Ahora no hay forma de hacernos los desentendidos, poner excusas o fingir que nunca sucedió. Enviar fotos (¡que nadie pidió!) en donde se vean los genitales, compartir contenido erótico que no fue autorizado, comentar una publicación en las redes sociales con un lenguaje misógino o soez, difundir archivos íntimos solo para hacer daño… todo esto (y la lista sigue) es violencia de género.

Tras su publicación en el Boletín oficial el 23 de octubre, la Argentina finalmente cuenta con una legislación que proteje a las mujeres de la violencia digital. Conocida como Ley Olimpia (N°27.736), la normativa implica un gran avance para frenar las viralizaciones de contenido sexual y conseguir que las víctimas sean escuchadas.

Testimonios de víctimas para tener en cuenta las señales

“Comúnmente cuando una mujer se acerca a hacer una denuncia por pornovenganza, acoso virtual o algún caso en el cual difundió material que la expone sexualmente, la primera traba para dar con los responsables es puesta por la Policía y la Justicia. Al no estar tipificadas estas conductas el vacío legal hace que las investigaciones queden a medias o que los responsables no reciban penas meritorias”, comenta la abogada Cecilia Jimenez Vernet.

El panorama se complica aún más con los tres caballos de Troya de internet: la masividad, el anonimato y los perfiles falsos. Muchas veces dar con los culpables es difícil porque debemos analizar teléfonos, servidores, computadoras, etcétera.

“El mayor deseo de las damnificadas es que los contenidos desaparezcan, pero los registros se duplican en pocos minutos. Hay casos que logran cerrarse satisfactoriamente al quedar amparados en la Ley de Protección de Datos Personales. No obstante, la mayoría de las causas se cierran porque los jueces solo se centran en la falta de daños físicos, sin pensar en las heridas emocionales y psicológicas que sufren las damnificadas”, agrega.

¿En qué consiste?

La Ley Olimpia incorpora la violencia sufrida en entornos digitales como una modalidad más de violencia de género dentro de la Ley de Protección Integral a las Mujeres (Ley N° 26.485). Según esta nueva legislación, la violencia digital incluye conductas como:

- Obtener, mirar y difundir sin consentimiento materiales íntimos o de desnudez atribuidos a mujeres.

- Reproducir en el ámbito virtual discursos de odio o patrones estereotipados sexistas.

- Acceder sin autorización a dispositivos electrónicos o cuentas en línea para espiar o controlar la actividad que allí se ejerce.

- Realizar acciones que atenten contra la integridad sexual de las mujeres a través de cualquier tecnología de la información y comunicación.

Además, desde ahora la Justicia podrá ordenarle a ciertas plataformas (por ejemplo, redes sociales o sitios porno) que quiten contenidos de sus servidores.

Herida y superación

Aunque ocurra en internet, la violencia digital es real y trae consecuencias graves. “Con esta clase de situaciones lo que sufrimos las mujeres no es ni más ni menos que violencia sexual y esto se siente en el cuerpo igual que cualquier otro abuso. Hay víctimas que incluso llegan a suicidarse al no lograr manejar sus emociones y por lo que implica haber visto vulnerada su intimidad”, advierte la psicóloga Silvia Eugenia Sahian.

A raíz de estos episodios, la mayoría de las damnificadas suelen perder su autoestima y autoconfianza; además de mostrarse reticente a confiar en otros. Junto a los cambios de personalidad, aparece la angustia y el miedo a sobresalir.

“Para recuperarse, primero hay que volver a construir -con terapia y muchas veces en compañía de medicación antidepresiva- el universo interior de cada paciente. El tiempo de sanación depende de cada persona, su personalidad y el apoyo prestado. Hay algunas mujeres que nunca llegan a recuperar su mundo exterior porque quedaron totalmente destruidas”, agrega.

Prestar oído

Al vernos envueltas en algún hecho de acoso sexual digital o difusión pornográfica, Sahian recomienda contactar con un profesional capaz de ayudarnos a regular las emociones negativas, el miedo y la ansiedad.

“Después de que la persona empieza a encontrarse nuevamente y entiende que es víctima de violencia y abuso, podemos trabajar sobre la manera en que se acerque al ámbito de la Justicia para hacer la denuncia. No debemos olvidar que hay leyes que nos protegen, la justicia debe ser una manera de rectificar nuestra subjetividad ante tremenda situación”, destaca la sexóloga, miembro de la Asociación Argentina de Sexualidad y Educación Sexual (Aases).

J.F. (28 años)

Hace cinco años, mi novio se fue a vivir a España por una beca. En ese tiempo, él propuso que nos mandemos chats eróticos y fotos o videos masturbándonos. Ambos prometimos que después de verlos íbamos a borrarlos y que jamás había que mostrar nuestra cara por las dudas. Después de cortar la relación, un día me encaró un desconocido en un boliche (muy borracho) y dijo que a él también le encantaban las pajas telefónicas.

