Por Hugo E. Grimaldi
El ciudadano-Presidente de la Nación que se apersonó anoche ante la Asamblea de diputados y senadores para dar su primer mensaje de puesta en marcha del año legislativo, algo que él pomposamente llamó al estilo de los Estados Unidos “discurso sobre el estado de nuestra Nación”, es el mejor Javier Milei que se pudo conseguir alineado con los parámetros de la política tradicional, la misma que él dice que vino a combatir alejado del “nido de ratas”, al que retornó después de haber sido diputado. Fue al pie, pero con condiciones muy precisas que involucran seguir a rajatabla y sin traicionarse, con aquello que lo llevó a la Casa Rosada.
Si bien tardó dos meses y medio en sintonizar, en esta ocasión el Presidente se mostró desde el atril con más cordura que la prevista, sin gritos ni altisonancias, al tiempo que marcó que, como cualquiera de sus antecesores, aún conserva cierto resto para hacer propuestas políticas concretas que, aunque con condicionantes, van más allá de las diatribas que dinamitan puentes. “Ésta es la oferta que nosotros ponemos sobre la mesa” primereó. Nunca dijo que la propuesta “no se toca”, pero fue de suyo, aunque si el pragmatismo sigue imperando probablemente nada se haga a libro cerrado, salvo que hacia el futuro impere la ciclotimia presidencial.
Milei fue esta vez un político igual al de siempre en su verborragia y frontalidad que no hizo concesión alguna ni en críticas aún al auditorio ni en definiciones bien profundas y sobre todo en comparaciones descarnadas sobre situaciones y personas, pero sorprendió porque se mostró alineado con dos parámetros que hasta ahora casi nunca había mostrado: mostrar una hoja de ruta política y económica y apelar al toma y daca, esto último algo bien “casta”. Ambas cosas están enfocadas en lo que se espera de su cargo, que se convierta en referente o guía y luego, los demás podrán estar de acuerdo o no, en condicionar o muñequear, en creerle o desconfiarle, pero lo más relevante, casi una sorpresa, fue el costado propositivo de su discurso, ya que dejó la pelota del lado de los demás.
Más allá de que marcó precisiones sobre la herencia recibida y pegó varios palos con nombres y apellidos, a nadie se le escapa que el Presidente dejó la chapuza de lado porque marzo-abril-mayo será un trimestre bien bravo para la marcha de la economía y que, para transitar esos mismos tiempos, era necesario mostrar más que rugidos. Así, fabricó una zanahoria de esperanza para la gente, alrededor de un proyecto en el que involucró a toda la clase política.
Milei intentó demostrar además, con bastante éxito por cierto, que el dueño del escenario es él y que el partido habrá que jugarlo con sus reglas, aunque es probable que ya sepa que deberá sacrificar algunas cosas por el camino. Además, se ocupó en mostrar con claridad que el león enjaulado que parecía que iba hacia un camino de confrontación y de radicalización, algo que le restaba tiempo a la recuperación y que era hasta peligroso para la Constitución, con la propuesta del Pacto de Mayo a firmar en Córdoba se ha convertido es un animal político lo suficientemente hábil como para salir del laberinto de rejas por arriba.
El truco está en que el periplo conjunto de Nación, provincias y legisladores, cuya fecha de cierre ha sido fijada por el Gobierno para el 25 de mayo, abarca primero una serie de escalones que todos deberán cumplir para converger en un “contrato social” que asegure la gobernabilidad y con él un sendero de recuperación. Milei señaló que con ese Pacto se busca “dejar atrás las antinomias del pasado, abandonar las recetas del fracaso y volver, tal como hicieron nuestros padres fundadores hace más de 200 años, a abrazar de una vez y para siempre las ideas de la libertad”.
Todas estas cuestiones, que por ahora son expresiones de deseos, seguramente sonaron como música para los oídos de quienes. con cierta razón. criticaron al Presidente durante las últimas semanas por sus expresiones altisonantes y a veces difamatorias, que dividían de gusto a los argentinos y espantaban a los inversores. Tal como pidió por quienes más sufren el ajuste, el FMI hizo un punto sobre esto, temeroso del camino de radicalización que presagiaba un Milei enjaulado.
Ya desde lo práctico del “te doy esto, pero dame esto otro”, la convergencia propuesta tiene dos o tres escalones previos, algunos políticamente bastante pícaros, por cierto:
Con una cintura política que casi no se le conocía, el Presidente expresó que tiene “el deseo de estar equivocado en mi desconfianza hacia muchos de ustedes” y tras haber reconocido sus carencias en el número de bancas que puede alinear, desafió casi buenamente a los opositores “a que me demuestren que la política es más que lo que es y que podemos aspirar a ser mejores”. Palo y zanahoria, esta vez fue zanahoria también para la política con la necesidad de volver a parar las piezas sobre el tablero.