Nadie tiene claro de dónde viene su apelativo. Pero con el paso de los años quedó en el imaginario popular y lo que se fue perdiendo de a poco fue su nombre real: María Antonia de Paz y Figueroa, que mañana se convertirá en la primera santa argentina. Esta santiagueña nacida en 1730 en la localidad de Silípica, Santiago del Estero (gobernación de Córdoba del Tucumán en ese momento), pasará de beata a santa en una ceremonia que encabezará en Roma el papa Francisco.

La historia de Mama Antula está marcada por la superación. A los 15 años decidió convertirse en jesuita, orden religiosa a la que ingresaban solamente hombres, comenzó a vestir la sotana, tomó los votos de castidad y pobreza. Ante esto, la familia la echó de su propia casa y ella se fue a vivir a un convento. Cuando el rey español Carlos III, a través de un real decreto, anunció la expulsión de la Compañía de Jesús del territorio español, Mama Antula comenzó a peregrinar, primero por el norte, y organizaba ejercicios espirituales.

Así pasó por Salta, Tucumán, Catamarca y La Rioja. De allí siguió a Córdoba. Su carisma y su poderosa fe obraban de imán. Sus cursos concitaban la atención de miles de personas y su nombre se agigantaba.

ORATORIO EN BUENOS AIRES. Los fieles se acercan a rezarle a la futura santa desde hace ya muchos años.

En 1779 llegó a Buenos Aires, donde no solo se encontró con trabas para desarrollar su trabajo, sino con violencia. El hecho de ser jesuita era considerado casi una afrenta en esa época. Fueron insultadas, apedreadas y hasta tratadas de brujas. A Mama Antula la acompañaba un grupo de mujeres santiagueñas que se exponían a los mismos peligros.

Casa de ejercicios

Recién en 1973 y luego de muchísimas penurias, Mama Antula logra cumplir su sueño y consigue levantar lo que luego se conocería como la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, que aún hoy funciona en avenida Independencia al 1.100, en el barrio porteño de Monserrat.

Hoy el inmueble colonial está en reconstrucción y cerrado a cal y canto. Sin embargo, sigue siendo un lugar al que los fieles se dirigen para pedirle favores a quien a partir de mañana será santa. Allí, sobre la avenida, hay un pequeño oratorio en el cual una reja separa a los creyentes de las figuras que están en el interior. Entre ellas, por supuesto, la de Mama Antula vestida con su sotana jesuita.

“Yo admiro su valentía. La descubrí justamente cuando leía sobre los jesuitas. Me pareció rarísimo que una mujer se inclinara por este movimiento, más teniendo en cuenta la época de la que hablamos. Uno no se hace a la idea realmente lo que debe haber pasado ella para llevar adelante su vocación”, dice Graciela Gutiérrez, que había ingresado al oratorio poco después de las 9.

“Siempre paso por aquí. Trabajo cerca y me llego unos minutos para conversar con ella. La admiro, la admiro muchísimo y no tengo dudas de que ella me ayuda, sobre todo cuando con todo lo que pasa uno siente que la fe se debilita”, dice la mujer con profunda convicción.

EN CABA. En la parroquia de Nuestra Señora de la Piedad descansan los restos de la religiosa santiagueña.

Poco más tarde se acerca Marcos López, otro fiel que tiene casi como visita obligada el santuario. “No la conocía demasiado hasta que con mi esposa tuvimos algunos problemas y decidimos anotarnos para hacer algunas de las actividades en la Casa. Parece una frase hecha, pero para los dos fue una experiencia espectacular. Lo que vivimos, la forma en la que logramos conectarnos, conocer su historia, trasladarnos imaginariamente hasta esa época y sentir todo lo que ella había hecho nos dio muchísimas fuerzas”, dijo al hombre mientras miraba la imagen de la hasta hoy beata.

María del Carmen Ordóñez estallaba de felicidad. “¿Cómo no voy a estar contenta si después de tantos años de pedir su protección y bendición nuestro Papa va a hacer santa a nuestra Mama?”, se preguntó. “Siempre fui muy devota de ella. No era santa, pero no importa. Para mí es muy importante. Me da paz, me da tranquilidad. Y por supuesto me ayuda. Hoy todos necesitamos una mano extra. Alguien que nos guíe, y ella siempre está ahí, dispuesta a tender su mano. ¿Sabe usted -inquiere- que se enfrentó con la cúpula eclesiástica que no le permitía hacer sus ejercicios con otras personas. ¿Que llegaron a apedrearla? ¿Que la insultaban donde iba? Pero ella nunca dio un paso atrás. Fue valiente, fue misericordiosa, fue una verdadera adelantada a su tiempo”, aseguró con firmeza.

