“Monoambiente (Ensayo en voces que recuerdan)” es una obra teatral escrita y dirigida por Luciana Galván, que se estrenará esta noche a las 22 en Sala Ross (Laprida 135), con las actuaciones de Camila Caram y Mariano Alo Casañas Foguet.

“María Justa vive en un pequeño departamento que alquila en el centro de la ciudad. Allí, a partir de descubrir que una persona anónima, probablemente un/a vecino/a, le ha pegado varios carteles en todo el edificio reclamándole por sus ruidos molestos, inicia una búsqueda desesperada que la lleva a develar en escena que sus sonidos son solo una mínima parte de una enorme sinfonía desastrosa en toda una ciudad, que parece nunca descansar”, adelanta la autora en diálogo con LA GACETA.

“La protagonista lleva una vida bastante solitaria. Tiene problemas para dormir, practica meditación y terapias alternativas para mantener la calma en medio de la vorágine citadina”, agrega.

- ¿Por qué abordaste esta idea, que te atrajo de la idea?

- Me interesaba abordar el concepto de crisis social de los vínculos pospandemia y sus consecuencias a nivel subjetivo. En un sistema donde se pretende fingir que todo continúa igual a como era todo antes de este suceso histórico, la pregunta que buscamos plantear como grupo es: ¿qué sucedió o qué le sucede internamente a ese sujeto, que atravesó desde sus condiciones concretas de existencia ese periodo de aislamiento social?

- ¿Hay referencias autobiográficas en el texto?

- Sí, algunas. Considero que siempre escribimos desde lo que somos y lo que vivimos, pero también la literatura y la posibilidad de hacer ficción nos permite ampliar las líneas narrativas de formas sorprendentes y jugar con eso.

- La idea de habitar un monoambiente, luego del covid, ¿cambió parte de su significado para ser algo opresivo?

- Los sujetos en ese nuevo orden que instauró la pandemia tuvimos que deconfigurarnos en nuestras estructuras anteriores, reorganizarnos al interior de nuestras casas para poder continuar medianamente con nuestras vidas y después que todo pasó, volver a reconfigurarnos en el orden anterior; pero quedaron sedimentos de todo lo vivido. Hubo consecuencias psíquicas de habernos recluido por varios meses en nuestros hábitats, donde encontramos concentrada y sin escapatoria toda esa cotidianidad que haría que la violencia y los conflictos al interior de las familias crecieran en algunos casos y que la soledad hiciera mella en los que vivían sin compañía. Trastornos para dormir, ansiedad, aislamiento social, etcétera se multiplicaron y desbordaron a gran parte de la población.

- ¿Cómo fue el proceso de ensayos?

- La obra propone un particular trabajo con la palabra, con sus resonancias y con los mundos que evoca, pero también hace hincapié en la poética que se construye desde los cuerpos, que se animalizan, que mutan, que se buscan, que se encuentran y desencuentran, que danzan. Tiene un correlato en la dinámica de trabajo que encontramos, donde si bien utilizamos el texto de una autora (yo en este caso), también trabajamos desde una dramaturgia de actuación. A partir de un entrenamiento físico y perceptivo e instancias de improvisaciones sobre el texto base, los actores fueron quienes hicieron una propuesta de actuación del mismo en los ensayos. Camila es compañera de actuación en otros proyectos que compartimos en el taller donde nos dirigen María José Medina y Sergio Negro Prina. Alo es clown, actor, malabarista, y lo conocí trabajando con la gente de Teatro al Manubrio. Ambos tienen las singularidades que buscaba para este trabajo; aceptando previamente una dirección desde afuera, llevamos juntos una investigación escénica en conjunto. Hacer teatro es siempre con otros, un trabajo colectivo y de este equipo forman parte otras compañeras que ayudaron a construir la poética que queremos presentar en escena. Entre ellas están: Anahí Guerra como asistente de dirección; Aida Navajas, actriz y arquitecta que hace la iluminación; Sofía Seidán en la escenografía; Carla Zarbá, productora y Victoria Estrella, sonidista. Gran parte del equipo tiene formación actoral para teatro, pero también se desempeña en el mundo audiovisual y hemos encontrado formas de colaboración en un diálogo que siento que recién está habilitándose en nuestra provincia.

- ¿Cómo ves el teatro tucumano?

Siento que puedo hablar más sobre el teatro independiente que es donde me muevo, y creo que la actividad ofrece una gran variedad escénica no solo en salas, sino en otros espacios alternativos como plazas o en El Piletón, por ejemplo, que es un lugar súper importante y convocante. Los artistas tucumanos son autogestivos, súper creativos y generan una movida que está en permanente auge y ebullición. Por supuesto, que también existen subsidios que son fundamentales para la actividad que realizamos como los que otorgan el Ente de Cultura de la Provincia y el Instituto Nacional del Teatro.

- ¿Crece el cruce de saberes y experiencias?

- Siento que se están dando encuentros con gente de otras disciplinas como el cine y las artes plásticas, y que está hermoso hacer teatro en Tucumán, donde nos toca vivir situaciones a veces muy absurdas, extrañas o conmovedoras y que esta tierra nos lleva a generar poéticas muy singulares.