Los clubes de barrio cumplen una tarea fundamental en todo el país, sobre todo en las zonas más vulnerables. Es allí donde se conjugan actividades deportivas con sociales, culturales y educativas, transformando a esas instituciones en verdaderos focos de formación y en herramienta fundamental para sacar a los chicos de la calle y alejarlos de peligros tales como las drogas.

Según las páginas fundacionales de estos organismos, “en Argentina la finalidad que persiguen los clubes de barrio no es el lucro, sino fomentar la práctica deportiva, las actividades culturales, el fortalecimiento de los lazos sociales”. En 2004, el director Juan José Campanella mostró en “Luna de Avellaneda” el devenir de un club de barrio y sus múltiples beneficios, pero que ante una aguda crisis económica debe ser demolido para reconvertirse en un supermercado, con las implicancias que eso conlleva para los vecinos y la vida social de la zona.

En Tucumán la actividad de los clubes es clave. No se habla de grandes instituciones sino justamente de pequeños lugares que pueden albergar una cancha de básquet/vóley, o una de bochas, tal vez algo de fútbol, ajedrez u algún otro juego de mesa. El problema es que si con la crisis económica los clubes de barrio ya tenían una situación lamentable, la pandemia terminó por hundirlos. Se trata de instituciones que se financian fundamentalmente con el aporte de los socios. Muchos de ellos además tienen un “padrino” político que ayuda con donaciones pero hoy se les hace casi imposible subsistir por la falta de recursos.

Hace pocos días se informó de la situación del Complejo Muñoz, en avenida Juan B. Justo al 2.500. No es específicamente un club de barrio. Pero tiene actividades que concitan el interés de una de las zonas más vulnerables de la capital como es Villa 9 de Julio. Hoy se conserva gracias a los propios vecinos. Cerca de allí, en Maipú al 1.500, está otro club, “13 de Mayo” que intenta mantenerse a fuerza de voluntad, algo similar a lo que ocurre con otro histórico como “Redes argentinas” en Blas Parera al 100. Están todos ubicados en la misma zona, y tienen las mismas dificultades.

La Secretaría de Deportes, en un trabajo mancomunado con los ministerios de Obras Públicas, de Educación y de Salud, debería organizar un plan para ayudar a estas instituciones que cumplen con una función clave como es ayudar a los niños de bajas condiciones económicas. En ese sentido, la labor de la Secretaría de Lucha contra las adicciones se sustenta en estos clubes, que deberían contar con especialistas que promuevan actividades para evitar que los chicos caigan en la droga. Desde todo punto de vista, los clubes de barrio merecen la ayuda del Estado por la función clave que desarrollan.