Para ser la heroína de un videojuego a veces no se necesita solo jugarlo y vencer monstruos o cumplir desafíos. A veces se necesita imaginar todo ese mundo ficticio, sus personajes, sus objetivos y diseñarlos.

Esa tarea por mucho tiempo parecía ser “cosa de hombres”, pero la barrera que alejaba mujeres de esta actividad lleva algunos años rompiéndose en el mundo y en nuestra provincia también.

Este avance motivó en la Argentina la creación de espacios de capacitación, encuentro y solidaridad como Women in Games, Chicas en Tecnología, Las de Sistemas.

Mientras que sobre la realidad de este nicho en Tucumán dialogaron con LA GACETA Vanessa Paviolo y Sabrina Boada, que se animaron a llevar sus sueños de niñas a una realidad en la que cada vez se abren más puertas.

Punto de partida

“Empecé a jugar videojuegos en PC cuando tenía cinco años. Era mi papá el que me compraba los CD con juegos instalados y yo pasaba horas intentando superar los niveles y ganar”, recordó Vanessa. En su adolescencia tuvo una experiencia más interesante porque empezó a participar de promociones de reconocidas marcas de productos que incluían jugar un juego para ganar patinetas y monopatines.

CHICAS AL FRENTE. Vanessa y Sabrina son un equipo que se anima a innovar.

“Así llegué a ganar varios premios y creo que fue un momento muy feliz para mí y mi familia”, rememoró la joven, que después puso en pausa ese pasatiempo que tanto amaba para estudiar abogacía.

“Me desconecté del mundo de los videojuegos”, confesó para luego contar que fue la pandemia la que la volvió a conectar con esta pasión. “Hubo un evento en particular en 2020, durante la pandemia, que modificó mi manera de pensar y me dio otra visión. Fue el taller Creando Soluciones para el Futuro, organizado por Chicas en Tecnología y la Embajada de Estados Unidos”, indicó.

Y agregó: “era virtual y consistía en pensar soluciones donde se utilice tecnología a problemáticas sociales. Entonces ahí, junto a mi equipo, ideamos una aplicación móvil con perspectiva de género para distribuir de una manera más equitativa las tareas no remuneradas del hogar”.

“Luego, desde el taller yo me seguí formando en distintas áreas del mundo IT, como marketing digital, testing, diseño de VXUI y programación web, hasta que terminé en videojuegos, que particularmente es un campo donde todas estas áreas se reúnen”, puntualizó.

Al hablar sobre los obstáculos que muchas chicas enfrentan a la hora de elegir el mundo de los videojuegos o la programación de manera profesional, Vanessa consideró que se debería acortar la brecha educacional para acceder a estas oportunidades de capacitación en tecnología, ya sea por falta de difusión, de tiempo o por no contar con los recursos tecnológicos. “Y por el otro lado, otra barrera es la de los estereotipos de género que desalientan y afectan la percepción de las mujeres sobre las posibilidades en el campo”, sentenció.

El arte como disparador

“Desde niña me ha gustado el dibujo y las historias narradas en ese formato. Si bien estudié otra carrera en la universidad, siempre fui constante dibujando, bien sea como hobbie o dedicándome a la ilustración en general”, expresó por su parte Sabrina, una joven venezolana que vive en nuestra provincia desde hace cinco años.

Como le pasó a Vanessa, no fue sino en la pandemia que se detuvo a pensar en los alcances que podría tener el arte en la industria de los videojuegos, a nivel profesional. “Sobre todo porque era una época en la que pasaba el tiempo jugando y comencé a cuestionar la forma en que eran producidos. Sentía mucha curiosidad, especialmente en el arte conceptual, que es el campo que me gusta, y así empecé a investigar y proyectar una carrera al respecto”, narró.

Para ella, en términos generales ha existido un desafío en la industria respecto de la diversidad, pero cada día se busca disminuir los obstáculos al punto de que se han creado comunidades abiertas y que buscan igual oportunidad para todos.

“Desde el primer contacto que tuve con la Comunidad de Desarrolladores de Videojuegos en Tucumán los integrantes han sido muy receptivos para ayudar a quien lo desee, por lo que brindan espacios para todos”, remarcó.

Mientras que sobre las barreras a derribar en cuestiones de igualdad, afirmó que aún hoy persisten los estereotipos de género, aunque por suerte es algo que está cambiando, aseguró. “Históricamente, se han reflejado los personajes femeninos en los videojuegos con roles menos importantes o siendo sexualizados, pero cada vez se está tomando mayor conciencia sobre esto y se está rompiendo ese relato”, afirmó.

