Por Hugo E.Grimaldi

 

Para operar sin anestesia, la delicada situación de la Argentina hoy necesita más de un orfebre que de un chapucero. De un Messi del quirófano con 20 años de experiencia que sepa calibrar todo lo que sucede a su alrededor y elegir la precisión por sobre el revoleo o, al menos, saber qué se impone hacer en cada momento de un partido que ya se está jugando. Pero, como eso no es lo que hay y como casi no hay instancias para seguir equivocándose, porque en la camilla se revuelve expectante una sociedad demasiado triste y sabedora de que ésta es casi la última oportunidad, lo primero que surge a la vista es que el momento le impone al cirujano menos motosierra y más bisturí. Por eso mismo, chau dolarización por ahora.  

En las primeras horas de haber alcanzado lo más alto del podio, Javier Milei parece haber entendido el punto, aunque la gran pregunta que flota en el ambiente no es sólo conocer su constancia para ir decididamente para adelante, sino saber también si la sociedad está preparada para aguantar que el nuevo Presidente, en medio del duro proceso que se avecina, haga en paralelo el curso de gobernabilidad que se necesita y el postgrado de precisión que se requiere.  

Cualquiera podría afirmar que haber ganado una elección del modo en que él la ganó le tendría que dar por si solo el sustento que se necesita para amoldar sus técnicas a la hora de operar a un paciente en estado tan calamitoso. Lo que en verdad se juega ahora es saber si la Argentina está en presencia de un médico de elite o de un matasanos, quien deberá combinar sus conocimientos académicos con el pragmatismo de hacer política, habida cuenta de la falta de apoyos legislativos que tendrá.    

A propósito de las ideas de Milei y de los tiempos que él se ha planteado, la experiencia indica que en la mesa de arena, el viejo pizarrón de tiza y borrador o en las columnas del Excel todos los ejercicios son posibles, aunque para que finalmente se verifique tanta teoría en la mesa de operaciones, allí donde hay que meter mano con suma justeza, la clave está en el equipo de colaboradores y en los apoyos que se logren. Tampoco hay que perder de vista el factor humano y las resistencias que el resultado y las proyecciones de los cálculos puedan provocar en el conjunto social. No todo el recorte se le podrá cargar a la política, sino que la gente sufrirá igual.   

Tras la experiencia de Mauricio Macri, quien en 2015 planteó el famoso “gradualismo” a la hora de querer abandonar los cánones económicos, sociales y políticos que había sembrado el kirchnerismo hasta entonces, ahora el presidente electo ha dicho que su gobierno va a ir por el “shock”, aunque éste es un concepto no absoluto al que siempre se le podrá aplicar una buena dosis de sintonía fina. Es de buen conductor saber cuándo se debe levantar el pie en el acelerador, meterle en las rectas, aflojar en las curvas, escuchar a su copiloto (y ha dejado en claro en las últimas horas que hoy Macri no lo es) y tener, sobre todo, un plan de carrera.  

Milei ha planteado como esquema inicial –y así lo contó en Washington- exacerbar el ajuste y pasar por encima, inclusive, de los estándares que pide el FMI a la hora de recortar el gasto público y terminar con el aparato modo elefante que hoy tiene el Estado, bajar los subsidios energéticos y replantear la situación deficitaria de las empresas públicas. Así, él supone que la mayor inversión va a reducir el costo del capital para que, a la vez, se generen empleos genuinos, mientras que la apertura tendría que ampliar la competencia y la reducción de impuestos dar mayores incentivos. De momento, pura teoría.  

En síntesis, la idea nonata de Milei, la que se dibuja en los papers que circulan por el mundo empresario, es tratar de remediar definitivamente la cuestión del atraso vigente abriéndose al mundo, sacándole el pie encima al sector privado y liberando sus energías, terminando con las regulaciones de carácter religioso y con la “platita” emitida para exacerbar el consumo interno. Este punto de vista, algo que siempre glorificó la maquinaria kirchnerista, ha sido el modelo que llevó a tener una inflación como la que hoy existe, al freno productivo y a la terrible cantidad de pobres que deambulan sin horizonte, Es lo que básicamente han rechazado los ciudadanos en las elecciones.   

