Hacerle una taza de café a alguien no va a cambiar radicalmente su salud. Pero, sorprendentemente, los actos regulares de amabilidad pueden marcar una gran diferencia. Obviamente, la amabilidad beneficia a quien la recibe. Pero una nueva investigación demuestra que la amabilidad también puede ser sorprendentemente beneficiosa para quien la practica. Ser amable con regularidad puede aumentar la felicidad y reducir los síntomas de depresión y ansiedad y también parece tener un poderoso efecto en nuestro sistema inmunitario al reducir la inflamación. Así lo asegura Michael Mosley, médico y periodista británico, y colaborador de la BBC.

El doctor Mosley contó, en un artículo publicado en el portal de BBC Mundo, un experimento que hizo con Sam, un gestor de proyectos de Kent (Reino Unido) para que incluyera algunos actos de amabilidad más en su rutina diaria. Le propuso como reto hacer durante una semana tres gestos amables. Por ejemplo, escribir una nota a un amigo que necesita un poco de apoyo. Sam aceptó.

Pasados siete días y tres actos de bondad, Sam le contó a Mosley que disfrutó todo el proceso y que eligió a su hermano como objeto para su último acto amable dentro de este pequeño experimento. “Mi hermano lo ha pasado mal últimamente, así que cuidé de sus hijos durante un día para que él y su esposa se tomaran el día libre. Y sé que realmente lo apreció”, le contó Sam.

Y también vio sus beneficios en carne propia: “Afectó mi vida de una manera bastante agradable. Definitivamente me divierto, es fácil conectar con algunas de las personas de mi vida después de hacer esto… Sin duda, es algo que quiero seguir haciendo”, le dijo al médico.

La activación del cerebro

Mosley explicó que hay estudios que demuestran que ser amable con los demás puede mejorar significativamente nuestro estado de ánimo. Citó uno del año pasado en el que los científicos dividieron de modo aleatorio a distintas personas con depresión leve, ansiedad o estrés en tres grupos.

Un grupo realizó tres actos de bondad a la semana durante cinco semanas. A otro grupo se le pidió que fuera más sociable y el grupo final hizo una forma escrita de terapia cognitiva-conductual. Los científicos descubrieron que, de las tres actividades, los actos de amabilidad tenían el mayor efecto sobre el estado de ánimo y reducían de modo significativo la ansiedad y la depresión. “El cerebro puede mostrar cuando alguien decide ser generoso o cooperar con los demás, ya que se activa una zona de él conocida como cuerpo o núcleo estriado”, subrayó Mosley.

Esta parte del cerebro responde a las cosas que pueden tener efectos gratificantes, como comer alimentos sabrosos. Se cree que su estrato es la base biológica de ese calorcito de buenos sentimientos que obtenemos cuando somos amables. Pero al hacer un escáner del cerebro se revela otra cosa igual de sorprendente: la amabilidad puede ayudar a aliviar el dolor.

“En un estudio reciente, bastante macabro, se administró a los voluntarios dolorosas descargas eléctricas mientras decidían si donaban dinero o no. Los que donaron sintieron menos dolor. Otro estudio descubrió que donar sangre dolía menos que sacarse sangre para un análisis, aunque la aguja fuera el doble de gruesa.

Gratitud e inflamación

“Además del impacto de la amabilidad en el estado de ánimo y el dolor -continúa Mosley-, existen investigaciones fascinantes sobre cómo ser amable con otras personas puede reducir las hormonas del estrés y la inflamación crónica, lo que puede beneficiar a tu salud en general”.

La doctora Tristane Inagaki de la Universidad Estatal de San Diego, estudió los beneficios para la salud de la amabilidad y descubrió que puede reducir la inflamación crónica.

Para hacerlo, se realizó un estudio en adultos de entre 25 y 76 años a los que se les extrajo sangre y se les midió el nivel de interleucina-6 o IL6, un marcador inflamatorio.

Los voluntarios dijeron a cuántas personas y organizaciones brindaron ayuda, apoyo o amabilidad. “Descubrimos que ser amable con más personas y organizaciones, como amigos y familiares, pero también ser voluntario, aunque sea sin recibir el mismo trato a cambio, se asocia con una menor inflamación”, apunta Inagaki.

La doctora señala que el tipo de inflamación que investiga en este caso no es la puntual que puede aparecer, por ejemplo, cuando nos hacemos un corte, sino la inflamación crónica o sistémica, que afecta a todo el cuerpo y aparece en la sangre.

Ante una infección, una lesión o toxinas, en general algo nocivo que puede hacerle daño a tu cuerpo, la inflamación surge como un proceso del organismo, del sistema inmune, para luchar contra esos males, como mecanismo para curarse a sí mismo.

Cuando la amenaza cesa, la inflamación debería parar. Pero si el sistema inmune no cesa, se produce una respuesta inflamatoria que puede ser crónica, que puede ser peligrosa porque se asocia a la pérdida de función de muchos procesos fisiológicos y patológicos.

“Sabemos que este tipo de inflamación conduce a una serie de diferentes enfermedades. Así que es bueno tener una menor inflamación sistémica. La inflamación crónica predice todas las enfermedades comúnmente conocidas, enfermedades cardiovasculares, cáncer o incluso depresión”, sostiene.

Amabilidad y estrés

En otro estudio, Inagaki indagó sobre la relación entre la amabilidad y el estrés. Y, al igual que ocurrió con el caso anterior, en personas que habían hecho algún ejercicio práctico que implicaba mostrar amabilidad, posteriormente su respuesta fisiológica al estrés ante un estímulo fue menor, por ejemplo, tuvieron menor presión arterial, explica. Y esto, a su vez, reduce la inflamación crónica.

“Hay un vínculo muy fuerte: aquellas personas que están más estresadas de modo crónico muestran una inflamación sistémica mucho mayor”, cuenta la doctora Inagaki. Así, dice, “reducir el estrés y la inflamación son unos de los mayores beneficios de mostrar amabilidad”.

Ponerlo en práctica

En el artículo, Mosley cuenta que le pregunté a la doctora Inagaki por dónde recomendaría empezar a aquellas personas que quieren practicar y hacer más actos bondadosos en su día a día.

“Y es algo tan sencillo como lo que yo mismo hice con mi mujer: llevarle una taza de café”, contó el médico.

“Se pueden hacer cosas en la vida diaria, dentro de casa. Llevarle un té o un café a un vecino. Tal vez cocinas algo y se lo dejas en la puerta o se lo llevas al trabajo. También puedes hacerles favores a compañeros, pequeños detalles. Es algo que puedes hacer en tu vida cotidiana”, sostiene Inagaki.

Son gestos muy pequeños que suman y pueden tener un gran impacto.

La investigadora advierte: “No recomendamos gastar dinero. Se trata más bien de pequeñas cosas, pequeños esfuerzos”.

Y recomienda hacer tres tipos de cosas a la semana e ir variando esos actos amables. Por ejemplo, tener un gesto amable con la pareja, luego con otro miembro de la familia y después con un compañero de trabajo cercano.

¿Te sumarías al reto de tres actos amables por tan solo una semana?