En el barrio de Villa San Antonio, a pocas cuadras de la plaza principal de Salta, albergaba un templo Umbanda, donde se gestaban terrores ocultos tras una fachada de espiritualidad.
Jorge Juan Soria Villalba y su pareja, María Ester Arroyo, se presentaban como líderes espirituales bajo los títulos de "Pae" y "Mae". Sin embargo, el tribunal falló y reveló la verdad detrás de las paredes de aquel santuario, condenándolos a prisión por casi cuatro años de torturas y explotación sexual.
La víctima, identificada como N.A., rompió el silencio y compartió los horrores que sufrió en una entrevista con TN.
Además, cuestionó el beneficio de prisión domiciliaria para los condenados y criticó la "baja" pena que recibieron por el delito de "trata de personas con fines de explotación sexual agravada por intimidación, vulnerabilidad de las víctimas y ser los imputados ministros de un culto religioso".
Cómo fue captada e introducida al ritual Umbanda
"Llegué a ellos quebrada espiritualmente, y me destruyeron", expresó.
Su acercamiento al templo fue impulsado por la curiosidad, inducida por una sobrina devota de San La Muerte. La primera impresión fue positiva, pero la realidad se oscureció rápidamente. "Hacían un trabajo de hormiga para sacarte información con la excusa de ayudarte", reveló N.A.
La víctima, vulnerada emocionalmente tras un divorcio conflictivo, se sumergió en el credo Umbanda, desvinculándose de su familia y entregando todo lo que tenía a los líderes del culto.
"Fue algo diferente, pero al principio todo era lindo. Ellos (Villalba y Arroyo) eran supuestamente videntes y ayudaban a la gente", recordó la víctima.
Cuando expresó su deseo de iniciar una relación, las condiciones impuestas por los líderes eran explícitas: cambiar de "trabajo". A partir de entonces, los "viajes de trabajo" se transformaron en pesadillas de explotación sexual.
Explotación sexual y tortura
N.A. detalló cómo debía atender a 20 clientes diarios, entregando un porcentaje de sus ingresos a Villalba y Arroyo. Las señales de alarma se intensificaron cuando, tras dos años, intentó ver a su hijo y sufrió represalias.
"Fue muy difícil contar en pocas palabras lo que me hicieron", advierte.
Las "sesiones" de tortura, llamadas así por los líderes, alcanzaron niveles inhumanos. Desde beber whisky con ají hasta caminar sobre brasas ardientes, los castigos eran diseñados para "corregir" a los desobedientes.
La víctima recordó el momento en que "echaron tierra de cementerio encima, me quemaron y me hicieron cortar las manos y la boca". Estos horrores la llevaron al límite, pero la pérdida de su padre finalmente la impulsó a enfrentarse a sus captores.
"Salí de ahí con una mano adelante y otra adelante", aseguró la mujer.
Cómo escapó de sus captores
N.A. escapó del infierno con "una mano adelante y otra adelante", llevando consigo los traumas que tardó en reconocer. El respaldo de un exmiembro del culto y la intervención de la Defensoría Pública de Víctima fueron cruciales para su liberación.
Condena y reparación
En el juicio que condenó a Villalba y Arroyo, se fijó "una reparación integral de 12.357.632 pesos", una cifra destinada a reponer las cosas al estado anterior a la comisión del delito.
La Justicia además condenó a penas de 9 y 8 años de prisión a Jorge Soria Villalba y María Arroyo, por el delito de trata de personas con fines de explotación sexual agravada por intimidación, por la vulnerabilidad de las víctimas, por su consumación y por ser los imputados ministros de un culto religioso, en concurso real con lesiones leves perpetradas a dos víctimas.
El fiscal destacó la complejidad del caso y la importancia de proteger a la víctima. En la memoria de N.A., la vergüenza recae sobre aquellos que la destruyeron, pero su valentía resuena como un testimonio crucial contra la impunidad.