Con sus 31 años, Juan Jaime disfruta de un presente inmejorable en el fútbol chileno, aunque no olvida todo lo que pasó para llegar a este momento en el que es capitán de Deportes Copiapó de la máxima categoría del fútbol trasandino. El nacido en Monteros dejó Tucumán hace 17 años, tiempo suficiente para poder mirar el recorrido de su carrera que lo llevó por el ascenso de Buenos Aires y el chileno. Desde la ciudad de Copiapó reconocida por estar tercera en el ranking de las peores lugares para vivir en Chile (supera solo a Punta Arenas y Calama) el volante central avisa que la ciudad chilena no es para cualquiera: “Las temperaturas son altísimas y no bajan en todo el año”, respondió a LA GACETA.
- ¿Te costó adaptarte a esa ciudad?
- Un poco. Estoy desde 2017, llegué desde Buenos Aires, el cambio cultural fue grande. Aquí están acostumbrados a no cenar. Solo almuerzan, después hay una merienda y a la noche se toma un té. Yo trato de seguir con mi rutina, en realidad los futbolistas, prácticamente, hacemos las cuatro comidas normales. Pero bueno, hay que adaptarse a una forma de vida muy diferente.
- ¿Cuáles son esas diferencias?
- Lo social, sobre todo. Aquí no te juntas una noche a comer un asado, por ejemplo. Tampoco se concentra antes de jugar, directamente vamos al estadio. Son cosas que para nosotros son comunes, pero aquí no.
- ¿El clima es extremo?
- Las temperaturas son muy altas para el día a día. Nuestro estadio además está en una especie de pozo y es de césped sintético. Siempre hacen más de 40 grados. Nosotros ya nos acostumbramos a eso, pero al comienzo la pasas mal.
- ¿Sacan ventaja cuando juegan de local?
- Sí, yo soy el capitán y a veces los rivales piden que paremos a tomar agua a los 20 minutos, pero nosotros no cedemos. Lo usamos como una estrategia también. Ojo que nosotros también lo padecemos, aunque quizás en menor medida. Ésta es una ciudad muy seca, aquí no llueve en todo el año y tenemos el desierto de Atacama. Así que todo suma para que se haga difícil jugar y nosotros tratamos de usarlo a nuestro favor.
- Es decir que juegan al límite y con el reglamento en la mano…
- Y es una estrategia, tratamos de sacar ventaja. Jugamos a las 12 o a las 15, en verano no se puede jugar antes de las 17. Además es cancha sintética y no todos están acostumbrados. Cada tanto me llevo un raspón, porque te caes y te lastimas, algunos días te empieza a quemar la planta de los pies cuando el caucho se calienta. Terminamos con los pies incendiados, pero casi siempre vale la pena y somos fuertes en casa.
- ¿Qué extrañas de Tucumán?
- Ahora extraño menos porque estoy más cerca. Desde aquí son 800 kilómetros, mucho más cerca que desde Buenos Aires, para llegar tengo que cruzar por el Paso de San Francisco, por La Rioja, mis amigos me vienen a visitar más seguido. Lo que extraño es lo cotidiano, el compartir con tu familia, salir a comer, hacer un asado con los amigos de la vida. Lo más simple es lo que más se extraña. Tengo muchos amigos en Monteros, por eso cuando voy de vacaciones no me dan los tiempos.
- Si aparece una oportunidad ¿saldrías de Copiapó?
- Estoy cómodo en Chile, me buscaron de varios clubes. En un momento también estuve cerca de San Martín, pero mi idea es seguir en Chile, sobre todo porque tengo el privilegio de jugar en Primera con un club que me recibió muy bien. Tengo la ilusión de seguir creciendo y mejorando. Voy a tratar de hacer un gran año y ojalá que se abran las puertas de otros clubes aquí en Chile, me gustaría seguir en el país.
- ¿A qué edad te fuiste de Tucumán?
-A los 13. Me fui a Lanús, ahí estuve hasta los 20, pasé por Douglas Haig y por Talleres de Remedios de Escalada y a los 24 me vine a Chile.
- ¿Estás armando tu vida allá?
- Más de la mitad de mi vida la pasé lejos de Tucumán, mi pareja es copiapina, todavía le resultan raras algunas costumbres tucumanas. Pero planificamos vivir en Monteros, de a poco vamos haciendo cosas para que el día de mañana tengamos todo listo en Tucumán para mudarnos.
