Como vecina de El Mollar desde 1981 no puedo sino celebrar el proyecto publicado el pasado domingo, impulsado para revalorizar tanto la plaza central como la Reserva Arqueológica de los Menhires. Sin dudas -y con distintas connotaciones- son dos lugares icónicos de la localidad y quizás esto permita recibir un mayor flujo de visitantes, que lleguen buscando no sólo las bellezas de la zona sino también adentrarse en esa cultura milenaria de cuya génesis pocos conocemos profundamente. Considero que focalizar las necesidades de este lugar sólo en los turistas es olvidar las falencias con las que la comunidad convive a diario desde que tengo memoria y que creo oportuno resaltar: el mal estado de las calles de tierra y de algunas pavimentadas, el desorden vehicular, el crecimiento desmedido y desordenado, la planta de residuos, la falta de limpieza a orillas del lago en temporada alta, un cajero automático que no satisface las necesidades, sobre todo en los meses de turismo, y un párrafo especial para el servicio de agua “corriente” . Nada más y nada menos que un elemento esencial de tanta necesidad y que desde hace décadas parece no tener solución. Hoy nos brindan el suministro de agua día por medio, de tres a cuatro horas por día, y con baja presión, algo que sin dudas altera la vida de los hogares impidiendo llevar una vida normal, ya que implica una readaptación de los hábitos y necesidades básicas que todo ser humano tiene. Resulta difícil saber si esto ocurre por efecto de la sequía, por el excesivo desarrollo demográfico o por la falta de obras y carencia de la infraestructura necesaria. Pero lo cierto es que convivimos con el problema, agravado desde que tenemos nuestra casa y sin respuestas ni soluciones que hoy se tornan urgentes. Sin dudas, todo plan que tienda a mejorar nuestro querido Mollar es bienvenido, pero considero que debe ser integral. El desarrollo cultural, social y turístico debe ir de la mano de una mejora sustancial en la infraestructura y así el beneficio de todo emprendimiento recaerá no sólo en los que nos visitan de manera circunstancial sino, lo más importante, en la población estable. Al fin y al cabo, ¿de qué sirve recibir más turistas si ellos no podrán hacer uso del agua corriente durante su estadía? Es de esperar que los responsables de cada área tomen nota e instrumenten los mecanismos necesarios para generar una transformación sustancial, de modo tal que El Mollar vuelva a ser un destino visitado.

Ana Nina Selis de Orsi

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