Es una realidad que todos amamos el queso cheddar; podemos ver esto reflejado con solo mirar al costado cuando pasamos por cualquier bar de la ciudad y ver que en buena cantidad de platos abunda este ingrediente.
Pero, ¿cuán saludable es consumirlo? ¿Cuáles son los secretos que esconde tras su grandioso sabor? Los especialistas tienen una respuesta para eso y es necesario averiguarlo ante las distintas advertencias que circulan, para que una rica comida no afecte tu salud.
Ventajas y desventajas
Este alimento elaborado a base de un queso de estilo americano tiene un lugar privilegiado actualmente en las mesas por su increíble explosión en la boca y su versatilidad en formatos de entrega: hay hamburguesas con cheddar, papas con cheddar, milanesas con cheddar, pizzas con cheddar y la lista podría ser interminable porque pareciera ser que se ha convertido en el acompañamiento favorito de varias comidas en los restaurantes tucumanos.
Sin embargo, la realidad oculta bajo la alfombra muestra algo diferente: el queso cheddar no es tan bueno para nuestro organismo como sí lo es para nuestros paladares.
“No es bueno su consumo, no es algo que deberíamos agregar a nuestra dieta. Hay que comerlo con moderación y reducir su ingesta teniendo en cuenta que es un alimento procesado con altas cantidades de calorías, de sodio, de grasas saturadas y de colorantes artificiales” dijo Lourdes Sosa, licenciada en nutrición, en diálogo con LA GACETA.
El lineamiento cultural y gastronómico ha ido cambiando con el pasar de los años acercándose cada vez más a los estándares de la comida de Estados Unidos (películas y series han tenido que ver en esa “invasión” gastronómica) y la población tucumana (y argentina) ha abrazado esta evolución gradualmente hasta tener una aceptación prácticamente general. Esto ha llevado a que las tendencias varíen y alimentos que nacieron fuera aumenten sus niveles de presencia en la provincia.
“La tendencia es clara, cada vez se consume más, está generalizada e instalada en la sociedad actual. La alimentación actual es más similar a la americana en Tucumán y en otros lugares del país”, declaró.
Para los hipertensos
La sal se utiliza en la fabricación y conservación de muchos quesos y productos hechos con su base, aunque a menudo no pensamos en ellos como salados. Los quesos para untar y las salsas a menudo tienen aproximadamente 500 miligramos de sal por porción, al igual que un buen cheddar, lo que quizás pasa desapercibido para muchos hipertensos y lo agregan a sus preparados diarios sin darse cuenta que podría ser muy dañino para su salud.
“El exceso de sodio del queso cheddar es nocivo para las personas con esa patología. Lo mejor sería reemplazarlo por quesos reducidos en sodio como el port salut light o quesos sin sal. Hay que tener en cuenta que no solo consumimos sodio en el queso durante el día sino que también lo hacemos en otros alimentos por lo que su cuota diaria iría aumentando en forma acumulativa”, manifestó a LA GACETA Sofía Peralta, licenciada en nutrición.
Esa advertencia nos refuerza que lo mejor es ingerir el cheddar en menores cantidades o reemplazarlo por otras opciones más saludables. Por ejemplo: si vas a comer hamburguesa con papas, que solo una de las dos tenga cheddar y ambas, para bajar así su cantidad de consumo pero darte el gusto.
Por eso, es esencial adoptar prácticas de consumo conscientes. Primero, considerá la calidad del cheddar, optando por opciones más naturales y menos procesadas.
“Los alimentos más naturales tienen menor cantidad de ingredientes; un queso debería ser a base de leche, tener proteína de suero, algún coagulante para gelificarlo y a lo sumo agregados de calcio y/o vitaminas. Si tiene agregados químicos o colorantes quiere decir que no es tan natural y deberíamos tener precaución con su consumo”, dijo la licenciada Peralta.
Además, controlar las porciones (en cantidad y en tamaño) es clave. Para equilibrar su contenido graso, elegí versiones bajas en grasa o probá alternativas más saludables. Asimismo, podés probar acompañar el queso con alimentos ricos en fibra para mejorar la saciedad y considerá alternativas de queso menos procesados para diversificar tu incorporación de lácteos. También se pueden tener en cuenta otros lácteos con muchos sabores y con valores nutricionales más adecuados a una alimentación equilibrada.
“El reemplazo más claro es la muzzarella, en cuanto a sabor, textura, cantidad de grasas y de sodio. Después tenemos otros que son menos sabrosos como los quesos frescos, entre los que figuran el cuartirolo o similares, que tienen menos grasas y menos sodio”, detalló la licenciada Sosa.
Al adoptar estas prácticas, podés deleitarte con el buen sabor de una hamburguesa con queso, y al mismo tiempo equilibrando tu alimentación y protegiendo tu organismo
(Producción periodística: Leandro Díaz).