- ¿Soñas con un llamado de ‘La Roja’?
- Desde el año pasado tengo la ciudadanía chilena, sería un honor tener una oportunidad así, algo extraordinario. Uno nunca pierde la ilusión de la selección, me enfoco en seguir creciendo en una de esas llega la chance.
- ¿Hablaste sobre eso con Pablo Hernández?
- Lo conozco de la cancha más que nada. El último año cambiamos la camiseta cuando jugamos en contra. Él no sabía que yo era de Monteros, me demostró ser una gran persona. Ahora me enteré que fue a San Martín, ojalá que tenga un buen paso por ese club porque se lo merece.
- ¿A qué club pertenece tu corazón en Tucumán?
- A Ñuñorco. Desde chico siempre fui del club de mi lugar. Ahora estamos mal, pero en algún momento vamos a salir a flote, tengo proyectos para el club, quiero insertarme en el “tigre” en el futuro.
- ¿Querés jugar en Monteros?
- Sí, probablemente lo haga, pero además tengo varios proyectos pensado para el crecimiento del club. Mi papá jugó en el club y hasta llegó a tener una prueba en Boca, gracias a él soy futbolista, ojalá pueda jugar allí.
- ¿Qué consejo les darías a los chicos del interior que sueñan con ser futbolistas?
- Cuando uno es chico te vas de tu casa porque te gusta jugar a la pelota, pero no sabes que hay muchos obstáculos. El fútbol es un deporte que requiere mucha disciplina, yo les diría que siempre tengan compromiso, así se hace más posible pelear por ese sueño. Extrañar al papá y la mamá no es fácil, pero si quieren cumplir el sueño hay que brindarse al máximo, cuidarse en la alimentación, los entrenamientos, el colegio, todo eso es importante porque el fútbol es evolución constante.
- ¿Es más difícil para los juveniles del interior?
- Creo que sí, hay menos vidriera. Pero también hay muchos chicos con condiciones. Hay que tener el mapa en la cabeza y ver las cosas con claridad, pueden haber turbulencias, pero si tenés en claro lo que buscas, siempre sale el sol. En algún momento las buenas aparecen.
- ¿Cuál fue el momento más complicado en tu carrera?
- A los 20 cuando me dijeron que no me iban a tener en cuenta en Lanús. Pensé que se me terminaba la carrera, estuve a préstamo en algunos clubes y a los 23, no me quería nadie. Lloraba todos los días porque desde chico uno piensa que va a jugar en Primera, que va a seguir en Europa, que jugará en clubes importantes y no es así, la realidad es que pocos llegan a tener esa carrera. Después por suerte salió lo de Chile, pero todo fue constancia y entrenamiento. A veces las cosas pasan por algo y uno tiene que estar fuerte de la cabeza para que las cosas se den. Hoy disfruto de este momento, estoy en una ciudad y un equipo en donde me quieren mucho. Son cosas que conseguí con sacrificio.
- ¿Cómo aceptas esas decisiones siendo tan chico?
-Es triste que te dejen libre o te digan que no te quieren en un club en el que te criaste, es complicado, es un golpe fuerte y yo tenía ilusiones grandes. Son cosas que pasan y en el fútbol te tenés que reponer rápido. Siendo chico tenés que responder como grande. Tenes que ir a otro club, empezar de nuevo, hay que tomarlo como un crecimiento. Pero no todos están preparados para pasar un momento así. Te cierran la puerta en un lado y se abren otras, yo en ese momento me apoyé en la familia, siempre es importante contar con ellos. En un momento iba a tirar la toalla, yo entrenaba en equipos que no me pagaban, fui a la Reserva de Huracán, a Defensa y Justicia, me corrían porque no tenían ropa para mí y por intermedio de representantes conseguía permisos, pero eran pocos días. Son cosas que te marcan y te enseñan a valorar lo que tenés y te forjan como persona.
- ¿A quién les das las gracias?
-A mi padre (Emilio Jaime) y mi madre (Rosa Maza), ellos siempre estuvieron en los momentos más duros, empujándome para que no caiga porque a veces uno ve todo negro y necesita ese envión. Agradezco tenerlos en los momentos más difíciles de mi carrera.