Una situación económica difícil, un consejo mal dado o incluso el desconocimiento, confluyen para que en la actualidad cuatro de cada 10 niños consuman leche de vaca antes del año de vida a pesar de estar contraindicada por los pediatras.

El dato fue revelado en un informe del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (Cepea), en el cual se analizaron 1.850 casos de alimentación de niños y niñas de entre seis y 12 meses. Al respecto, dos especialistas tucumanas desarrollaron los puntos más importantes sobre esta problemática en diálogo con LA GACETA.

“Es algo que los pediatras repetimos mucho a los papás: no es recomendable la leche de vaca. Pero a veces la cuestión económica te lleva a que, al no poder acceder a otra clase, se consuma igual incluso bebés menores de seis meses”, comentó la doctora Silvina Spiess.

Explicó que se desaconseja esta práctica porque las proteínas de la vaca pueden lastimar el intestino de los niños y producir micro lesiones. “Además, el calcio de la leche de vaca compite con el hierro en su absorción, pudiendo provocar anemia”, agregó la médica.

El más completo

La lactancia materna exclusiva es el alimento más completo por excelencia para los más chicos y es la recomendación que los profesionales suelen dar a las madres para evitar este tipo de complicaciones.

Aunque en caso de no ser posible, por ejemplo cuando la mamá está enferma y debe tomar medicamentos fuertes, sufre alguna enfermedad crónica o infecciosa o no tiene buena producción de leche en cuanto a la cantidad, la solución es la leche de fórmula que se encuentra modificada para no causar problemas adversos.

“La leche materna brinda enormes beneficios nutricionales, inmunológicos -es decir que previenen ciertas enfermedades-, disminuye la frecuencia de alergias, intolerancias alimentarias, enfermedades del aparato digestivo y respiratorio”, explicó la especialista.

Beneficios y riesgos

“El organismo del bebé no puede manejar los niveles altos de nutrientes en la leche de vaca, como el sodio o el potasio, y también es difícil que el pequeño digiera la proteína y la grasa que se encuentra en ella”, explicó al respecto la nutricionista Liliana Domínguez.

A su vez, resaltó que la leche de vaca no suministra suficiente vitamina E, hierro y ácidos grasos esenciales, entre otros componentes que son importantes para el óptimo crecimiento del niño neonato.

“La leche materna a libre demanda durante los primeros seis meses es el mejor alimento y el más completo que puede recibir un recién nacido. Le brinda todos los elementos que necesita para un desarrollo saludable”, indicó.

“Luego, entre los 12 y 18 meses, se puede comenzar a reemplazar la leche de fórmula o la leche materna por leche de vaca, siempre observando con atención si el niño no presenta síntomas de forma inmediata como vómitos, diarrea o distensión abdominal”, precisó.

El último punto mencionado es clave para detectar la alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV), una afección con la que nacen más de 40 bebés por día según la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (Aaaeic) y que debe ser diagnosticada por un pediatra o médico clínico, por medio de la evaluación de los signos y síntomas que se presentan después del consumo de los productos.

En primera persona

Celina tiene 35 años y es mamá de Augusto, un nene sano y fuerte de seis años, que hoy llena de alegría su hogar con divertidas canciones infantiles que aprendió en el jardín de infantes del que egresó para emprender en este 2024, el desafío de la escuela primaria.

Pero el pequeño no siempre rebozó de salud, ya que a los ocho meses serios malestares estomacales provocaron que las consultas a su pediatra se volvieran muy frecuentes.

“Su panza se inflamaba mucho, lloraba desconsoladamente y pasaba días decaído”, cuenta su madre en diálogo con nuestro diario, e indica que le costó algunas semanas descubrir que la alimentación de Augusto era la fuente del problema.

“Soy maestra y mi hijo quedaba en cuidado de mi mamá mientras daba clases. Ella por desconocimiento y por la costumbre de haber sido criada con una variedad más amplia de alimentos incluso cuando era bebé, a veces le daba una mamadera de leche de vaca. Eso le provocó problemas gastrointestinales que nos llevó un par de meses corregir”, relató.

Augusto también presentó anemia pero al corregir su alimentación y al cambiar la leche de vaca por una de fórmula se recuperó rápido.

“No culpo a mi mamá porque su intención nunca fue mala, pero hoy presto más atención a lo que come mi hijo e invito a informarse y actualizarse a otras madres para evitar enfermedades ahora y en el futuro”, cerró Celina. 

(Producción periodística: Ariane Armas)