El sol cae sobre el césped, que emana “ese” olorcito a verano. Los pájaros cantan y alguna ráfaga de viento mueve los árboles y rompe el silencio de la siesta. Pero cuando el reloj marca las 15, se comienza a ver un movimiento bastante inusual para este momento del día: el Hogar San Roque se llena de vida. Las huéspedes salen de sus salas para una actividad que las divierte, las entretiene y las mantiene ocupadas -dicen-. Como cada viernes, un grupo de ceramistas llega para brindarles un encuentro único, en el que cada una de ellas deja volar su imaginación y descubre una veta artística oculta hasta ahora. “Nunca había hecho esto. Mi vida ha cambiado al venir al hogar, y estoy maravillada con la cerámica”, dice Alcira Carmen Abregú (82). Y como ella, todas están felices. Aprendiendo algo nuevo “a esta altura” de la vida. Evidentemente, nunca es tarde.

La cita es a las 15.30, pero las mujeres se preparan desde antes. Alcira, por ejemplo, está lista desde temprano. A la siesta reza la coronilla del Rosario y sale para la sala. “No duermo siesta, me gusta trabajar, me gusta hacer cosas, y me gusta el fútbol”, cuenta. Ella, por ejemplo, se ha descubierto buena en la cerámica porque toda su vida ha sido cocinera. “Las chicas (las voluntarias que dan las clases) me decían que tengo facilidad para hacer las pelotitas de arcilla. Y claro... si he hecho toda mi vida albóndigas y masa para empanadas”, comenta. En estos encuentros ya ha hecho cuencos y otros productos. Pero la tarea es libre: cada una puede hacer lo que quiera. Lo importante es dejar volar la imaginación.

ENTUSIASMO. Las huéspedes salen de sus salas para una actividad que las divierte, las entretiene y las mantiene ocupadas, según nos cuentan. la gaceta / fotos de Ines Quinteros Orio

La sala en la que se dan los encuentros -recientemente inaugurada- es una donación de la familia Bugeau. Allí se dispone todo para la jornada: las mesas están cubiertas por papel de diario y en cada una de ellas se ubica una porción de arcilla para moldear y otros utensilios para la clase. En esta ocasión, especialmente, hay además unos pequeños círculos: la propuesta de hoy -cuenta por micrófono Gerardo Albarracín, médico, ceramista e ideario de la tarea comunitaria- es hacer elementos navideños: una estrella para el árbol, un producto de cerámica navideño, un pesebre o lo que se les ocurra a “las chicas”.

Un momento de alegría

Con la consigna dada, todas ponen manos a la obra. Las dificultades desaparecen, los dolores se olvidan y la edad se vuelve un accesorio. Isabel Sfer cumplió 88 en septiembre y participa desde el primer encuentro. Está haciendo un arbolito de navidad, porque al pesebre lo hizo en una clase anterior. “Ya he hecho una taza de café, con el platito y todo, una tinaja y hasta un monito, porque me sobró arcilla. Jamás había hecho cerámica; sí pintaba tela y hacía flores con medias. También toco la guitarra, además hacemos periodismo, grabamos radio y hacemos teatro acá -relata su agenda repleta-; lo que más me gusta es ver cómo al hornear todo queda como una porcelana. ¡Uno no se imagina que lo que hace va quedar tan lindo!”.

Se nota que las mujeres disfrutan la actividad. “En este momento la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el arte como actividad terapéutica. En lugares como hospitales y geriátricos, las personas pueden y deben hacer arte, porque es parte de una expresión, no como un entretenimiento. Para las personas mayores es importantísimo, porque hacer arte significa que están haciendo algo; se sienten vivas y útiles”, reflexiona Gerardo. Él, ceramista, comenzó estas jornadas en una clínica de reposo en 2019. Estaba solo; ahora lo acompañan seis voluntarias. “Este año empezamos con la experiencia en el geriátrico; y seguramente la tercera experiencia sea con chicos especiales. Elegimos a este tipo de personas porque la cerámica es una forma de expresión para la que no hay exigencia ni técnica [...] eligen lo que quieren expresar y ya está. Queremos que éste sea un momento en el que se sientan felices; porque los espacios donde estas personas viven pueden no ser siempre felices, pueden atravesar momentos de soledad”.

El grupo que dicta los talleres está compuesto por ceramistas. “Cada uno trabajaba en su taller, pero nos pareció interesante juntarnos y llevar esta terapia de la arcilla a lugares como este. Ellas no tendrían acceso a esto de otra forma; y creemos que a través de la cerámica puede salir toda la angustia y todo el amor. Se plasman muchas cosas y ellas pueden explotar hasta lo que tienen reprimidos, quizá alguna ha sido una artista frustrada y acá pueden expresarse. Ellas hablan a través de las manos, que son sabias; no piensan en la condición de salud de cada una. Las manos sólo se expresan”, agrega la arquitecta (y ceramista) Julieta Guardia Boggiatto. “Y también es importante para nosotros. Es dedicar tiempo a las personas que lo necesitan; al principio quizá te vas angustiado, pero después muy contento porque ya has generado, al menos, un día diferente para alguien”, añade. La actividad es realizada por los voluntarios de forma 100% gratuita. La Sociedad de Beneficencia de Tucumán (que tiene a cargo el hogar) presta el espacio y dona los materiales para la realización del taller. Además de toda la asistencia necesaria y la compañía, por supuesto.

Voluntariado

Y claro que les cambia el humor a las chicas. Dora Argentina Villafañe (74) está muuuuy concentrada en su súper pesebre. “Espero todos los viernes para venir. Yo, de joven, trabajé en una finca, nunca había tenido la oportunidad de hacer manualidades, y ahora sí. Y me encanta”, relata mientras con un palillo le hace los ojos, la nariz y la boca a sus José y María.

“A mí nunca me había interesado, pero descubrí que me gusta. Y me sirve para tener la mente ocupada en algo. Me levanto más contenta, más alegra, porque sé que voy a venir”, añade Rosario Elvira Madrid (66) mientras “chusmea” con sus amigas. Una de ellas es Virginia Díaz Huidobro (68), que había probado el tejido, pero ahora descubrió una nueva pasión.

Una vez que la tarea ya está terminada, sigue la fiesta. Primero, los ceramistas recogen los trabajos de las chicas para luego hornearlos. Cuando ya están separados, se abre el micrófono: una de las huéspedes se anima a cantar un tango, otra una zamba... Porque, por supuesto, la cerámica sólo es una excusa para divertirse y para compartir un momento diferente. Ah, pero eso sí: no se quedan mucho tiempo más, porque no quieren perderse la novela de la tarde...