Se cumplieron dos meses desde que Javier Milei tomó posesión del sillón de Rivadavia y del inicio de su propuesta de déficit cero sin gradualismo. Su plan de estabilización de la economía es bien visto por especialistas; sin embargo, existen dudas acerca del crecimiento del país. Los economistas Osvaldo Meloni, Fernando Marengo y Eduardo Robinson analizaron el panorama.
La simetría
El Gobierno del libertario puso el foco en la estabilización a través del ajuste y posterior simetría fiscal, la reducción de la brecha cambiaria y el equilibrio del tipo de cambio. No obstante, los múltiples cachetazos judiciales que recibió el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) (el cual tiene un 71% de su contenido judicializado) y la negativa a la ley ómnibus, generaron incertidumbre acerca de los alcances de su plan de crecimiento.
Meloni, director del Master en Economía de la UNT -en contacto con LA GACETA- consideró que, dado que “el país se encaminaba a una hiperinflación”, el ajuste era inevitable. Acerca de los altos índices de inflación, el experto puso énfasis en la distorsión de los precios relativos causada por el cepo y la fijación de tarifas públicas. “La corrección de esos precios relativos alimenta la inflación. La elevada suba de precios que estamos soportando son causadas por la emisión de dinero del 'plan platita' de (Sergio) Massa”, expresó.
En cuanto al horizonte económico cercano, el analista aseguró que “la fuerte caída de la inflación es posible solo si el ajuste prometido se lleva adelante”. Sin embargo, diagnosticó como complicada la situación a causa de la postura “obstaculizadora” de la oposición. “Al rechazar la ley ómnibus, el ajuste será más prolongado; los puntos referidos a fondos fiduciarios y privatizaciones iban a agilizar el proceso. Numerosos sectores que vivieron -y viven- de subsidios estatales están librando una dura batalla para evitar el ajuste y continuar con sus privilegios”, reclamó Meloni.
Por su parte, Fernando Marengo aseguró que el problema histórico de Argentina es el déficit fiscal, por lo que “cualquier programa antiinflacionario serio debe atacarlo”. El economista adjudicó la inflación actual a la gestión de Alberto Fernández y los controles de precios. “Controlar precios logra la distorsión de los mismos; lo que a su vez afecta la producción de bienes”, dilucidó.
Medidas oportunas
El Chief Economist de Black Toro sostuvo que las medidas estabilizadoras fueron oportunas. No obstante, Marengo afirmó que esto debe ser complementado con un crecimiento sostenido y explicó: “Para crecer necesitas incrementar la productividad, quitar los costos intermedios y la burocracia. La ley ómnibus y el DNU estaban en busca de eso. Para crecer se necesita una reforma de fondo”.
Otra opinión fue la que expresó Eduardo Robinson, quien aseguró que, a dos meses de la asunción del libertario, “no termina de clasificarse un programa económico solvente”. Al igual que sus pares, afirmó que la prioridad pasaba por reacomodar el sistema de precios relativos dada su distorsión.
Empero, el economista y docente universitario pronosticó un recorte más agresivo en el gasto público al no prosperar el “megaproyecto” inicial del Presidente; el cual contaba con el apartado fiscal. “Las medidas fiscales apuntaban a mejorar el desequilibrio de las cuentas públicas y evitar una poda mayor en el gasto. Sin esto, el ajuste será más violento”, indicó.
Haciendo mención a la meseta en la que se encuentra Argentina en términos de crecimiento económico desde el año 2012, Robinson sugirió “reducir el desequilibrio fiscal y desregular la economía para ‘destrabar un proceso de inversiones’ y así aumentar la capacidad productiva de Argentina”.
Pese a ello, el especialista consideró complicado este proceso debido a los intereses que están en juego a la hora de poner en marcha el proceso de desregulación. Asimismo, consideró necesaria una “hoja de ruta” que brinde mayor credibilidad y menos afecciones a la economía. “No hay muchas más alternativas para quebrar el ciclo recesivo. La economía tiene anemia de inversiones, un sistema bancario desenfocado de la producción, una presión fiscal muy elevada que ahoga al aparato productivo. El diagnóstico es claro, pero al parecer la política no ve estos problemas con claridad”, concluyó el director de Robinson y asociados.