No hay tope de edad para animarse a vivir un verano diferente. Para muchos, romper la rutina y las obligaciones cotidianas durante el descanso anual de las vacaciones puede ser la oportunidad para darse un gusto postergado o para descubrir una nueva pasión en alguno de los cursos (artísticos y de oficios) que se ofrecen en la provincia, tanto en la esfera pública como en la privada. La pausa otorga un buen tiempo para animarse y dedicarse a uno mismo.

Una vez más, como viene haciéndolo anualmente, la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Tucumán lanzó su programa de talleres de verano, con un abanico de propuestas que abarcará todo este mes; varios de los cursos se extenderán hasta febrero. Estos espacios son lugares diversos e inclusivos donde personas de todas las generaciones y características se reúnen para aprender o mejorar habilidades que les servirán posteriormente en su vida, en un entorno relajado y divertido.

El repertorio de talleres es enorme y hay para todos los gustos y necesidades. Desde los más clásicos artísticos de canto, guitarra y teatro hasta los súper novedosos e interesantes como de inteligencia emocional, community manager, idioma japonés, cosplay, danzas africanas y muchos más. Así, lo cultural convive con la posibilidad de tener una salida laboral, para lo cual prepararse es fundamental.

El despliegue de las opciones tiene dos espacios: el Centro Cultural Virla (25 de Mayo 265) y la sede del programa Educación Permanente para Adultos Mayores (EPAM, Virgen de la Merced 417), donde además se entrega información, también disponible en la página web de la Secretaría de Extensión de la UNT o llamando al 381-2340973.

Contra una vida triste

El taller de canto dictado en el Virla es uno de los más elegidos por la gente. Con cupos agotados, personas de todas las edades colman cada miércoles el aula Osvaldo Fassolo del primer piso de ese centro cultural. Sin embargo, las diferencias etarias son imperceptibles en el ambiente del salón, que mantenía un aire liviano y muchas risas de los distintos participantes, quienes comparten sus ganas y el amor por la música.

“La clase fue maravillosa, la profesora es genial y el grupo también. Me gustó cómo nos permiten expresarnos y me gustó pararme a cantar frente a todos, personalmente yo que soy bastante desinhibida, así que me animé bastante”, declaró Virginia (de 71 años), quien no quiso darle su apellido a LA GACETA.

Junto al resto de los participantes, se mantienen cantando constantemente, algunos con más confianza y otros con timidez inicial. Es el caso de Eva Valentina (20), quien apenas en la primera clase cantó: “La gata bajo la lluvia”, el tema de Rocío Dúrcal. Se presentó como una persona introvertida, pero en su debut interno fue todo lo contrario, haciendo que todos la acompañasen. “Creo que el taller va a ayudar mucho a mi confianza. La verdad es que soy bastante tímida, pero ví que la mayoría estaba tan asustada como yo, lo cual me dio seguridad. La música está ligada de raíz a mí, no me imagino una vida sin ella, sería muy triste”, manifestó la joven.

NO HAY EDAD PARA CANTAR. Patricia Juárez (en primera fila a la derecha) conduce el curso de canto en el Centro Virla.

Patricia Juárez, la profesora a cargo -de larguísima trayectoria en los escenarios y en la docencia en su Taller Nonino Sur-, se mostró sorprendida por la respuesta a la convocatoria y expresó su opinión acerca de la importancia de este tipo de espacios recreativos. “En los años que llevo de esta actividad, he visto siempre un mismo patrón: toda la gente que se inclina al canto es muy especial, tiene un tipo de sensibilidad diferente al de los demás y usan el canto como terapia. En esta actividad nunca escuché que me digan ‘quiero dedicarme a esto y vivir de esto’, sino que quieren cantar porque los ayuda a expresarse y a sentirse bien. Por eso, deberíamos proteger estos espacios en estas épocas tan complicadas que transitamos”, manifestó, y también mencionó la posibilidad de una presentación a público como cierre de la experiencia.

Sin diferencias

Continuando con la música, pero trasladándonos hacia el EPAM, suenan los acordes en el taller de guitarra, otro de los más populares y con capacidad cubierta rápidamente.

En una sala bastante grande e iluminada se reúnen chicos desde los 16 hasta los 60 años para aprender a tocar las seis cuerdas. “Me inscribí al curso porque me compré una guitarra hace poco y quise aprender por mi cuenta, pero hay algunas cosas que se me complican un poco viéndolas por internet”, detalló Karen Vera (23) quien se sumó motivada por su novio músico y por sus familiares guitarristas.

El docente es Carlos Aníbal Podazza (hijo), quien también se mostró extasiado y sorprendido por la respuesta y la disposición de sus alumnos. “Llegaron más de 30 personas cuando esperaba aproximadamente unas 16 o 17. El primer contacto que tuve fue interesante: somos muchos, así que estamos conociéndonos”, declaró.

