La intransigencia de Javier Milei va encerrando a los gobernadores en un callejón. Dentro de su lógica, la encerrona no puede ser menos que inflexible para acabar con quienes llevaron el país al estado ruinoso en el que hoy se encuentra. ¿Por qué resulta interesante detenerse en esta nueva dinámica del poder? Porque el tucumano Osvaldo Jaldo también está contra la pared, a pesar del volantazo político que dio al comenzar el año para intentar subsistir.

El mandatario se jacta de estar tranquilo con su decisión. No obstante, los hechos hasta aquí han marcado que su posicionamiento cercano al líder libertario no ha dado sus frutos. Estudios privados dan cuenta de que las transferencias de fondos de la Nación a las provincias cayeron brutalmente de enero de 2023 a enero de este año. ¿El “aliado” Tucumán rompió esa tendencia? Los números dicen otra cosa: de $ 1.539 millones recibidos hace un año se pasó a $ 168.

El Presidente, tan partidario de publicar listas de “aliados” y “enemigos”, no pareciera haber marcado esa diferencia tampoco a la hora de aplicar otras políticas de ahogamiento a las provincias. La del Fondo Compensador del Transporte del Interior es una, pero la más impiadosa es, sin lugar a dudas, el abrupto corte del Fondo Nacional de Incentivo Docente. Directamente, un manotazo del orden del 15% a los sueldos de los maestros. El Fondo culminaba en enero de 2024 y el gobierno de Javier Milei decidió no renovar el decreto que lo mantenía vigente.

Sólo recordar cómo surgió el Fonid basta para dimensionar el impacto ideológico, histórico, político, cultural y económico que tiene la determinación de Milei. El Fondo se constituyó en 1998, durante el gobierno de Carlos Menem y luego de 1.003 días de permanencia de la Carpa Blanca docente en plaza de Mayo. Esta inyección de dinero, que iba directamente al bolsillo de los educadores, duró 26 años.

A dos semanas del comienzo de clases, la medida no puede ser menos que inoportuna. Para cualquier dirigente con responsabilidad política que un ciclo lectivo no comience resulta bochornoso. Los gobernadores lo saben y Jaldo también. Quizá por eso este jueves levantó la voz por primera vez para reclamar por esos recursos al Presidente. “Nosotros no vamos a claudicar en el pedido que esos recursos lleguen a la provincia de Tucumán”, afirmó.

El atolladero en el que lo puso su cercanía a la Casa Rosada puede tener sus consecuencias en el plano local si es que el tranqueño no logra traer resultados concretos en el corto plazo. Por ahora, basta con “prometer futuro”. Por ejemplo, la posibilidad que se ventiló desde Casa de Gobierno sobre la posibilidad de que la Nación gire como aportes no reintegrables el dinero para el transporte público cumple esa función. Si ese dinero llega hasta que Tucumán pueda aplicar la tarjeta SUBE y así subsidiar a los usuarios del servicio de ómnibus, Jaldo podría salir indemne de un conflicto que acecha en todas las provincias y que jaquea la estabilidad social. “Ojalá se pueda concretar y no quitar los subsidios porque el boleto va a tener un incremento importante que yo creo que muchos tucumanos y tucumanas no van a poder acceder a ese precio”, alertó el tranqueño, antes de descartar un boleto a $ 1.000.

Por el momento, el titular del Poder Ejecutivo busca transmitir tranquilidad y asegura que, para eventuales situaciones, ha dispuesto planes de contingencia. Es decir, el ahorro generado por la baja en el gasto público que aplicó desde que asumió tiene esa finalidad: blindarlo ante los contratiempos que vayan surgiendo.

El asunto es determinar cuál será el costo de este paso que dio el tucumano. En lo político, las consecuencias las está padeciendo: el frío y la espalda del peronismo nacional, por un lado; y el surgimiento de voces díscolas en el justicialismo local, por el otro. No se puede hablar aún de un espacio alternativo al gobernador, pero sí de una posibilidad concreta. ¿Juan Manzur motoriza esa revuelta? No sería correcto afirmarlo, pero sí advertir que es una de las personas que participa de esas charlas. Tampoco es un hecho que el ex gobernador vaya a liderar luego este sector, porque los dirigentes que lo seguían siguen sin perdonarle que los haya abandonado y librado a la suerte de Jaldo. De hecho, hay otras voces emergentes del peronismo que han tomado protagonismo en las últimas semanas sólo por posicionarse enfrente de lo que ha dispuesto. El inquieto diputado Pablo Yedlin es uno, por ejemplo. Su trajinar por los pasillos del Congreso es destacado por sus pares y por el kirchnerismo.

