TESIS

MINOTAURO. UNA ODISEA DE PACO PORRÚA 

MARTÍN FELIPE CASTAGNET

(Tren en Movimiento - Buenos Aires)

Cuando me enteré de la existencia de este libro, supe que debía leerlo. No solo porque siempre me atrajo la ciencia ficción, sino porque corrí a mi biblioteca y, efectivamente encontré un libro editado por la mítica editorial Minotauro. ¿Cuál? Pues La naranja mecánica de Anthony Burgess. Mi memoria no me había jugado una mala pasada, efectivamente, yo era uno más de los muchos lectores que a lo largo de los años de trayectoria de Minotauro había consumido algo de su extenso catálogo.

El libro tiene como base la tesis de doctorado en letras del autor, pero dista muchísimo de una prosa académica aburrida y desapasionada. A Castagnet le gusta la ciencia ficción, le fascina Minotauro y admira a Paco Porrúa. Y se nota.

A lo largo de cinco capítulos el autor nos envuelve en un viaje a un mundo en el que se cruzan la sagacidad de un editor que recomienda ser invisible, el diseño audaz y disruptivo para la época, el enorme trabajo de traducción en tiempos donde no existía la inteligencia artificial y, por supuesto, las idas y vueltas económicas, sociales y políticas de nuestro querido país con su impacto en la industria editorial. Advierto que hay capítulos para todos los gustos.

Si tiene interés por el género de la ciencia ficción, el autor le da el contexto al nacimiento de la editorial con un pormenorizado detalle del desarrollo, tanto en Estados Unidos como en Argentina.

Si quiere conocer al hombre detrás de la editorial, el autor le dedica todo un capítulo a la vida y obra de Paco Porrúa: su trabajo en Editorial Sudamericana, sus mudanzas en Argentina y en España, su particular forma de editar, su ojo clínico para las elecciones, su locura por la traducción, al punto de dedicarle doce horas seguidas… Sin duda, un personaje que cumplió con su recomendación: hacerse invisible.

¿Pero qué publicó Minotauro? ¿Por qué es tan especial? Son preguntas válidas que pueden responderse con la mera enumeración de autores que hablan por sí solos: Ray Bradbury, Julio Cortázar, Úrsula K. Le Guin, Italo Calvino, William Golding, Kurt Vonnegut Jr., J.G. Ballard, Stanilav Lem, Mario Levrero, Angélica Gorodischer, Arthur C. Clark, Richard Matheson, Philip K. Dick y el que tuvo su propia biblioteca, J.R.R. Tolkien. La lista es asombrosa y no es estrictamente de ciencia ficción, sino de calidad literaria. Si bien hoy cualquier editor publicaría a esos autores, la elección no lucía tan sencilla en la época en la que lo hizo Porrúa.

El otro punto altísimo de Minotauro fueron las traducciones. Gran parte de su catálogo fueron traducciones del inglés, muchas de ellas por el propio Porrúa, escondido detrás de heterónimos ingeniosos.

Por supuesto, no podía obviarse el particular diseño de las portadas de los libros de Minotauro, que pasó por varias etapas, donde diversos artistas hicieron de las suyas, aunque todos recuerden las primeras ediciones con diseños abstractos (todo lo contrario de las tapas de la pulp fiction con hombrecitos verdes y naves espaciales).

Todo lo bueno termina y Minotauro no fue la excepción. Al ser comprada por Planeta, a la que le interesaba hacerse con ella solo por los derechos de la obra de Tolkien, el monstruo se perdió en el laberinto de la comercialización editorial actual. Solo queda la nostalgia y este libro para recordar la aventura, perdón, la odisea, de Porrúa.

© LA GACETA - Agustín Eugenio Acuña.