El fin de semana pasado tres categorías del fútbol argentino fueron escenarios de caos y tragedia: la Primera Nacional, la Primera B y el Torneo Regional Amateur. Dos muertes, múltiples heridos y partidos suspendidos son apenas algunos de los eventos que han sacudido a la comunidad futbolística y a la sociedad en general.

Los trágicos incidentes ocurrieron en diferentes encuentros y categorías del fútbol argentino. En Chacarita, durante el partido contra Deportivo Maipú (próximo rival de San Martín), un hombre perdió la vida tras ser apuñalado en medio de una pelea en las tribunas.

En Mendoza, la violencia también se hizo presente en las cercanías del estadio Víctor Lagrotaglie, donde un enfrentamiento entre facciones de barras bravas terminó con otra persona fallecida y varios heridos. La situación se tornó caótica y el ambiente tenso afectó no solo a los espectadores, sino también a los jugadores y al personal de seguridad.

Pero los problemas no se limitaron a estos dos encuentros. En Cañuelas, un partido de la Primera B fue suspendido debido a enfrentamientos entre distintas facciones de la barra brava local. La intervención policial no logró contener la violencia, que se extendió durante aproximadamente una hora y dejó a varios agentes heridos.

Y en el Torneo Regional Amateur, una emboscada a jugadores antes de una final en Comodoro Rivadavia puso de manifiesto la gravedad de la situación. Los integrantes del equipo visitante fueron agredidos por hinchas del equipo local, quienes además robaron pertenencias personales y elementos deportivos.

En el año 2022 una encuesta realizada en el marco de la campaña “Renuncio a la violencia en el fútbol” mostraba que el 53% de los argentinos asocia el mundo del fútbol con la violencia. Esto pone en evidencia la urgente necesidad de tomar medidas concretas para abordar este problema. Si bien es cierto que existen programas y políticas destinadas a prevenir la violencia en los estadios, los hechos recientes demuestran que aún queda mucho por hacer.

Las autoridades, los clubes y la sociedad en su conjunto deberían trabajar de manera unida para erradicar la violencia del fútbol argentino. Esto implica implementar medidas más efectivas de seguridad, promover una cultura de respeto y tolerancia entre los aficionados y sancionar de manera ejemplar a aquellos que perpetúan la violencia en los estadios.

Además, es necesario abordar las causas subyacentes de la violencia, como la presencia de barras bravas y la impunidad con la que operan. Esto requerirá un esfuerzo coordinado y sostenido por parte de todas las partes involucradas, pero es indispensable si queremos garantizar que el fútbol argentino sea un espacio seguro y pacífico para todos.