Es cierto que Jaldo tampoco se preocupa por forzar una reconciliación con aquellos justicialistas de esta provincia que le dan la espalda. Al contrario, pareciera esmerarse por enojarlos aún más. La designación de Domingo Amaya como titular del Ente de Turismo abre otra grieta en el PJ: está fresco en la memoria su salto al macrismo en 2015, y la judicialización de las elecciones que ganó la fórmula Manzur-Jaldo. En paralelo, la salida de Sebastián Giobellina tiene un simbolismo indisimulable: era quizás el último manzurista que quedaba en pie y es un dirigente cercano al diputado Carlos Cisneros, otro de los que levantó vuelo en Diputados por oponerse a lo que Jaldo apoya. Incluso, en el entorno de Jaldo le endilgan haber mantenido reuniones en Buenos Aires con Manzur, algo que no habría existido. ¿Giobellina recaerá en la Municipalidad que comanda Rossana Chahla? Prematuro, pero es cierto que hay buena sintonía entre ambos, al punto que si el ex titular de Turismo resultaba electo concejal tenía todos los números para presidir el Concejo Deliberante.

Hay dos cuestiones que podrían haber influido en el arribo del ex intendente capitalino a la estructura jaldista. Uno, que Jaldo le había prometido un lugar días después de haber asumido. Dos, la cercanía de Amaya con Miguel Pichetto, uno de los peronistas “dialoguistas” con los que Jaldo mantiene conversaciones. Al margen, vale destacar una curiosidad: Jaldo tejió alianzas con dos viejos compinches políticos: Amaya y Germán Alfaro. ¿Volverá a juntarlos en un mismo gabinete? “Todavía no”, afirman en el primer piso de la Casa de Gobierno. Dicho de otro modo, el plan, la idea y la posibilidad; existen. Sólo falta ver cuál es el mejor momento.

Entonces habría que prestarle atención a la próxima parada del calendario electoral nacional. Es decir, a lo que pueda ocurrir en 2025 cuando están previstas las elecciones legislativas de mitad de mandato. El año que viene, Tucumán renovará cuatro bancas de diputados: por el oficialismo, serán las que ocupan Elia Fernández de Mansilla (originalmente de Chahla) y Agustín Fernández. Dos de los tres miembros del novel bloque jaldista “Independencia”.

Por más de que falte una eternidad, más aún en este contexto nacional de inestabilidad permanente, es un tema incipiente de conversación. Ocurre que si Jaldo se mantiene cerca de Milei, con una bancada propia y distanciado del Partido Justicialista nacional, muy probablemente el año que viene el peronismo tucumano presente dos espacios en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). ¿Será Manzur quien comande ese justicialismo que enfrentaría el peronismo “mileísta” de Jaldo? Si esta batalla llegara a darse, la oposición también lidiaría con sus propios demonios. Si Amaya ya está adentro del Gobierno de Jaldo y Alfaro con su Partido por la Justicia Social ya es su principal aliado, ¿en qué punta del péndulo electoral jugarían? La misma pregunta vale para el Movimiento Libres del Sur, históricamente antiliberal, del ministro Federico Masso. Desde luego, son sólo conjeturas alrededor de probables contradicciones que pueden llegar a aparecer dentro de un año. Aunque quizás antes.

Milei ha llevado a la política a un grado de estrés inédito y al sistema institucional a una tensión límite, cuyo desenlace es tan impredecible como los pasos del Presidente. Hoy, quienes no están consternados, sorprendidos y desorientados tienen pánico de convertirse en los próximos “Lali Espósito”. Pareciera no haber lugar para los puntos intermedios, sino sólo para los extremos. Una receta que la Argentina ya probó y que aun no pudo digerir.