Si algo se le debe reconocer al Presidente en ejercicio es su osadía. Ningún jefe de Estado, desde el retorno de la democracia, había sido tan audaz en su campaña y, más aún, en los primeros días de su gobierno. Javier Milei irrumpió en la política como un forastero que ingresa a un pueblo en el que no es bienvenido. Golpeó puertas, pataleó y gritó. Ya adentro se suavizó, buscó vecinos y se relacionó. Con el imán que representa lo desconocido cautivó y se quedó con el premio mayor. Lo que aún no se sabe es cómo será la despedida de un lugar que ocupa y que, claramente, le resulta ajeno.

El inquilino del sillón de Rivadavia nació el 22 de octubre de 1970 en Buenos Aires. Estudió Economía en la Universidad de Belgrano y suma posgrados en Teoría Económica y en Economía. Tiene 53 años, es católico noájida y aspirante a judío. Ideológicamente se define como liberal libertario. Es líder de La Libertad Avanza, fuerza política creada en 2021.

Previo a su llegada a la política fue arquero en las divisiones inferiores del club Chacarita (1987) y pasante del Banco Central de la República Argentina (BCRA) entre 1992 y 1993. Un año después, fue asesor del militar y ex gobernador de Tucumán, Antonio Bussi, en el Congreso de la Nación. Entre 1996 y 2002 trabajó como economista senior del Banco HSBC y entre 2002 y 2003 fue economista jefe de Máxima AFJP. Al año siguiente fue coordinador del Estudio Broda, mientras que en 2007 se desempeñó como asesor del Gobierno Argentino en el Ciadi. Desde 2007 trabajó como escritor y conferencista; sus últimos escritos fueron “El camino del libertario” y “El fin de la inflación”. También fue economista jefe de la Fundación Acordar (2013-2016) y de Corporación América (2008-2021). Fue profesor universitario hasta 2018 y también participó en la obra de teatro “El consultorio de Milei” ese mismo año.

EN TUCUMÁN. En campaña, a Milei lo flanquean su hermana Karina (semitapada) y Ricardo Bussi. LA GACETA/FOTO DE ANTONIO FERRONI

En 2021, año de su aterrizaje en la política formal, fue electo diputado nacional. Dos años después le birló la Casa Rosada al peronismo, derribó mitos electorales del país, como la territorialidad y la necesidad de contar con un aparato, y sacudió los cimientos del statu quo institucional.

Es cierto que Milei fue morigerando su discurso a lo largo del año. De los gritos en los estudios de televisión y redes sociales pasó a un trabajo de orfebrería electoral. Buena parte de su armado en Provincia de Buenos Aires se lo debe al peronismo del que tanto despotrica y gran parte de su arribo a la Presidencia se lo debe al macrismo, que le adosó su alicaído caudal electoral. Así, con puñados tomados de un lado y de otro, completó lo que le faltaba para cumplir un objetivo que asomaba en sus inicios más como una quimera que como una posibilidad. El libertario es presidente porque le puso nombre y apellido al “que se vayan todos” y porque supo, cuando fueron los momentos, aprovecharse de la casta a la que prometió combatir.

Esto último echa por tierra esa idea instalada de que es un loco suelto, inestable y poco pragmático. Nada más alejado a lo que, hasta aquí, ha demostrado. El actual Presidente tiene más claro lo que pretende que muchos de quienes lo rodean. De otra manera no se explica su tiempismo político, utilizado con un oficio envidiable para un novato.

Contrastes

Sus primeros movimientos en el despacho que da a la Plaza de Mayo son un reflejo de la vorágine que acompaña su carrera. Con la misma desfachatez con la que entró a la fauna política sin que nadie lo invitara, adoptó medidas que implican un cambio institucional, económico y cultural histórico en la Argentina. Algo así como si alguien dijera que para cambiar un baño o arreglar las pérdidas en las cañerías hay que voltear la casa y hacerla de nuevo. El Presidente representa ese desequilibrio en este momento. Lo interesante es que esa postura ya no sólo es gestual: es un diseño de políticas públicas concreto.

Dicho esto, hay que dar paso a la pregunta inevitable.  ¿Le alcanzará? El 56% de los votos que obtuvo en noviembre le dieron una legitimidad y un empujón innegable, pero no suficiente. Milei está dispuesto a avanzar a los empujones y a los topetazos.