Toda reforma electoral debe impulsarse en años pares, porque, básicamente, en los impares se vota. Por lo menos en la Argentina, y en especial en Tucumán, es una fórmula tradicional no escrita pero que se respeta a rajatabla por la clase política; por la casta como diría Milei. Pero, he aquí que el libertario también parece adscribir a esa sentencia infalible ya que entre sus decenas de propuestas, preocupantes algunas por cierto, incluyó modificaciones de leyes de tinte electoral. Se contagió rápidamente de lo que renegaba hasta antes de convertirse en Presidente, se podría decir.
Sólo desde esta perspectiva política interesada, en cuanto a cuándo es el mejor momento para avanzar con reformas electorales, sus pretensiones de eliminar las PASO, imponer la boleta única de papel y disponer de un nuevo sistema de selección de diputados parecerían todas razonables. No lo es tanto así desde el lado de las necesidades, padecimientos y urgencias de los ciudadanos, hoy más castigados por la inflación y la irrefrenable suba de precios. A este sector cada día más grande de la sociedad poco y nada le debe preocupar con qué sistema de votación elegirá a sus representantes el año que viene.
A estos nuevos pobres les resulta un debate ajeno, lejano y extraño. Necesita sentir el efecto positivos de las reformas ya, no de regímenes electorales, sino de bienestar, de que puede sobrevivir, crecer y desarrollarse. Pero que sea rápido, para eso eligieron un cambio. Sin embargo, que les digan que en 15 años se van a sentir los primeros síntomas de la revolución libertaria, como lo pregona el Presidente, no debe ser precisamente un bálsamo; sino más bien un cachetazo a sus esperanzas. Los que nazcan este año, podrían disfrutar su adolescencia con un distinto, al decir de Milei; los adolescentes de hoy que sufragaron al libertario rondarán los cuarenta y los mayores que lo siguieron, están casi en el filo de sus vidas.
En las votaciones de los últimos años, la ciudadanía viene manifestando en las urnas que tiene cada vez menos niveles de tolerancia respecto de las autoridades que elige; y es por eso que va mutando sus preferencias, no por cuestiones ideológicas, sino porque busca a quien le solucione prontamente sus problemas. Así eligió a Macri y luego le dio la espalda apoyando de nuevo al peronismo, y así también se desengañó de los compañeros y miró hacia el que despotricaba y denigraba a toda la clase política, a la que acusaba de todos los males argentinos. Como refirió un analista político, en poco más de veinte años la ciudadanía pasó del hartazgo de pedir que se vayan todos, en 2001 -porque no daban con la tecla para superar la crisis-, al que venga cualquiera, pero que la salve del desastre. No votó por una ideología, reaccionó contra la dirigencia política y la castigó votando a Milei.
Entre los de la “casta” algunos rápidamente se subieron al tren de la victoria ajena, sin haber sido parte del experimento libertario, aunque sí en parte responsables de la caída argentina. La otra parte, el peronismo, quedó donde el balotaje lo depositó: en la vereda opositora, y al parecer la única oposición fuerte, porque el macrismo se alió a La Libertad Avanza, con lo que certificó la defunción de Juntos por el Cambio. El radicalismo, si juega en bloque, podría ser el gran árbitro político e institucional de los tiempos por venir y el que mejor usufructo a futuro podría sacar; lo que depende de si decide mimetizarse y seguir a Milei y su extremismo ideológico o de si buscan ser una opción de poder.
Observar cómo se plantan frente a la cientos de iniciativas del oficialismo en el Congreso dirá mucho de hacia dónde correrán finalmente los correligionarios. Es decir, qué posición asumen frente a las propuestas más polémicas del mega decreto o la de ley Ómnibus, algunas de las cuales fueron objetadas en la Justicia, no precisamente sobre las iniciativas de tinte electoral, que son secundarias frente a la crisis socioeconómica del país.
El argentino que mete la mano en el bolsillo -la víscera más sensible del hombre, como decía el líder de los peronistas- y lo siente cada vez más vacío, el que se va empobreciendo día a día y el pobre crónico, no deben prestarle atención a estas cuestiones que lo tienen como protagonista únicamente cada dos años. Ahora, muchos necesitan comer. El dirigente, esa casta especial y tradicional en sus costumbres, sí puede darse el lujo de pensar en cuestiones electorales y hasta avanzar en las proposiciones de Milei. ¡Si este es año par!, el año en el que se impulsan las reformas de las leyes electorales, en los que siempre deben modificarse las reglas de votación, especialmente cuando se está en el poder. El libertario lo está, y se contagió, y no escapó esa lógica: arrojó al Congreso la responsabilidad de avanzar con los cambios; allí están los que más saben sobre promover y debatir al respecto.
