Por Abel Novillo

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Hacia enero del año 1817, encontramos el primer antecedente sobre la existencia de una cafetería pública en nuestra ciudad la que, seguramente, respondía a necesidades de los parroquianos de esos tiempos.

Su propietario, y el precursor de esa actividad gastronómica en nuestro medio, era el señor José Regis, vecino conocido y caracterizado de la ciudad.

Sobre esta inédita actividad,  se encontró este escueto antecedente:

“Por indicación del Gobernador se toman medidas para tener corriente el pago del encargado de la Policía o limpieza pública, a fin de que ésta se desempeñe mejor. Se establece un impuesto sobre un café público.

En esta capital de San Miguel de Tucumán a veinte de octubre de mil ochocientos diecisiete, octavo de la Libertad de Sud América y segundo de su Independencia: Estando congregados los Señores Gobernador Intendente e Individuos del Ilustre Ayuntamiento a efecto de tratar sobre lo conveniente al bien público dijo el Señor Gobernador Intendente que habiendo advertido el perjuicio resultivo al adorno, al aseo y aún a la salud pública por el cierto abandono con que se había mirado al ramo de Policía y que tratando de remediarlo en lo posible descubrió la causa qua era el no tener corriente el pago asignado por el Cabildo al encargado de la limpieza de calles. Acordaron asimismo sus Señorías que habiendo observado que don José Regis ha establecido un café público con un despacho más que regular, sin satisfacer pensión alguna, se le impuso la de cincuenta pesos anuales a favor de los Propios debiendo correr desde el día de la apertura. Lo firmaron sus señorías de que doy fe- Feliciano de la Mota Botello - Juan Bautista Paz -  Francisco Xavier Ávila -  Saturnino Manuel de Laspiur - Pedro Juan Aráoz - Lorenzo Domínguez - José Ignacio Ganzedo - Lucas Viaña - José Víctor Posse - Ante mí, Florencio Sal, escribano público y de Cabildo - [Rúbricas]”*.

Esto nos permite creer, por la mundanidad alcanzada por nuestros antepasados en esos tiempos, que esta localidad se hallaría a la vanguardia social y cultural del continente, como para suponer que podía ser oportuna la apertura de un expendio ultramoderno como ese.

Asumiendo los prejuicios raciales y sociales con los que se convivía, el “café público”, por sus características, debió resultar en esos momentos una verdadera afrenta a la severa moral pregonada de muchas matronas tradicionalistas. Debió causar una revolución que llegaría al seno de muchas familias que verían, escandalizadas y con asombro, cómo se abría en la ciudad un «antro» como ese, que habilitaría la ausencia del jefe de la casa, por un lado, y por el otro, facilitaría la  intervención de éste en esas “aberrantes promiscuidades sociales».

Con seguridad, al pionero, don José Regis, valiente y osado a todas luces, le costaría, aparte de los cincuenta pesos anuales de impuesto, severos dolores de cabeza el mantener abiertas las puertas de su café, en tiempos de tantos prejuicios y ante tantos ataques que recibiría por mantener abierto su “extraño” negocio.

© LA GACETA

Abel Novillo - Historiador.

*Libro «Actas del Cabildo», Volumen II- Años 1817-1824, editado por el Departamento de Investigaciones Regionales del Instituto de Historia, Lingüística y Folklore de la UNT. en el año 1940; en el Vol. XI; Fs. 124; V.-125, del 20 de octubre de 1817, figura la transcripción de esta acta.