Por Nicolás Sancho Miñano

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Hay un personaje muy curioso que pulula por los medios de comunicación desgranando la política vernácula. Su sola imagen es muy singular y, aun antes de abrir la boca, genera cierta morbosa atracción. Por cruda y terrible que sea la realidad que analiza, sus ponzoñosos comentarios irónicos, siempre haciendo equilibrio en las cornisas resbaladizas de la moral, le roban indefectiblemente una sonrisa resignada a los televidentes.

A través de ese medio el gran público conoce al siempre preciso y desfachatado Jorge Cayetano Asís, “el Turco”. Y, a veces, con más curiosidad que grandes expectativas, se acerca tímidamente a su obra literaria, arrancando por lo general con su novela más resonante Flores robadas en los jardines de Quilmes. Entonces se lleva una sorpresa. El lector descubre una genialidad desopilante donde se relatan las idas y vueltas, y las penurias, de una parejita de la baja clase media con unas incansables ansias de grandeza.

Como una imagen viva de la prototípica progre desorientada, la entrañable heroína, autorrebautizada Samantha, quisiera volar un poco más alto, “vivir plenamente”, pero está amarrada a una rutina mediocre, y a un estrafalario novelista: Rodolfo, típico chamuyero de barrio que vive el día a día, sin mucho prejuicio, buscando saciar la sed primaria de los instintos y, a la vez, soñando, igual que Samantha, soltar esas cadenas que lo atan a su barrio, periférico, pobretón, donde se funden en un crisol delirante todos los elementos de la baja burguesía.

En esta novela Asis resalta al extremo el realismo contemporáneo de manera magistral. Los personajes que aparecen en estas páginas bien pudieran ser hallados en alguna esquina de cualquier ciudad. Los ingredientes más diversos que sazonan esta historia son lanzados a la olla como condimentos de un sabroso guiso criollo: “La prima Pocha no era más boluda porque paraba para dormir largas siestas. Su marido, el infiel Nicolás, era el objeto deseado por Carmencita. Se trataba de un mecánico vigoroso, morocho y alto que, como la mayoría de los hombres del sur, se encontraba rigurosamente podrido de su mujer”.

A contramano

Al “Turco”, más allá de su nada humilde currículum, no se le caen los anillos por mostrarse popular, canchero y snob, y logra con un lenguaje llano ahondar en lo más íntimo del ”ser rioplatense”. Aunque puede escandalizar a más de uno, en esos detalles burdos y pecaminosos muestra esa época de fines de los setenta donde los ideales políticos, a veces ingenuos, metieron la cuña una y otra vez en la vida cotidiana de la gente.

En la nostalgia de un barco que zarpa hacia el viejo mundo, la eterna fantasía de la próspera Europa, la chatura de la periferia bonaerense, y el esplendor banal de la high Society porteña, se encuentra el retrato del argentino promedio, pero llevado a veces al paroxismo, o bien a la caricatura.

“Flores rrrobadas”; como suele denominar Asís a la novela, arrastrando la r como buen arrabalero langa, es un cachetazo a la literatura abstrusa de esos intelectualoides amantes de las palabras raras y las historias intrincadas. Y con un hábil juego de cambio de narrador, picardía criolla y desenfado, le acerca al buen lector esas realidades subyacentes del bajo mundo que, para los ojos vulgares, están vedadas: “Quedaron en encontrarse un lunes, carnaval todavía, en la esquina de Rivadavia y Alvear, centro pleno de Quilmes. Una cita insólita, una tarde calurosa, las calles vacías certificaban el feriado comercial. Y más allá del conglomerado de negocios había, seguramente, severos vecinos que prolongaban el ya desaparecido juego del agua, provistos de baldes y pomos, quizás en short, mejor llamados pantaloncitos cortos. Con persecuciones excitantes, con señoras empapadas, que desde las terrazas emulaban el escolar ejemplo de las heroínas del siglo pasado, que colaboraron con ollas de aceite hirviendo, para oponer resistencia al invasor inglés”.

Reconocimiento pendiente

Con sólo asomarse a su obra, se puede concluir que ese personaje, que puede ser confundido con uno más de los ”fantoches” de los debates políticos televisivos, se sustenta en una mezcla muy amalgamada de biblioteca multitemática y, demás decir, de mucha calle brava del conurbano. Y, en cuanto a Flores robadas..., esta perla que ya va superando las cuatro décadas de publicada, quizás, si hubiera sido escrita por algún personaje más circunspecto, o por algún amante del ostracismo que presuma de misterioso, sería mucho más considerada por la crítica catedrática como una de las obras cumbre de la literatura de Latinoamérica. Pero, precisamente, por esa simpática extravagancia que le imprime cierto halo de pedantería al autor es que permanece todavía en los anaqueles de saldo, como uno de los populares libros ochentosos que empezó a ponerse viejo y le están saliendo las primeras canas. Sin embargo, dado que es un auténtico clásico, volverá a resurgir, una y otra vez, durante muchos años...

© LA GACETA

Nicolás Sancho Miñano – Su último libro es Relato cruento del tiempo inolvidable.

PERFILES

Jorge Asís nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en 1946. Escritor y periodista, fue también embajador en París ante la Unesco, secretario de Cultura de la Nación y embajador en Portugal. Trabajó en Clarín, fue columnista en

distintos programas de televisión y hoy dirige el portal Jorgeasisdigital.com. Tuvo

un éxito literario temprano con la publicación de Flores robadas en los jardines de Quilmes (1980). Entre sus títulos se encuentran Hombre de gris; Diario de la Argentina; Excelencias de la NADA; Lesca, el fascista irreductible; Del Flore a

Montparnasse; Dulces otoñales; Cuaderno del acostado; El Buenos Aires de Oberdán Rocamora; Memorias tergiversadas; La mafia del bien y La marroquinería política.