"El árbitro siempre tiene la razón", reza uno de los mandamientos más importantes del rugby, y a la vez uno de los que menos se cumple. Los reclamos son moneda corriente en los partidos, incluso en los de categorías formativas, pero mientras no crucen los límites de la mera expresión de disconformidad, no representan un problema. De hecho, es hasta normal en cualquier deporte disentir sobre ciertas decisiones arbitrales. Ahora, cuando el reclamo entra en el terreno del insulto, el amedrentamiento, la amenaza y el mal ejemplo para los más chicos, el asunto cambia de color.

Y uno de esos episodios reprochables tuvo lugar el fin de semana en una de las semifinales del Top 12 de Buenos Aires, en el ajustado triunfo de Alumni sobre Newman (24-23). Al finalizar el encuentro, el árbitro Nehuén Jauri Rivero debió salir de la cancha escoltado por el personal de seguridad, luego de que un grupo de hinchas de Newman lo increpara y lo insultara. Mientras, el resto de la tribuna se unía al agravio con cánticos en contra del árbitro. La escena, rápidamente viralizada, fue digna de una barrabrava, a pesar de tratarse de uno de los clubes más tradicionales y acomodados de la URBA.

El incidente vuelve a traer a la mesa el debate sobre la creciente violencia en las tribunas de rugby, un deporte que históricamente se ha enorgullecido de los valores de vida que intenta transmitir desde las divisiones formativas. Sin embargo, cada vez son más frecuentes esta clase de episodios, que contradicen totalmente el espíritu de la disciplina. Ya no se puede esconder la tierra abajo de la alfombra de los "casos aislados"; hacerlo es negar una realidad tan evidente que aplasta. Y para corregir un problema, primero es indispensable reconocer que el problema existe.

Al respecto, el club Newman publicó un comunicado en el que condenó el comportamiento de su hinchada. "...quedamos muy consternados por la conducta de muchos de nuestros socios y simpatizantes que, contrariando nuestra historia y tradición, se comportaron de forma inapropiada durante el trayecto al CASI, antes, durante y cuando terminó el partido, agrediendo verbalmente al árbitro, a nuestros rivales y al rugby en general. Huelga aclarar que se trata de acciones que repudiamos y que, creemos, no representan la idiosincrasia de nuestro Club ni lo que enseñamos y trabajamos...".

Si lo primero es reconocer el problema, lo segundo es tomar cartas en el asunto. Porque de nada sirve condenar ni repudiar ni lamentar los hechos si eso no viene acompañado de acciones. De sanciones proporcionales a la falta cometida. Sin consecuencias no hay aprendizaje, y la historia está condenada a repetirse hasta que las haya. Y así lo prometió Newman más adelante en el comunicado: "como responsables de administrar el club, queremos transmitir la seguridad de que todas las inconductas desarrolladas en el día de ayer son y serán objeto de nuestra máxima atención y preocupación, y que oportunamente adoptaremos las medidas que nuestro estatuto prevé para las acciones reñidas con la buena fe con las que queremos que se nos reconozca, incluyendo las sanciones que quepa aplicar con todo el rigor que corresponda".