Para ensayar el siempre arriesgado viaje de la poesía a la novela, Aníbal Costilla eligió un transporte conocido. “Combi” (editada por el sello tucumano La Papa) desanda cientos de kilómetros por las rutas santiagueñas, mientras a bordo se multiplican historias, diálogos y personajes. Detrás están las experiencias del escritor, sus recuerdos a bordo de aquella combi que lo llevaba de El Mojón a la capital santiagueña, el humor, la nostalgia y su mirada de ese micromundo radicado en el “interior del interior”. De esto habló Costilla con LA GACETA, y también de su opinión sobre las letras del NOA, una escena de la que es parte importante.

- ¿Cómo surgió la historia de “Combi” y de qué manera la fuiste trabajando?

- Fue hace un par de años. Soy docente y me tocaba viajar desde mi pueblo (El Mojón, en el departamento Pellegrini) hasta la capital de Santiago del Estero, distante a más de 220 km. Es verdad que existían, y existen hoy, otros medios de transporte, pero la combi era la que solíamos elegir con más frecuencia. Nos permitía ir más cómodos, con la ventaja de que nos recogía desde nuestro domicilio. Tiempo después comencé a pensar en la escritura de esa experiencia. Empezó como un informe breve y metódico sobre aquello que ocurría durante los viajes, y con el pasar de las páginas escritas fue tomando otra dimensión. Hasta que fueron apareciendo las primeras ideas sobre la novela, porque tenía la certeza de que debía ser una novela esto que empezaba a tomar forma. No fue fácil, ya que no tenía material de apoyo y no sabía cómo seguir. Es muy escasa la literatura sobre viajes o al menos yo no pude encontrar nada interesante para guiarme. Pero no renuncié a la escritura.

- ¿Cuál es tu experiencia con la geografía profunda santiagueña y cómo influyó en el relato?

- Vivo en el interior del interior del país, en el interior profundo de Santiago del Estero, formo parte de esta región de geografía escabrosa y silvestre. A pesar de que, con el tiempo, la mano de los empresarios fue modificando el monte y la soja empezó a comérselo (como dice una canción del folclorista Chingolo Suárez), aún persiste un poco de ese espíritu en estos lugares alejados de los centros urbanos. Hoy la ciudad ha crecido, pero aún carece de un sentido de progreso sustentable, que no dañe al medio ambiente, y que atienda a las necesidades de los pobladores. Quizás peco de idealista, pero no hemos sobrepasado el estado rural que aún sigue siendo conflictivo. La naturaleza de la región es benévola, pero la impericia y la desmedida ambición empresarial atentan contra ella de forma casi irreversible. No falta mucho para sufrir sus consecuencias. Esto se encuentra presente en el relato, aunque al comienzo se precise que, cuando se viaja en combi, no se puede ver el paisaje. Pero ese es un modo de cerrar los ojos un momento y dejar que ocurran otros fenómenos alrededor, porque sabemos que afuera sigue todo como está, aunque mañana despertemos y notemos los cambios que, de un momento a otro, pueden ocurrir con seguridad, y para nuestra solitaria resignación.

- ¿Qué encontrará el lector apenas suba a esta “Combi”? ¿Y hacia dónde pretendés llevarlo?

- Se encontrará, principalmente, con dos personajes asombrosos. Ellos conversan sobre una gran cantidad de asuntos, y es esta diversidad temática, justamente, lo que los hace interesantes. Monssat es docente, y Montecristo, profesor y escritor. De ese encuentro surgen los más extraños cruces de posturas, ideas de la vida, entusiasmos y decepciones, y las historias que constituyen sus vidas. Al parecer, estas simples personas, aunque diferentes, tienen mucho en común (también las tienen los demás pasajeros, que son vistos por ellos como puntos reveladores de los cuales obtener análisis, historias, y hasta algunos chismes inverosímiles). Lo que pasa es que si no los escuchamos hablar nunca podremos saber quiénes son en verdad, qué ocultan, qué tienen para ofrecernos a nosotros, espectadores nocturnos en esta combi que llega a la terminal cuando el sol asoma sus primeros rayos entre medio de los edificios.

- Es tu primera novela, aunque seguís dándole espacio a la poesía en el texto. ¿Cómo fue esta experiencia inicial con el género?

- Fue compleja. Si bien al comienzo tenía la idea de hacia dónde ir, después me desorienté. Entonces recurrí a Martín Sancia Kawamichi, escritor de Buenos Aires, con el que hice una clínica de escritura, y recién ahí pude direccionar todo el texto, y definir más certeramente el núcleo narrativo. Martín es un maestro. Escribir poesía no es fácil, pero de adolescente fui adquiriendo algún método casero: primero pensar el poema, luego escribir para pasar a la etapa de corrección. Con la novela ocurrió que a las correcciones las hacíamos casi en simultáneo. Luego yo avanzaba con las ideas que surgían de la charla con él. No fue difícil pero siempre sucedían imprevistos, textos eliminados, cambios de posturas de los personajes, ampliación de temas, nuevos relatos y situaciones para incorporar como parte del texto global, etcétera.

PORTADA. El libro de Costilla multiplica historias y personajes.

- Y luego vino el proceso de edición...

- El trabajo con Pablo Donzelli, editor de La Papa, fue de mucha lectura y trabajo fino con el texto total. El intercambio fue rico, ya que él me sugirió modificaciones muy atinadas, que yo respeté al cian por cien. Este es un libro, dicho sea de paso, de homenajes: a la gran literatura, a la poesía, a los grandes autores universales. Es un recorrido por lecturas desde la amistad, las noches compartidas con amigos lectores apasionados, como mi amigo Mario Corvalán Singh, en quien está inspirado el personaje de Miguel Montecristo.

- ¿Dónde ubicas “Combi” en tu proyecto de escritura?

- Podría ubicarla dentro de mi escritura primordial, una etapa más en este camino de búsquedas. No sé si he conseguido abrirme paso pero creo que con esta novela el horizonte es más promisorio, menos incierto.

- ¿Cuál es tu mirada sobre la producción literaria del NOA? ¿Cuáles son los temas y los estilos que notás predominantes?

- Me parece que hay muy buenas producciones en el NOA, especialmente en Salta. De Santiago no destaco nada, hasta ahora; lo poco que se hizo en la última década parece una copia ordinaria de escrituras porteñas, por más que tenga algún elemento regional o local. Ojalá pronto pueda decir lo contrario. No pude leer todavía todos los libros que se han publicado en estos últimos años (desde el 2010 hasta aquí) pero, de a poco, voy accediendo a lo mejor. Lo que sí puedo notar es que cada vez los libros intentan parecerse a lo que se escribe en Buenos Aires; los temas son similares, el lenguaje tiene vicios de las jergas citadinas, los escenarios parecen ubicarse en barrios del Gran Buenos Aires o de la CABA. Sin embargo, en este último año leí una gran cantidad de novelas y volúmenes de cuentos, y en ellos se evidencia un trabajo meticuloso, eficaz y creativo admirable, que intentan despegarse del imán del puerto. Es probable que las narrativas que se escriban a partir de ahora, tengan mucha más relevancia en el ambiente nacional que hasta ahora, que se integren a lo nacional de mejor manera, de forma más eficiente. Esto no quiere decir que no haya obras muy interesantes, quizás falta más difusión.