Vayan algunos datos, en Tucumán la ley de Lemas se aprobó en 1988, en 1994 se aprobó la reelección presidencial a causa del Pacto de Olivos -al año siguiente Menem fue reelecto-, en 2006 se incorporó a la Constitución tucumana la reelección y el sistema de acople -al año siguiente triunfó Alperovich-, ¿2024 será el año de las modificaciones de Milei y de la posible eliminación del sistema de colectoras en la provincia? Es un año par; por lo tanto cumple con los requisitos no escritos.
Sin embargo, el clima social puede empañar este debate secundario ya que la ciudadanía puede interpretar que los que tienen que sacarlos de la crisis siguen velando por sus propios intereses. Que les dan la espalda. Aquí surge, y ya es reiterativa, la pregunta inevitable: ¿cuál es el nivel de tolerancia de la sociedad y cómo se manifestará ese probable malestar si el bienestar general no comienza a sentirse ni a vislumbrase en el corto plazo?, ¿en las urnas o en la calle? Por ahora el disgusto sectorial se está expresando en la Justicia, aunque la CGT nacional igualmente convocó a una expresión de protesta para el 24. Ese día puede ser un punto de inflexión.
Subrayamos que el tratamiento de los temas electorales hoy son secundarios frente a la magnitud de la crisis, porque a la mayoría de la población ni le debe interesar esta discusión, sus prioridades no pasan por allí, sino por ver cómo llegan a fin de mes. Pero caben hacer consideraciones sobre lo que impulsó Milei, porque dispone cambios que muestran que algunas tienen mucho de improvisación y que otras iniciativas no son ingenuas y que vienen con intereses ocultos.
En lo de la boleta única de papel, que se ejecuta con éxito en Córdoba y en Santa Fe, hay coincidencias en el plano político y hasta tiene desde hace tiempo media sanción en Diputados; sólo queda que lo trate el Senado. Por ahí se podría avanzar sin mayores inconvenientes. En la propuesta para crear circunscripciones electorales para elegir diputados se advierte que no se han tenido en cuenta algunos aspectos, como la ley de cupo. Por esta propuesta Tucumán podría pasar a tener 10 candidatos a diputados (uno por cada 180.000 habitantes) y, por lo tanto, 10 circunscripciones.
Básicamente, el Gobierno nacional dividirá al territorio provincial en 10 secciones, y por cada una de ellas surgirá un diputado. En cada una de ellas deberán anotarse listas de candidatos con un titular y un suplente, cada uno de un género distinto. Es este detalle parece respetarse la ley de cupo; sin embargo, apunta que cuando el titular renuncie -por ejemplo- será sustituido por el suplente. Actualmente, la legislación determina que ante una dimisión, el puesto debe ser cubierto por una persona del mismo género.
Con la eliminación de las PASO, como se propone, suceden un par de situaciones llamativas. Cuando se sancionaron las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias en 2009 (ley 26.571 de democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral), se justificó la necesidad de que la ciudadanía independiente se involucrara en las internas de los partidos políticos a la hora de elegir sus candidatos. De esta manera, se reducía el margen de maniobra de los que dirigían una organización política, pues no se encerraban en sus propios límites partidarios, sino que se abrían las puertas para que los no afiliados también decidieran por una opción distinta rompiendo la influencia de los que estaban al frente del partido. Una forma de debilitar, supuestamente, a las castas partidarias.
Ahora bien, si las PASO se eliminan se volvería al viejo esquema de internas cerradas donde, nuevamente, la casta de cada estructura supuestamente se impondría. Entonces, ¿se quiere atacar y debilitar a la casta o no? El otro aspecto, interesante, es que las PASO también surgieron para evitar el financiamiento de sectores privados -no controlados por el Estado- para favorecer a ciertos candidatos. Recuérdese que el empresario Francisco de Narvaez le ganó Néstor Kirchner en una elección en Buenos Aires, en 2009. Con la ley, todo el financiamiento era público y acotado, nada de ventajas para nadie. Ahora bien, si se eliminan significa que habría candidatos que pueden obtener financiamientos ilimitados para su campaña. ¿Es lo que pretende Milei?, ¿beneficiarse? Una suerte de libre mercado electoral, donde se podrá invertir lo que se quiera, sin ninguna regulación e influencia estatal, en tal o cual candidato.