El amor a primera vista es ese flechazo que cautiva a una persona de un momento a otro, y Leonardo Monje tuvo esa sensación con el fútbol. El segundo refuerzo de San Martín se enamoró de la pelota cuando tenía apenas cuatro años, y con el paso del tiempo empezó a forjar su carrera como profesional. Eso sí, con algunos altibajos y mucho sacrificio.

“Cuando era chico mi mamá me había llevado a bailar folclore junto a mi hermana, y al frente estaban jugando al fútbol. Automáticamente le dije que quería ir ahí y ella se acercó a preguntar cómo debía hacer para que yo empiece”, le cuenta Monje a LA GACETA sobre su primer contacto con el balón. Sin embargo, recién pudo hacerlo de manera regular a los 10 años. ¿El motivo? no tenía el sustento económico para llevarlo a cabo con normalidad.

“No teníamos vehículo propio, entonces teníamos que manejarnos en ómnibus, o en su defecto caminar muchas cuadras. A veces ni para el colectivo nos alcanzaba. Por eso todo el esfuerzo que hago día a día se los debo a mis padres que me ayudaron mucho”, asegura el volante de 21 años que peleó desde muy chico con un sólo objetivo: ser futbolista profesional.

Si bien su deseo de tener éxito jamás estuvo en duda, debió recurrir a otros trabajos para poder ganar dinero y, de esa manera, sacar adelante a su familia. Vendió pollos asados, repartió folletos y hasta lavó autos junto a uno de sus cinco hermanos. “Mi hermano Diego, que actualmente me está acompañando en Tucumán, tenía un lavadero y yo lo ayudaba. Además, mi cuñado repartía pollos en una camioneta y también le colaboré. Siempre con el objetivo de conseguir alguna moneda y poder ayudar en casa. Hacía lo que se podía”, sostiene “Negro”. “En todo eso estaba el fútbol como mi primer objetivo. Quería jugar en Primera y por suerte se dio. Estoy en el camino de seguir creciendo y aprendiendo”.

En “La Agustina”, predio de Instituto, Monje fue dirigido por varios entrenadores, “De todos traté de aprender algo”, asegura. Su mejor momento con la camiseta de “La Gloria” fue en 2020. Tras convertir 10 goles en las inferiores de la AFA, fue promovido al plantel profesional, que en ese entonces conducía Fernando “Teté” Quiroz, ex DT del “santo” en 2001.

“Leo” tendrá su primera experiencia lejos de Córdoba. “Cuando surgió la posibilidad, ya quería venir. En ese instante, mi mamá habló conmigo y me dijo, ‘si vos sos feliz, yo soy feliz. Sea cual sea la decisión que tomés, te voy a acompañar”, recuerda casi con la voz entrecortada. “Si no fuera por ella, no sería nadie. Ella me acompañaba a los entrenamientos, hizo un gran esfuerzo. No me quedan dudas de que va a estar en los partidos en La Ciudadela”.

Lograr destacarse en el fútbol no fue nada sencillo para él. Sin embargo, esa entrega a la hora de jugar le permitió entrar en el radar de San Martín. “Estoy muy feliz de llegar a un club tan grande como San Martín. Vengo con el objetivo de sumar minutos y lograr el ascenso”, advierte el jugador que quedó enamorado de La Ciudadela. “Me tocó conocerla cuando jugué con Instituto. La gente es una locura; es hermoso”.

En el momento en el que estampó la firma, nadie podía borrarle la sonrisa. Tanto que si debe hacer un balance de su año, llegar a Bolívar y Pellegrini fue lo más positivo que le pasó durante el último tiempo. Su sobrino falleció hace tres meses, lo que significó un golpe durísimo para toda su familia. Sin embargo, intentó mantenerse fuerte y plasmar esa valentía dentro de un campo de juego. “Teniendo en cuenta mi pasado, obvio que se disfruta llegar a un club como San Martín. Pero mi año fue bastante duro. Como familia tuvimos la pérdida de mi sobrinito hace tres meses y fue muy difícil. Todavía estamos intentando recuperarnos del golpe. Llegar aquí es algo lindo, un desafío para intentar salir adelante y seguir creciendo”, concluye Monje, que sabe lo que es pelearla desde abajo y superar miles de escollo.