El golf puede no estar entre los deportes más populares para el público argentino, pero basta con tocar de oído para saber que el PGA Tour es donde compiten los mejores del mundo. Para hacerlo simple, el principal circuito estadounidense vendría a ser algo así como el equivalente golfístico de la NBA. Es la elite a la que aspira todo aquel que empuña un drive. Sin embargo, desde hace un tiempo surgió una liga paralela que pretende arrebatarle el trono: el LIV Golf. Creado en 2022, este nuevo circuito profesional se propuso hacerle frente a la historia y al prestigio del PGA Tour a bordo del único vehículo posible: el dinero.
Sucede que detrás del LIV Golf está el Public Invesment Fund, el fondo de riqueza soberano de Arabia Saudita y uno de los más grandes del mundo, que ya hizo su entrada al mundo deportivo comprando al Newcastle, histórico club de fútbol de Inglaterra. Valuado en más de 770.000 millones de dólares, está claro que al PIF lo que le sobra es plata, y por eso eso decidió plantarle competencia al PGA seduciendo jugadores con premios mucho más jugosos que los que ofrece el circuito estadounidense. Se estima que en un torneo regular del PGA Tour (exceptuando a los majors y algunos otros torneos importantes), el monto total que se reparte es de alrededor de 10 millones de dólares, mientras que el LIV Golf reparte 25 millones de dólares en cada una de sus fechas.
La bolsa de premios no es la única diferencia: en la también llamada Super Golf League, la competencia es individual y por equipos y los torneos son de tres rondas (54 hoyos) en lugar de las tradicionales cuatro (72 hoyos) del PGA. Precisamente, la denominación LIV proviene del 54 en números romanos. Además, los torneos se desarrollan en una atmósfera más descontracturada, incluso con música, a contramano de la solemnidad que caracteriza a los torneos del PGA. Lo que sí, al menos por ahora, el LIV Golf no otorga puntos para el ranking mundial.
Con la historia en contra, pero una fuente casi ilimitada de recursos a su favor, el circuito saudí apeló a la misma estrategia que viene aplicando la liga profesional de fútbol para captar atención: tentar estrellas con contratos multimillonarios. Y el primer refuerzo que fichó fue al australiano Greg Norman, ex número 1 del mundo y ganador de 20 títulos en el PGA Tour, a quien contrató como CEO y cara visible. Luego fue en busca de jugadores renombrados pero en su ocaso deportivo, como Phil Mickelson o Sergio García, antes de apuntar a jugadores en plena vigencia, como Brooks Koepka o Cameron Smith. Y así, el circuito saudí pasó de ser un acaudalado destino de retiro a una amenaza real para el reinado del PGA Tour.
Lógicamente, saltaron chispas. El circuito estadounidense vetó de sus torneos a los golfistas que participaron de la superliga saudí, quienes sólo pudieron competir y sumar puntos para el ranking en los majors (no organizados por el PGA). Las posturas de los jugadores se dividieron: algunos reconocían abiertamente que podrían sumarse al LIV Golf, otros la criticaban abiertamente. Entre ellos, dos ex número 1: Rory McIlroy y Tiger Woods. El norirlandés declaró sentir “odio” hacia el circuito árabe, aunque luego bajó el tono. Por su parte, Tiger apuntó contra quienes decidieron pasarse a la liga paralela: lo que han hecho es darle la espalda a lo que les ha permitido llegar a esta posición. Algunos jugadores ni siquiera han tenido la chance de experimentarlo: directamente pasaron de los rankings amateurs a esa organización, y no tendrán la oportunidad de conocer lo que se siente jugar el calendario de este tour o algunos eventos grandes. Me parece triste. Además, ¿cuál es el incentivo para practicar? Solo estás recibiendo un montón de dinero por adelantado y jugando algunos eventos de 54 hoyos con música a todo volumen y una atmósfera diferente. Honestamente, no lo entiendo”.
Las críticas no frenaron el avance del LIV Golf, que sacudió al mundo al anunciar el fichaje del español Jon Rahm, número 3 del mundo y último ganador del Masters de Augusta. Tras declarar en un principio que no se mudaría ni por 400 millones de dólares, Rahm cambió de opinión y firmó un contrato por 550 millones por cinco años, hasta ahora el más alto de la historia del deporte. Así las cosas, el circuito saudí ya cuenta entre sus filas con campeones de siete de los últimos 15 majors.
La aparición del LIV Golf también perjudicó al tour europeo, el DP World Tour, que perdió a varias de sus figuras. Y allí comenzaron los litigios por todos lados entre los circuitos y también de parte de los golfistas, ya que quienes aceptaban participar de la LIV demandaban al PGA y al tour europeo por impedirles competir también en sus torneos.
Con el tiempo, se dieron cuenta de que sostener una guerra abierta iba a perjudicar al deporte, y que lo mejor era hacer las paces y negociar un acuerdo que beneficiara a todos. Esa intención de fusionarse en una entidad colectiva se anunció a mediados del año pasado, poniéndose como fecha límite el 31 de diciembre, pero hasta aquí las condiciones del pacto todavía siguen negociándose. En principio, el fondo público saudí se habría comprometido a invertir una fuerte suma en el PGA Tour, y espera que su circuito golfístico sea autorizado a repartir puntos para el ranking mundial, acaso la principal contra que todavía no ha podido subsanar con dinero.