Mausoleo

Mama Antula murió el 7 de marzo de 1799. Según su última voluntad fue enterrada sin ataúd -en señal de humildad-, vestida con su hábito jesuita y con su cabeza apoyada en un leño de ñandubay -que no se corrompe con el tiempo-. Hoy sus restos permanecen en el interior de la iglesia de Nuestra Señora de la Piedad, en calle Mitre 1.523 de Buenos Aires, a unas 15 cuadras de la Casa de Ejercicios Espirituales. El mausoleo fue declarado Sepulcro Histórico Nacional en 2014 durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner.

Allí, en el área derecha de la iglesia, hay un pequeño atrio donde fueron sepultados los restos, y detrás se alza una imagen de Mama Antula, que congrega a cientos de fieles, y más en estos días, luego de que se supo que sería santificada. Ese sector de la iglesia está casi dedicado en exclusiva a la religiosa santiagueña. La entrada a la sacristía es una enorme puerta de roble con vidrios pintados con imágenes de ella. Y hay carteles anunciando la santificación y los actos que se harán mañana.

“Su vida está llena de luz, de devoción, de amor el otro. Esta mujer fue un verdadero ejemplo y nada nos hace más feliz que nuestro Padre la haya elegido para ser santa”, explica Macarena Palacios, quien rezaba frente al mausoleo.

La iglesia, de por sí, es preciosa. Pero en estos días además se respira un aire de júbilo ante el histórico acontecimiento. “La felicidad es total. Nuestra Mama va a ser santificada. Es lo que estábamos esperando. Cualquiera que conozca un poco de su vida debe sentir que se hace justicia. Es una santa, aún antes de que la nombren como tal”, afirmó Gustavo Monroe.

Hay quienes musitan en voz baja sus plegarias, y quienes se unen en un rezo comunitario. Los pedidos, hoy, tienen que ver sobre todo con cuestiones económicas. La incertidumbre también se cuela en la religión. Todos piden algo de ayuda, y aunque no sea San Cayetano, no está de más alguien a quien recurrir ante tantos problemas. Y Mama Antula es una de las elegidas. “Ojalá que nos pueda ayudar. Si hay momentos en los que necesitamos que se acuerden de nosotros desde arriba, este es uno de ellos”, describe gráficamente María Rosa Ascárate, un ama de casa que aprovechó unos minutos libres para hablar con Mama Antula.

Se respira devoción. Y todos aseguran que ella los escucha. Que el paso del tiempo y sobre todo su muerte no hicieron más que agigantar su figura. La de una mujer valiente, decidida, pero sobre todo con una fe a prueba de todos. Una mujer a la que a partir de mañana todos llamarán Santa. Lo tiene ganado.

Canonización: desde Roma hasta el pueblo de Silípica

La  ceremonia de canonización de Mama Antula se llevará a cabo mañana, en la Basílica de San Pedro, del Vaticano, a partir de las 9.30 hora de Roma (5.30 de Argentina), y estará presidida por el papa Francisco. La Santa Sede  ya descubrió la imagen oficial de quien será la primera santa Argentina junto al altar mayor de la basílica. Allí quedará el cuadro con su rostro cuando sea proclamada santa, y, además, se escribirá su nombre en el libro de los santos y santas de la Iglesia católica. Además, el lunes se oficiará una misa de acción de gracias en la Iglesia Nacional Argentina de Roma, en el barrio de Parioli de la capital italiana. En todo nuestro país habrá vigilias, fiestas populares, misas y peñas para celebrar el acontecimiento. La principal será la de Santiago del Estero, tierra natal de la beata. En el Santuario de Mama Antula de Villa Silípica y alrededores, se realizará una vigilia con peregrinación a la luz de las velas, previa a la proyección de la misa desde el Vaticano, evento que será cubierto por LA GACETA. En Tucumán, en tanto, se puede venerar a la futura santa en la parroquia de Nuestra Señora de Las Gracias, avenida Belgrano 2.827, donde se conserva una pequeña reliquia ósea de Mama Antula.