Saber anteponerse a las adversidades es un mérito que muy pocas personas tienen, y Carlos Daniel López lo logró con el deporte. Con una sonrisa de oreja a oreja y saludando a todos sus conocidos en los pasillos del “Hospital de día presidente Néstor Kirchner”, su lugar de trabajo, demuestra llevar una vida como cualquier persona. El odontólogo de 37 años ni siquiera se inmuta al recordar aquel trágico accidente automovilístico que le imposibilitó volver caminar y que lo alejó de las canchas de handball como jugador.

“Si te digo que no extraño soy un mentiroso. Por ahí extraño jugar más al fútbol y no al handball por una cuestión que de la pelota me aparte completamente; en cambio en esto no. Soy entrenador de los chicos y viajo constantemente. El apoyo que tuve de mis compañeros fue muy grande; encontré un rol en el deporte. No me quedó ese vacío”, le explica López a LA GACETA antes de abrir las puertas a su historia de vida.

En julio de 2013, había decidido recargar energías junto a su esposa (en ese momento estaban de novios) María Constanza Arnedo y emprendieron viaje rumbo a Córdoba. Allí se habían instalado de manera fugaz desde un viernes hasta un lunes, fecha elegida para el retorno a Tucumán. “Dani” debía presentarse en su trabajo para retomar la rutina y no había posibilidades de extender por más tiempo las mini vacaciones. Jamás se imaginó lo que iba a suceder en la ruta a la altura de Tapso, localidad que se encuentra en el límite entre Catamarca y Santiago del Estero.

“Eran las 10 de la mañana de un 22 de julio y tuvimos un accidente automovilístico. Hasta el día de hoy no sé qué me pasó. Yo creo que me dormí, pero me podría haber desmayado”, sostiene López, quién se anima a dar más precisiones sobre lo ocurrido. “Recuerdo que hacía mucho frío ese día. Veníamos con la calefacción y las ventanillas del auto cerradas, algo que no se recomienda. A partir de ahí, me fui contra la banquina y, evidentemente, me desperté cuando estaba afuera de la ruta. No sé si habré volanteado, pero el auto comenzó a dar vueltas”, se lamentó el odontólogo, que trabaja de manera administrativa en el hospital y que, además, enseña en la facultad de Odontología.

En esos segundos, López vivió la desesperación en carne propia. “No tengo muchos recuerdos de aquel momento, pero aún escucho los ruidos de los vidrios explotando. Fue muy rara la situación. El lado de Constanza se destruyó pero, gracias a Dios, ella no tenía absolutamente nada. Terminé con un corte en la cabeza y me estaba ahogando con mi propia sangre. Ella se desprendió el cinturón y salió por el baúl del auto”, asegura.

A pesar de todo, el milagro siempre lo acompañó. “En ese momento pararon dos personas que venían atrás. No sé si llamarle casualidad o no, pero en un auto venía un enfermero y en el otro un bombero. Esperaron la ambulancia para sacarme y me llevaron al hospital”.

López recibió una noticia que cambiaría su vida por completo: las lesiones del accidente tocaron los nervios de su columna vertebral y se quedó sin poder caminar. Actualmente, no tiene sensibilidad desde el pecho para abajo y además, tiene las manos afectadas. Un problema para llevar a cabo su labor de odontólogo y sobre todo, para practicar el deporte que ama.

Junto a sus compañeros del colegio Guillermina fueron los fundadores de Ladricer Handball y al verse imposibilitado para jugar, actualmente ocupa otro rol. “No fue por elección. A partir del accidente y siempre fui técnico; primero de las formativas y después de la Primera. Al principio me costaba mucho porque pensaba demasiado y me preocupaba para que todos pudieran sumar minutos. Tenía mucha amistad con los chicos”, advierte. “Ya no puedo jugar porque no tengo la postura para agarrar una pelota. Antes lo hacía de lateral y de central. Los chicos por ahí se olvidan de que estamos entrenando y en broma les pido que me la pasen. No es que todo el tiempo esté haciendo bromas sobre mi discapacidad, pero creo que reírse de uno mismo es parte de la vida”, dice el DT.

Sin embargo, alcanzar la aceptación no fue nada sencillo. En el medio hubo depresión, ansiedad, preocupación y hasta expectativas sobre lo que podía suceder con su futuro. Eso sí, jamás perdió las esperanzas de volver a caminar.

“El médico que me trasladaba aquel día le dijo a mi papá que tenía lesionada la médula espinal porque no sentía las piernas. Le avisaron que no se preocupe por mis piernas, sino porque salga con vida. Estuve internado un mes y me realizaron una operación en la séptima vértebra de la columna para estabilizarme. Siempre pensé que iba a poder volver a caminar. No movía nada y estuve con una herradura en la cabeza durante 20 días. Cuando me operaron no movía absolutamente nada, estaba acostado en una camilla. Jamás dimensioné que no podía volver a caminar”, resalta. “Cuando estaba en rehabilitación los que se iban tocaban una campana. Todos se retiraban en silla de ruedas, ninguno caminaba y ahí me cayó la ficha. Eso fue un golpe anímico tremendo, pero a veces lo necesitás”, agrega.

Quien lo acompañó en ese duro momento fue nada más y nada menos Constanza, su compañera de vida.

Al ser consultado sobre cómo recibió Constanza la noticia, López admite todos los interrogantes. “La debería responder a esa pregunta es ella. Me imagino lo que se le debe haber cruzado en su cabeza. Una vez, un amigo me dijo que él admiraba mucho lo que vivió ella. En ese momento, le dije a ella que debía hacer su vida, que tenía que formar una pareja con otra persona, que debía formar una familia. Pero ella nunca puso en duda nada. Es admirable”, afirma con una enorme sonrisa.

Justamente ese amor que se tienen como pareja culminó en Felicitas, la pequeña hija de dos años y el gran motivo para poder celebrar la vida. “Este momento de mi vida, la verdad, es muy especial. Estoy disfrutando de ella que es lo más importante que tengo. Hablaba con mi esposa y le decía en el buen sentido que quería que no crezca más. Obviamente quiero que sea fuerte, que crezca sana y que haga deporte, ya sea hockey o cualquier otro. Quiero disfrutar y compartir con ella”, anhela López, a quien le hubiera gustado compartir cancha de handball con el más chico de sus cuatro hermanos.

Hoy, “Dani” demuestra sus virtudes como entrenador. “Me manejo mucho con la pizarra y en la cancha utilizo conos para delimitar los espacios. Con el paso del tiempo me estoy dando cuenta de que muchas veces uno explica algo y cuando lo ponés en práctica es más difícil. Sin embargo, me considero una persona con suerte. El deporte es lo que más disfruto. Dificultades siempre hay, pero se debe ser agradecido”, concluye el entrenador de Ladricer, que dejó atrás el momento más difícil y hoy lo celebra.