Sergio Miguel Villarreal (de 25 años) se crió en las calles de la capital de esta provincia y, según la Policía, tenía antecedentes por robo. Las mismas fuentes indicaron que era un especialista de la modalidad “rompevidrios”. Por esas cosas del destino perdió la vida en la calle Tucumán, de Rosario. El jueves fue alcanzado por un disparo de un custodio que evitó que sustrajera $8 millones con esta modalidad delictiva.

Ese día dos jóvenes que circulaban en una moto detuvieron su marcha a la par de una camioneta Renault Oroch en una esquina ubicada a cinco cuadras del Monumento de la Bandera. El acompañante rompió la ventanilla para apoderarse del dinero que trasladaban empleados de una empresa de refrigeración comercial. El vigilante disparó su arma e hirió mortalmente al motochorro. El cómplice, que también sería oriundo de nuestra provincia, huyó rápidamente y terminó chocando con otro vehículo. Logró escapar a pie.

El custodio, cuyo nombre no trascendió, estuvo unas horas demorado y luego quedó en libertad. La fiscala Georgina Pairola no lo acusó por el momento de ningún delito. Espera los resultados de las pericias para determinar si cometió exceso en la defensa. El cuerpo de Villarreal fue trasladado el viernes a Tucumán y ya fue sepultado. Los pesquisas están tras los pasos de su cómplice que estaría oculto en nuestra provincia.

Antecedentes

“Con el correr de los años, y la acumulación de hechos, delincuentes tucumanos a bordo de motos se han hecho renombre en el palo de las salideras bancarias”, consignó el periodista Leo Gracierana del diario “La Capital”. Hizo un extenso repaso sobre los ataques de estas características que se registraron en los últimos tiempos. Recordó por ejemplo, que en 2017 fue desbaratada “La banda de los tucumanos”, un grupo que cometió varios robos de estas características.

El mismo diario publicó además que en menos de un año otros cuatro comprovincianos fueron demorados por efectivos policiales cuando circulaban en motos de alta cilindrada y llevaban entre sus ropas lápices de widia que utilizan para cortar cerámicos y vidrios con los que destrozan las ventanillas. Entre otros, aparecen los nombres de Luis Rivadeneira y de Gonzalo Serrano.

“Esa una marca distintiva de delincuentes oriundos de Tucumán que operan en el centro rosarino. Fuentes policiales les adjudican ser hábiles en el manejo de las bujías para estallar lunetas”, editó Graciarena.

A raíz de la muerte de Villarreal, el diario rosarino publicó otros hechos en los que se vieron involucrados otros comprovincianos. Recordaron que el 7 de noviembre de 2022, Hugo S. (no fue difundido su apellido) fue herido de un disparo por otro custodio cuando intentó apoderarse del dinero de una mutual que otorgaba créditos. También informó que son investigados cuatro tucumanos por dos hechos similares. Uno de ellos tuvo trascendencia internacional.

En mayo pasado, el cónsul honorario de Francia Mohamed Julien Ndao se detuvo en un semáforo del centro rosarino. Dos jóvenes a bordo de una moto Honda Tornado rompieron la ventanilla del acompañante y, después de sustraer una mochila, huyeron. Nunca se imaginaron que el diplomático los perseguiría por las calles durante varias cuadras. Después de que el cónsul casi logró derribarlos en más de una oportunidad, los motochorros arrojaron la mochila y la víctima detuvo su marcha. “Fue adrenalina pura. Me salió así”, declaró Ndao.

Ocho nombres distintos

En la historia judicial hubo varios tucumanos condenados por haber protagonizado este tipo de robos. Gonzalo Zazano, Sergio Tripolone y Julio “Piki” Bulacio cerraron las causas en su contra pagando reparaciones y aceptando cumplir condenas efectivas de tres años. El caso de Sergio “Osilón” Gómez dio mucho que hablar. El tucumano utilizaba identidades falsas para evitar ser descubierto. Combinando los apellidos de sus padres se hacía llamar de ocho maneras diferentes para generar confusión en los expedientes que se iniciaban en su contra. La estrategia, según confirmaron fuentes, lo ayudó en varias oportunidades.

