ENSAYO

RECURSIVIDAD Y CONTINGENCIA

YUK HUI

(Caja negra – Buenos Aires)

Cuando el conde y naturista Alexander von Humboldt visitó la selva venezolana a fines del siglo XVIII, comenzó una revolución. Su viaje implicó un giro, equiparable a Copérnico en la astronomía, que cambió la percepción del ser humano y su lugar en el universo. Humboldt propuso que el aparente desorden de la naturaleza era en realidad un todo integrado, en el cual cada individuo tenía un rol para que el todo se mantuviera en equilibrio. Para nombrar esta percepción de la ecología utilizó el concepto griego cosmos opuesto al caos. Es decir, la naturaleza se comporta como un orden dinámico donde cada individuo está conectado al conjunto.

El filósofo hongkonés Yuk Hui acuñó el concepto “cosmotécnica” para nombrar a la integración de la tecnología, lo natural y el hombre. En su tratado Recursividad y contingencia vuelve sobre los conceptos con los cuales comprendemos a los sistemas integrados para preguntarse por la aparición de nuevos aparatos tecnológicos, capaces de incorporar lo contingente. Así, la inteligencia artificial y el aprendizaje automático representan el “devenir orgánico” de los dispositivos artificiales: el instante en el que la tecnología se vuelve un ecosistema capaz de ordenar el accidente y absorber la diferencia.

De esta manera, analiza el concepto de cibernética como el estudio de las redes de información según lo definió el matemático Norbert Wiener. En este sentido, traza una línea histórica desde el idealismo alemán hasta los estudios contemporáneos de filosofía de la ciencia para concluir que la tecnología pasó de ser un sistema ordenado (programado previamente) a ser un sistema ordenante. Es decir, adquirió la capacidad de componer y ajustarse según el entorno.

En ese sentido, Yuk Hui enuncia un dilema que está en el centro de las meditaciones actuales: el futuro del ser humano depende de la integración de los dos órdenes, natural y artificial, que rompa la competencia entre la modernidad y el medioambiente.

© LA GACETA - Salvador Marinaro