A la hora de hablar de la historia grande del vóley tucumano, el nombre de Carolina Schwab aparece rápidamente en boca de los especialistas. La aparición de la jugadora marcó un antes y un después en el deporte de la provincia, allanando el camino para las próximas generaciones.
En diálogo con LA GACETA, la “Flaca” realizó un repaso de su carrera, contó acerca de su increíble paso por la Selección y expresó la importancia del apoyo de su familia en todos los aspectos de su vida.
El inicio de su trayectoria fue realmente de película. En 1986, cuando cumplió 14 años, Carolina decidió asociarse al Complejo Belgrano con el objetivo de nadar un poco y divertirse con sus amigas. Nunca se hubiese imaginado que tan sólo unos meses después la Federación Argentina de Vóley posaría sus ojos en ella, y que integraría los primeros planteles de la Selección Argentina dentro del programa “Plan Altura”.
Por supuesto, los 182 centímetros de la “Flaca” llamaron rápidamente la atención de los captadores. “El programa buscaba jugadoras altas aunque no supieran jugar. Yo recién estaba arrancando, llevaba seis meses jugando como mucho. Imaginate la descoordinación que tenía mi cuerpo con esa altura, era una aficionada”, detalla acerca de ese momento.
El desafío era grande, pero aun así decidió tomarlo. “Obviamente que una oportunidad así me entusiasmaba. Pero no entendía muy a fondo lo que significaba y lo que iba a representar en el futuro a nivel esfuerzo. No dimensionaba el sacrificio que era dejar todo para irme a jugar al vóley”.
¿El resultado? Se ganó la titularidad apenas se puso la camiseta, disputó tres sudamericanos y fue convocada al Mundial de China con la Mayor con solamente 17 años. Fue la más joven de aquel plantel y la única tucumana en cada una de las delegaciones que conformó. Todo eso con tan solo algunos meses como jugadora, pero con cientos de horas de entrenamiento encima.
En ese sentido, Carolina reconoce que tuvo que dejar cosas de lado. Vivió la vida de una deportista profesional siendo una adolescente, por lo que los viajes y las reiteradas concentraciones con el seleccionado le impidieron tener una rutina normal para alguien de su edad. “Me perdía todos los cumpleaños de mis amigas, no podía ir al colegio y tuve que rendir libre los últimos tres años de la secundaria. No lo pensaba demasiado, vivía ese momento y me gustaba. Para mí no era un trabajo ni un esfuerzo, lo disfrutaba y me sentía una afortunada de poder vivir eso gracias a mi altura”, destaca, quitándole méritos a su juego. “Accedí por mi altura, pero permanecí por mi esfuerzo y dedicación”, se corrige.
Familia deportista
Para entender un poco mejor la vida de Carolina es necesario conocer a su familia. Su padre, Hugo Schawb, fue el gran impulsor de que su hija llevara adelante una carrera deportiva. “Fue fundamental. Sin él no hubiese podido hacer nada. Como él jugaba al básquet, mis hermanos y yo hacíamos deporte desde chicos. Se la pasaba detrás nuestro llevándonos y trayéndonos a todos lados. Él ha sido nuestro pilar en ese sentido, y se dedicó plenamente a nosotros para que podamos desarrollarnos en el deporte”, reconoce.
Mientras jugaba en Estudiantes, la protagonista conoció a Pablo Cerisola, quien se destacaba en Tucumán de Gimnasia. Iniciaron una relación de adolescentes que se mantiene hasta el día de hoy. “El ambiente del vóley acá es muy chiquito”, acota entre risas. Hoy, Pablo es el presidente del “Lobo” tucumano, equipo que milita en la Liga Argentina Masculina de Vóleibol.
Sus hijos, como era de esperarse, heredaron la pasión y la altura de sus padres. Sofía Cerisola integró los planteles superiores del club que preside su papá para luego dedicarse de lleno al fútbol. Por su parte, Pablo Germán Cerisola, de 26 años, también se destaca en las filas de Tucumán de Gimnasia. De esa manera, se conformó una familia que respira 100% vóley. “Hubo épocas que vivimos en el club. Fue el lugar que ha cobijado a mis hijos desde chiquitos, les ha dado la oportunidad de vivir el mejor vóley del país. Creo que la experiencia que te da hacer un deporte no tiene comparación con otras cosas. Te enseña acerca del esfuerzo, la dedicación, el sacrificio y a formar parte de algo que es más importante que vos mismo, que es tu equipo”, explica.
Pos selección
Finalizado el Mundial de China en 1990, Schwab regresó a la provincia para disputar un Sudamericano juvenil con la Selección. Tras esa experiencia, con 17 años, debió parar la pelota y decidir si seguía jugando al máximo nivel o si se dedicaba de lleno al estudio. “Ese año me llegaron ofertas de España, Italia y Suiza. También tuve la posibilidad de jugar un Panamericano en Cuba y otro mundial en Checoslovaquia, pero yo ya había vivido mi experiencia. Ya estaba bien para mí”, recuerda, aclarando también que era muy difícil vivir del vóley en esa época. De esa manera, Carolina abandonó la Selección, se mantuvo jugando en la liga local y años más tarde se recibió de ingeniera.
En la actualidad, la protagonista de 51 años se encuentra trabajando en una empresa familiar, junto a su padre y a sus hijos. Al mirar hacia atrás, parece no tomar dimensión de lo conseguido. “No pienso tanto en los resultados; más bien me siento orgullosa del camino, de lo sacrificado que fue y de cómo me esforcé. Pero no fue sufrido, lo disfruté. Cuando me dejó de gustar, di un paso al costado. Por eso no tengo nada para reprocharme”, reflexiona a modo de conclusión.
Hoy, la carrera de Schwab es un ejemplo para todos aquellos que pretenden iniciarse en un deporte. Con dedicación, trabajo y talento, demostró que los sueños están para cumplirse. (Producción periodística: Diego Caminos)