Al haber grupos grandes, los profesores se ven obligados a moldear sus técnicas de enseñanza según las capacidades de cada uno, en una enseñanza que -en el plano artístico- siempre debe ser personalizada. “Lo que hago es dividirlos en grupos según la experiencia de cada uno y trabajo con todos simultáneamente. Está bueno porque a raíz de esta socialización que hay entre los más experimentados y los que están empezando, hace que el interés y el aprendizaje se contagien”, describe, remarcando una característica que todos los cursos comparten es la inclusividad y el trabajo en equipo. Es un lugar donde las diferencias desaparecen y la unión ocurre por la pasión y las ganas de aprender.

Chicos

Una opción sumamente interesante para los más chicos es la del taller de mosaiquismo que se dicta también en EPAM. Es una de las técnicas artísticas más antiguas de la humanidad, un método decorativo basado en la unión de piezas con diferentes colores, texturas y formas. Estos objetos se llaman teselas y, si bien están disponibles en tiendas, también pueden fabricarse con elementos a punto de tirar o para reciclar. Por ejemplo, cerámicas rotas, porcelanas gastadas, partes de azulejos, vidrios o cualquier material en desuso.

“La mayoría de los niños venía por primera vez para aprender, todos estaban entusiasmados porque ellos lo ven como si fuera un rompecabezas de colores”, afirmó Patricia Soria, arquitecta y encargada de llevar a cabo este taller que se desarrolla durante las mañanas, desde las 10.30, en un espacio amigable donde los niños se mantienen serenos y concentrados en sus obras.

APRENDIENDO EN GRUPO. El grupo de cestería ecológica convoca a mujeres a aprender de Ana San Juan.

“Si bien el arte del mosaiquismo es una actividad muy lúdica, también implica muchas otras cosas, como la imaginación, concentración, relajación, etcétera”, aseguró Soria, quien también recalcó la importancia de brindar un lugar donde los chicos puedan relacionarse con otros de su edad y compartan juntos un momento artístico. “Mucha gente viene con dudas, pero luego terminan muy involucrados y siguen su propio desarrollo por cuenta propia” , agregó.

Espacio de socialización

Aprender cestería es otra de las opciones interesantes que acerca la UNT. Cada martes y jueves, desde las 10, en una pequeña habitación de EPAM se encuentra una decena de mujeres adultas a aprender este arte de naturaleza ecológica.

“La clase fue hermosa, es la primera vez que lo curso a pesar de que vengo a este centro desde sus comienzos. Siempre elegía el de coro pero ahora, con la edad que tengo, se me complica viajar para las presentaciones. Así que opté por esta opción manual, que me hace bastante bien a la concentración y a mis manos”, describió Gladys Bimbi (87), reforzando una alternativa muy buena para la tercera edad -según palabras de las mismas participantes- y que las ayuda mucho a que no se sientan solas durante el verano.

“Como no iba a salir de vacaciones por razones económicas obvias, me dije a mí misma que iba a empezar un taller, así que buscando encontré los de cestería y de yoga, que también se hace en el EPAM. Estas propuestas son una idea muy buena de la UNT, sobre todo para las personas mayores como yo, para las que la socialización es algo muy importante”, contó Ana Victoria Robles (80).

La profesora Ana San Juan mencionó que el taller aclaró que, si bien estaba previsto que el taller se dictase sólo durante enero, si aumenta el número de participantes se extendería un mes más.

Más cupo

Otra de las opciones más elegidas fue el taller de corte y confección, que debió duplicar el número de cupos y dividirse en dos días para abarcar la demanda.

El grupo (en su mayoría integrado por mujeres) tenía una gran variedad de edades en sus participantes, pero su profesora Rosa Flores (especializada en diseño de indumentaria) destacó la característica central que se repite en todos estos cursos: “aparte de que vienen a aprender y a hacer sus obras de arte, también hay mucha socialización. Veo cómo intercambian experiencias y comentarios; estar en casa suele ser divertido, pero venir aquí es hacer otra vida”.

Valor social

Todos los participantes y docentes concluyen en lo mismo: los talleres de verano son una gran oportunidad para conocer gente y desarrollar nuevas habilidades que pueden ser útiles a futuro. Si bien los cursos son de corta duración (un mes o dos como máximo) y hay una disparidad en el número de convocatoria en cada uno, no dejan de ser opciones interesantes y novedosas para hacer algo diferente este verano.

Los números muestran que los talleres han sido un éxito y los organizadores esperan que se unan más personas en el tiempo que queda. “Este año hemos tenido un aproximado de 1.100 inscriptos en los 57 talleres que tenemos funcionando. Muchas personas que no pueden hacer cursos de capacitación durante el año por falta de tiempo los pueden realizar en esta época”, aportó la directora del EPAM, María Eugenia Cóceres (Producción periodística: Leandro Díaz).