Tierra de desconfianza

Rosario no sólo es una ciudad bañada en sangre por la violencia narco (en lo que va del año ya se registraron más de 200 homicidios), sino que es la tierra de la desconfianza. Nadie cree en nadie y todos se miran de reojo. “Resulta al menos llamativo que los motochorros estén actuando allí. ¿Roban a personas que sacan dinero de entidades financieras y de cuevas sin saber de quién son esos fondos? Es al menos extraño”, reflexionó un funcionario judicial de esta provincia.

CONMOCIÓN. El cuerpo del joven tucumano yace en el pavimento después de haber sido baleado.

Según las investigaciones que se realizaron en los últimos tiempos en Santa Fe, los delincuentes llegan a la “Nueva Chicago” y se instalan por un par de semanas. Antes se ocultaban en los barrios de la periferia y ahora acuden a alquileres temporarios en coquetos departamentos del centro. “No tienen miedo de nada. A veces trabajan de manera independiente o llegan con un dato preciso. No están más de dos o tres semanas y se van para evitar ser atrapados”, explicó un investigador rosarino.

“Trabajar de contra” es el término que se utiliza en el mundo del hampa para definir una situación particular: los delincuentes se presentan en otra provincia para cometer ilícitos sin ningún tipo de contacto, ya sea cómplices o de policías con el que acuerdan la liberación de zonas para que puedan actuar. “Es muy poco probable que eso ocurra aquí porque todos están muy pendientes de lo que sucede en la calle”, agregó la misma fuente policial.

Consecuencias

El jefe de la ex Brigada de Investigaciones, Miguel Carabajal, sostuvo que la presencia de tucumanos en Rosario, como en otras provincias, es la consecuencia del accionar de las tareas de prevención de la fuerza. “Los casos de este tipo de ataques han bajado considerablemente en los últimos tiempos. Antes teníamos uno o dos casi todas las semanas, ahora pasan meses y no se realiza ninguna denuncia. Estamos trabajando intensamente en la zona bancaria”, explicó el comisario. “Tampoco se puede obviar que la implementación del nuevo código procesal penal aceleró el cierre de las causas y el que no recibió una pena efectiva sabe que gastó su última oportunidad y se ve obligado a delinquir en otra provincia”, dijo a LA GACETA.

Al hablar sobre la estrategia implementada, Carabajal ponderó que hay un mayor control en la city bancaria de personal que están observando la presencia de algunas de las personas que tienen antecedentes por este tipo de delito. También destacó que hay más motoristas de la ex Brigada haciendo recorridos por diferentes sectores de la ciudad. “Esta estrategia no sólo se mantendrá, sino que es muy probable que la reforcemos. Estamos analizando las diferentes alternativas con el jefe de Policía Joaquín Girveau para conseguir mejores resultados”, finalizó.

Por su parte, el fiscal Carlos Picón sostuvo: “puede decirse que es una reacción esperada porque al haber tenido condenas no les queda otra que migrar a otra jurisdicción. Se están consiguiendo condenas de calidad y en corto plazo”.

“Era tan alto el número de condenas que se concretaron en tan corto plazo que incluso el Registro Nacional de Reincidencia no tenía tiempo de inscribirlas, pero ese problema ya fue solucionado”, destacó el fiscal de Flagrancias. “Las condenas condicionales son muy buenas, porque es la última oportunidad que tiene una persona. Una ‘mechera’ reincidente ya cumple una pena efectiva, por más corta que sea la pena”, explicó.

“Con el paso del tiempo vamos a observar otros fenómenos de estas características. Esto se debe a una dura política de persecución penal que lleva adelante el Ministerio Público Fiscal que está siendo observada por otras provincias por su eficacia”, finalizó Picón.