Las imágenes de Gaza resultantes de una operación militar ciegamente destructiva que mata a miles de mujeres y niños inocentes, atormentan a cualquier persona amante de la paz en el mundo. El nivel de destrucción perpetrado por el ejército israelí es mayor que el de cualquier conflicto reciente y ha provocado más de 22.000 muertes y una destrucción física incalculable. ¿Habrá un final para esta locura?

Se podría suponer que podría haber una pausa en la lucha para la reflexión, después de pérdidas tan enormes. Sin embargo, el 24 de diciembre, el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, declaró: “Estamos pagando un alto precio por la guerra, pero no tenemos más remedio que seguir luchando”. Y añadió: “Estamos ante monstruos”, en su mensaje de Navidad, dirigido a los cristianos de todo el mundo.

Vivimos en tiempos extraños, donde las palabras han perdido su significado original o su significado se ha pervertido. Lo que Hamas hizo fue realmente monstruoso. Pero, ¿es menos monstruosa la ofensiva militar israelí en Gaza? Más de 53.320 personas han resultado heridas, según el Ministerio de Salud de Gaza. Más de 7.700 niños han muerto, más de 8.000 niños han sido heridos, miles han quedado huérfanos. Son niños a quienes “la geografía condena a la guerra”, como escribió el poeta James Fenton en otro contexto igualmente aterrador.

Según la ONU, la situación humanitaria en la Franja de Gaza sigue siendo terrible, con la mayoría de los hospitales destruidos, mientras que casi dos millones de personas corren el riesgo de sufrir un alto nivel de inseguridad alimentaria e incluso hambruna. “La aniquilación del sistema de salud de Gaza es una tragedia”, dijo el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “No hay un espacio seguro. Punto”, dijo Mirjana Spoljaric Egger, presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja, durante una visita a Gaza el 4 de diciembre. “No he pasado por una sola calle donde no haya visto la destrucción de la infraestructura civil, incluyendo hospitales”. Como resultado del bombardeo israelí, dos tercios de los hospitales del norte de Gaza han cerrado. Según la OMS, ha habido 239 ataques contra trabajadores, vehículos e instalaciones de salud en Gaza que han matado a 570 personas desde el inicio de la guerra.

No solo se han perdido vidas durante los ataques militares israelíes contra Gaza; en Gaza también se está desarrollando rápidamente un desastre medioambiental. La contaminación del aire está muy extendida, las enfermedades transmitidas por el agua van en aumento y la vida silvestre se ve gravemente afectada. Los ataques actuales han agravado los efectos de ataques anteriores que han arrasado cientos de invernáculos y acres de tierras de cultivo. El agua subterránea sobreexplotada de Gaza ahora es no potable en un 97 por ciento.

En octubre, la organización Human Rights Watch afirmó que el ejército israelí había arrojado fósforo blanco sobre Gaza y el Líbano. Esta es una sustancia altamente tóxica para los seres humanos y el medio ambiente. Quema la carne humana, contamina las fuentes de agua y envenena los ecosistemas acuáticos. Se han destruido árboles y hortalizas perennes, privando a la gente de alimentos. Esto está sucediendo mientras el ejército israelí lanza 25.000 toneladas de bombas en Gaza, el equivalente a dos bombas nucleares, según el Euro-Med Human Rights Monitor, con sede en Ginebra.

¿Hemos perdido nuestro sentido de decencia y humanidad básicas? Mientras tanto, el mundo observa con incredulidad los ineficaces llamamientos del gobierno estadounidense a una pausa en las hostilidades y a la protección de las vidas de los civiles. En cambio, continúa proporcionando al ejército israelí armas mortíferas, burlándose de sus propias exigencias de minimizar las muertes de civiles.

Hasta el momento, no hay indicios de que exista un acuerdo entre Israel y EEUU sobre cómo proceder una vez que termine la guerra. Ehud Olmert, el ex Primer Ministro israelí (2006-2009), que tal vez estuvo más cerca que cualquier otro líder israelí de lograr la paz con los palestinos, ha propuesto la creación de una fuerza de interposición internacional en Gaza y, mientras tanto, establecer una nueva fuerza civil de administración en la Franja. Como escribió recientemente, “Ha llegado el momento. Necesitamos tomar una posición definida sin dudarlo, sin cálculos políticos sobre las encuestas de opinión y los mandatos futuros de la Knéset, e inmediatamente provocar la siguiente fase del conflicto actual: el cese de las hostilidades, el regreso de los rehenes (vivos y muertos) y negociaciones mediadas por Egipto sobre el futuro de Gaza.”

En una entrevista concedida a L’Osservatore Romano, comentó: “… el problema de Israel hoy es definir una estrategia; un horizonte. No se hace una guerra sin tener objetivos estratégicos. Tenemos el deber de pensar no en las pequeñas maniobras del mañana, sino en el futuro de nuestros hijos, de nuestros nietos. Tenemos que prepararles un futuro de paz”.

César Chelala, escritor galardonado sobre temas de Derechos Humanos, es corresponsal extranjero de The Middle East Times International (Australia) y editor colaborador de The Globalist.