (Producción periodística: Belén Castellano)