Como un álbum de recortes amorosamente guardados a lo largo de los años, Mercedes Sosa: una canción en el viento reúne entrevistas, fotografías, retratos de artistas, semblanzas, notas periodísticas, letras de canciones. Y digo amorosamente porque es desde un lugar de admiración y de afecto entrañable que Roberto Espinosa parece haber armado este libro-homenaje. La edición pertenece a Ciudad Histórica, el sello de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, desde donde se proyecta crear el Museo Mercedes Sosa en la casa familiar de la intérprete.

Los testimonios de quienes la acompañaron en diversos escenarios (Osvaldo Avena, Omar Espinosa y Gustavo Spatocco son algunos de ellos), de familiares y de compositores y artistas (Joan Báez, el “Chivo” Valladares, el “Pato” Gentilini, Facundo Ramírez, Gerardo Núñez, entre otros) permiten recorrer distintos momentos de su vida y su trayectoria artística: la infancia dichosa y traviesa en Barrio Jardín, el tan mentado concurso de radio LV12 en el que todo parece comenzar, el debut en Cosquín en 1965, las dificultades para imponer el Nuevo Cancionero, las posteriores giras por el mundo, la dictadura y el exilio, el volver a cantar en el país, determinados conciertos como el que tuvo lugar en el Vaticano, o los compartidos con Luciano Pavarotti o con Martha Argerich.

“Que Mercedes te cantara una canción era como estar bendito”, dice Silvio Rodríguez en uno de los textos del libro. Pero otros, en especial las entrevistas realizadas por Espinosa a la cantante, sugieren también el costado menos luminoso de una carrera exitosa: la experiencia de la soledad (“siempre estoy sola”, confiesa), el dolor por la falta de reconocimiento en Tucumán, la depresión y la enfermedad, la angustia de sentirse separada del pueblo desde el momento en que comenzó a leer y la consecuente consciencia de encarnar la paradoja de una cantante popular que busca a su pueblo casi infructuosamente (“Toda mi vida ha sido una lucha para llegar al pueblo y siento que no hay canales o yo he elegido un camino distinto”, afirma).

Unir Latinoamérica

Este homenaje ofrece perspectivas para reconstruir la trama colectiva de las valiosas relaciones culturales que Mercedes Sosa fue tejiendo a su alrededor y, contra ese fondo, componer la singularidad de una figura inmensa, cuyo talento confluyó con el riguroso estudio y con una inquebrantable honestidad artística. Su voz maravillosa, capaz de dar el tono preciso a cada matiz de la emoción, se vio unida a una coherencia y una sensibilidad notables a la hora de elegir su repertorio. Es que para Mercedes Sosa sólo era posible cantar aquello en lo que se había depositado una convicción profunda. Y ella estaba convencida de su misión: unir Latinoamérica a partir del arte, la literatura, la música.

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