Me quedé en blanco, recuerdo que dos amigas me dejaron en mi casa y entonces tuve un ataque de ansiedad. ¿Por qué conservó las fotos? ¿En qué contexto o por qué se las mostró a otros? Pasé meses dándole vueltas al tema, pero jamás encontré una respuesta que me diera paz. Al final borré mis redes sociales y corté cualquier comunicación con mi ex y su entorno. Me gustaría decir que salí adelante, pero hay cosas que no se olvidan. Con las parejas que tuve después fui un poco cruel porque necesitaba que respeten mi privacidad. Les exigía que no me sacaran fotos ni postearan publicaciones nombrándome. Llegué al punto de no tener charlas importantes o muy románticas por WhatsApp por miedo a las capturas de pantalla; ese fue mi mecanismo de defensa.

S.V (31 años)

En 2017 me casé, Marcelo tenía 10 años más que yo y estaba divorciado en muy malos términos, al punto de recurrir a un abogado para hablar o usar mediadores. No sé si fue por envidia, odio mal dirigido o qué, pero la ex esposa sacó varias fotos de nuestros instagrams (justamente en donde salíamos besándonos, en la playa o un jacuzzi) y creó perfiles truchos en páginas porno. También promocionó el “servicio” en grupos de Facebook y Twitter. De vuelta, tuvimos que recurrir a la Justicia y ahora ambos tenemos una orden de alejamiento de ella. La saqué barata si pienso en la cantidad de mujeres que sufren acosos así. Lo que me molestó fue el chisme y morbo que impulsó. Había amigos o compañeros de trabajo que querían que les contara la historia, gente que buscaba esas fotos y después mandaba mensajes extorsivos. La gente que difunde material sexual no autorizado, lo comparte e interactúa con ellos para entretenerse son cómplices. Parece que a nadie le queda claro eso.

M.G (23 años)

Cuando tenía 19 años me puse de novia con un chico que conocí en Tinder. Los primeros meses, Federico fue súper respetuoso, me daba regalos y se ofrecía a irme a buscar de cualquier lado. Creo que esta historia es bastante típica, después de siete meses mostró la hilacha; comenzó a celarme, ponerse violento, hurgar mi celular para ver con quien hablaba o lo que le decía a mis amigas. Ahí me di cuenta que esto era tóxico y cortamos. Dos semanas después, empecé a recibir chats asquerosos de hombres que preguntaban cuanto cobraba por sexo. A algunos los contesté con insultos, como pude, mientras procesaba todo. Descubrí que había fotos mías en ropa interior o durmiendo que él había tomado sin permiso. Hice tres denuncias policiales, entregué 350 mensajes como evidencia y aún así la Justicia no movió ni un pelo para ayudarme. Mil veces me cuestioné por qué salí con un tipo así, qué pasó en el medio. Lo peor es que sentís culpa y eso hace que te olvides que vos sos la víctima. No debo pedirle perdón a nadie ni bajar la cabeza. Tuve una pareja horrible, confié en un desgraciado y vi a mi papá llorar de vergüenza. Por suerte, la experiencia no me destruyó, al contrario, me volví alguien consciente de las injusticias y el machismo. Aprendí a luchar por mis derechos y a exigir su respeto.

Consejos    

¿Cómo actuar y dónde denunciar?

Ante el shock de ver nuestras fotos y videos viralizados en internet o recibir algún tipo de agresión o acoso en línea, muchas víctimas suelen bloquear a sus atacantes o eliminar la información desagradable (una forma de actuar cómo si acá no hubiera pasado nada). No obstante, para que la denuncia penal sea efectiva es mejor conservar toda la evidencia digital de lo que se ha sufrido.

Las capturas de pantalla y los resguardos de chats en WhatsApp, Facebook o Instagram son una buena opción para evitar que luego los mensajes sean eliminados.

Como evidencia de la violencia digital (especialmente contra las mujeres) es recomendable resguardar los comentarios, posteos, correos, números telefónicos y cualquier otra prueba. También se aconseja guardar las URL de los contenidos dañinos que fueron subidos a la web. Estos datos son de gran ayuda al iniciar la causa judicial. Las denuncias por viralizaciones pueden realizarse en cualquier comisaría de Policía y cuentan con la intervención de la División de Delitos Telemáticos e Informativos.

Historia    

¿Por qué se llama ley Olimpia?

El nombre hace referencia a la activista mexicana Olimpia Coral Melo, quien cuando tenía 18 años fue víctima de la difusión de un video sexual por parte de su novio. Debido a la falta de respuestas por parte de las autoridades, Olimpia decidió alzar la voz y presentar un proyecto de ley (lo hizo en 2014) para que la violencia de género digital sea tipificada y se puedan sancionar los delitos de este estilo. Finalmente, la iniciativa fue aprobada y gracias a su lucha el panorama en América Latina cambió. En nuestro país, el proyecto de ley fue presentado por la diputada nacional Mónica Macha (Frente de Todos) en la Cámara Baja en julio de 2022. En ese entonces también la acompañaron diversas organizaciones y damnificadas que se unieron bajo la agrupación “Ley Olimpia Argentina”.