“La diversidad en puestos claves durante el desarrollo de videojuegos puede afectar la toma de decisiones a la hora de diseñar un personaje o concepto en general, de allí que sea imprescindible ser equilibrados”, aseveró.

En este sentido, remarcó el trabajo de la comunidad de Woman in Game Argentina (WiGAr), que apoya a quienes desean desarrollar videojuegos, sin importar el género. “Es inspirador el trabajo que hacen para generar cambios que verdaderamente impacten en la industria”.

¿Qué le gustaría a Sabrina de cara al futuro en su carrera dentro de los videojuegos? “Seguir adquiriendo conocimientos y habilidades en el arte conceptual, pero también tener la posibilidad de compartirlos a través de la comunidad de desarrolladores”.

“Hoy en día la industria de videojuegos es de las que más produce en el mundo y hay bastantes cosas por hacer. Me encantaría que otras personas con el mismo interés al mío (o incluso de otras áreas), tengan las posibilidades de profesionalizarse y que la comunidad siga creciendo”, culminó.

Chicas programadoras

La Tecnología de la Información abarca el conjunto de tecnologías, infraestructuras y procesos utilizados para adquirir, almacenar, procesar y distribuir información. En este campo, también las mujeres ganan terrenos y superan temores.

“Ningún trabajo es para hombre o para mujer”, remarcó Ana Luz Santillán, de 24 años, que estudia Ingeniería en Sistemas en la Universidad Tecnológica Nacional y también se convirtió en tester -Quality Control- en Rolling Code, cuando buscaba llevar todos sus conocimientos teóricos a la práctica.

IR POR MÁS. Ana Luz entiende que seguir formándose es la clave para seguir creciendo.

“Hay pocas mujeres incluso en mi carrera aunque eso no fue un impedimento para mí, además de que afortunadamente el ambiente en el que me moví siempre fue amable”, contó la joven en diálogo con LA GACETA. Sin embargo, aclaró que este panorama no es la regla, sino más bien una excepción.

“Quizás a la mujer nos cuenta más avanzar en el mundo IT porque mucha gente nos expresa menos confianza, al ser un sector en el que sexo masculino fue y es más predominante”, reflexionó Ana Luz quien de todas formas consideró que la tendencia está cambiando.

“La mejor mentora que tuve se llama Emilse Arias. Me enseñó todo lo que sé, tuvo paciencia, me transmitió su amor por enseñar y por ella hoy me encanta programar, hacer mis propias páginas web y sentir que lo logré”, sentenció la programadora al destacar cómo la inspiró el trabajo de otra mujer para continuar en este camino.

Animarse a ir por más

En nuestra provincia, Emilia Quintana es otra joven que decidió reinventarse en medio de la pandemia por lo que del diseño gráfico pasó a ser FrontEnd Developer.

“Desde siempre me interesó mucho la computadora, nadie me podía sacar del frente de una y en un momento me la jugué y dije ‘¿qué puede salir mal?’”, relató en declaraciones para este medio.

“Me di cuenta que yo realmente podía dedicarme a esto porque primero uno siempre se tira para abajo porque no sé matemática, no soy ingeniera; entonces tuve dudas y miedo pero encontré un profesor que era diseñador gráfico también y fue mucho más sencillo, más fluido”, indicó

“Avanzar en la programación para una mujer, sí es más difícil. Quizás ahora hay un poquito más de inclusión gracias a ONG y a estas diversas tareas que se fueron haciendo de inclusión, pero en un principio es complejo”, afirmó.

Y al respecto, puntualizó: “Tenés que demostrar que sabés mucho y creo que a un hombre se le exige mucho menos porque se considera que tienen la mente más pragmática y que las mujeres somos más sensibles y nos dejamos llevar por nuestras emociones por lo que no pueden llegar a ser pragmáticas”.

Un aliado para ella fue encontrar grupos de mujeres en tecnología, donde se apoyan mutuamente y se brindan herramientas para avanzar en el sector.

“Hoy encontré un trabajo en donde me siento súper contenida porque además todos los altos cargos son mujeres. Es una empresa que realmente no tiene problemas con esto del género y eso para mí es muy importante”.

(Producción periodística: Ariane Armas)