Por todos estos motivos, hay que tomar en cuenta que la primera gran parada que se juega el presidente electo desde el 10 de diciembre en adelante está sucediendo ahora mismo, a partir de la prédica insistente de Milei, dedicada a convencer a la sociedad de que el sufrimiento será corto. Es por eso, que hoy el futuro presidente trata de ponerse por delante del conjunto a la hora de hacer advertencias y repite como un karma el latiguillo de todo buen administrador: “no hay plata”.  

Los libertarios perciben que hay que tomar la iniciativa ya, antes de que la oposición más ultra, las corporaciones llenas de empresarios prebendarios, sindicalistas hasta ahora llamados a silencio o jefes de movimientos sociales que quieren seguir mojando su propio pancito busquen desestabilizarlos. O antes también de que esas quejas aparezcan en la prensa (cuando no la prensa) y el viento social gire. Nadie duda de que habrá sufrimiento, lo que no se sabe es por cuánto tiempo.  

Para cuidar este aspecto, Milei ha dejado en claro que “la única billetera abierta”, es decir la caja que no se va a tocar, es la que estará destinada a contener a “los caídos”, a quienes han resbalado hacia abajo de su escalón social y hoy se encuentran sin trabajo y sin otros ingresos posibles que, aunque pauperizados por la inflación, son aquellos que el Estado les aporta. Por eso, él ha hablado de 18 a 24 meses para contener la inflación y de un período donde la convivencia de la suba de precios con el deterioro del nivel de actividad, producto del reordenamiento fiscal que se llevará adelante, seguirá siendo moneda corriente: la llamada “estanflación”.   

Este concepto, que saltó a la cancha durante la semana que pasó a instancias del presidente electo, deseoso de impregnar reparos para preparar sicológicamente al enfermo sobre lo duro que será el proceso que se viene, fue luego retomado por Cristina Kirchner en un video que quiso aparentar casualidad, pero que fue extremadamente producido y seguramente sin quererlo quedó lleno de reminiscencias a la Cenicienta de Walt Disney (madrastra e hijas incluidas), no es nada más ni nada menos que la “catástrofe” que plantea la actual vicepresidenta.   

Lo cierto es que Milei salió a marcar que ése va a ser el estándar de los próximos meses, mientras que Cristina hizo una auto-referencia a algo que ella había mencionado, con esas dotes de comentadora que siempre tuvo. En realidad, lo que la actual vicepresidenta estaba describiendo era una situación que ya ha venido sucediendo en la Argentina desde hace más de una década. Si se observa la estadística del PBI, desde el año 2011 no hay en la Argentina crecimiento de manera sostenida y si se mira el Producto por habitante se observa un claro descenso, que pone en desventaja al país aún contra cualquiera de sus vecinos.   

En el mismo lapso, ni hay que decir cómo se comportó la inflación y el ingreso de bolsillo de la gente, otra clave del fracaso eleccionario del kirchnerismo, agravado hacia el cierre por la emisión desbordada y el resorte que decidió apretar Sergio Massa, incluido el cambiario, para simular lo que todo el mundo sabía que era un despropósito. Una pasada por el supermercado le baja las defensas a cualquiera.  

Esa patética intervención, que Cristina bien podría haberse ahorrado salvo por su deseo de empezar a echar las culpas a quien aún no asumió, no hizo otra cosa que ponerla en evidencia y marca cómo la cirujana anterior, muy a su pesar, se tiene que ir por la puerta del fondo debido al anuncio de una “catástrofe” que ya se produjo. En ese trance, Milei se calzó el guardapolvo y el día 10, banda y bastón incluidos, con su discurso en el Congreso buscará que no haya dudas sobre el estado crítico del paciente. Allí, desgranará punto por punto la herencia recibida (incluidos los últimos zafarranchos de Massa), se colocará el barbijo para empezar a operar y ¡que Dios nos ayude!