“Esta celebración nos trae dos pensamientos: memoria y esperanza. Memoria de los que nos han precedido, que han hecho su vida, que han terminado su vida; y memoria de tantas personas que nos han hecho bien, familiares, amigos; y memoria también de aquellos que no hicieron tanto bien, pero que en la misericordia de Dios fueron acogidos, la gran misericordia del Señor”. Esas son las palabras con las que el Papa Francisco reflexionó ayer sobre el Día de los Fieles Difuntos, en una misa celebrada en el Rome War Cemetery. Y así como en Roma miles de fieles salieron a homenajear a sus seres que partieron, lo mismo pasó en todos los cementerios de Tucumán.
Con ramos de flores, con cepillos para las lápidas y con pulidor para el bronce, miles de familias tucumanas se acercaron ayer a las necrópolis, para recordar a sus fallecidos. Esto sucede cada 2 de noviembre, en conmemoración del Día de los Fieles Difuntos; se trata de un día celebrado mayormente por las Iglesias Católicas para festejar a las almas de los fieles. Según la doctrina, si las personas no han sido “limpiadas” de sus pecados al momento de fallecer, no pueden alcanzar el cielo. Entonces, este día es una oportunidad para rezar por sus almas.
Pasadas las 10 el Cementerio del Norte ya está repleto de visitantes. Humedeciendo un gran ramo de flores estaba Miriam Olmos. “Vengo todos los años para esta fecha, a visitar a mi hermano que falleció cuando iba a cumplir un año. Nunca llegué a conocerlo, porque él fue el primero, y yo nací al año siguiente... Pero es un sentimiento muy grande; gracias a Dios él es el único que falta de la familia”, contó a LA GACETA. No puede explicar muy bien por qué, pero no puede no visitar a su hermano. “Fue el primer hijo de mis padres y fue dura la pérdida, yo sé que es difícil para ellos. Pero intento siempre traer a algún familiar. Este día es para eso... y venir es desconectarse de todo, es como una terapia”, agregó.
Duelos
La necesidad de acercarse al cementerio unió a muchos de los visitantes. “Hacía dos o tres años que no venía. Aquí, a tres calles, tengo a mi madre, que murió hace 18 años; y acá a mi hermano menor, que falleció hace seis o siete, muy joven... tenía 44. No sé por qué, pero hoy me levanté y dije ‘me voy al cementerio’. Le dije a mi señora y no me podía creer... pero bueno, esta es una forma de recordarlos”, comentó Miguel Guevara.
La visita fue más allá de la cuestión religiosa; los deudos no solo se acercaron a rezar. Algunos incluso llegaron con equipos de mate o algún snack para pasar el rato. “Cada uno tiene esta libertad en la creencia; estamos impregnados de culturas distintas, y es hermosa conocer esa riqueza, que las personas vivan su duelo a su manera. En Tucumán, particularmente, se atraviesa el duelo de una forma particular [...] además, las nuevas generaciones y la globalización influyen en estas nuevas formas. Por ahí antes el dolor se llevaba de una manera más profunda; ahora, en cambio, sobre todo con los jóvenes, la vida se ve de otra manera y el duelo se atraviesa de una forma más llevadera”, reflexionó Agustín Fregenal, seminarista del Seminario Mayor, que fue a prestar servicio a los fieles.
En el camposanto se escuchaban risas y había niños correteando. Pero también había personas atravesando el peor de los duelos. “Es lo único que nos queda”, dijo con mucho dolor Patricia. Florista, estaba decorando con mucha precisión la parcela en la que se encuentra el cuerpo de su hija, que falleció hace poco más de un mes. “Todos los años venimos, pero ahora cada vez menos... Sólo quedamos nosotros dos”, se lamentó. A ella la acompañaron su hijo Matías Ruiz y su nieto Carlos (4). En el mismo cementerio tiene sepultados a dos hijos más. “Ahora terminamos con ella y seguimos, porque todavía no hemos podido ponerlos juntos”, advirtió Matías y destacó: “vivimos cerca, entonces venimos muy seguido... pero normalmente no hay nadie; hoy está lleno”.
Dulces y amargos
Había quienes permanecían mucho tiempo, y estaban los que dejaban una flor y se iban. Aunque se cree que con la pandemia las personas empezaron a acudir menos, la presencia viva en el cementerio demostró lo contrario. “Todavía se mantiene la tradición de respetar a los muertos; esto de venir... Pero sí ha cambiado algo. Recuerdo cuando era chica, veníamos a ver a los abuelos y todas las líneas de colectivos te dejaban acá para esas fechas. Ahora ya no, pero la gente sigue viniendo”, comentó Karina Yapur. Ella y su madre María Zelaya fueron a visitar la tumba de sus familiares. “Acá tenemos a mi padre, a mis abuelos y a un bisnieto de mi mamá que falleció antes de nacer. Sólo venimos a rendir respeto a ellos; yo tengo que dar gracias a mi padre, que me ha dado la vida, que me ha hecho estudiar, que me ha dado todo lo que podía, y merece respeto. Si bien lo extraño todos los días, esta es una forma diferente”, añadió.
Desgraciadamente, no todos tuvieron una visita reconfortante. En medio del dolor y los homenajes, había deudos que tenían que atravesar un momento duro: llegar y ver que se han robado las placas de bronce de sus familiares. En algunos puntos del cementerio había mesas repletas de fotos, y más de un familiar tuvo que tomarse el tiempo de intentar encontrar las fotografías de los familiares que van a homenajear. Augusto Petersen, ahora ex director de Cementerios de San Miguel de Tucumán, dijo hace unas semanas que “las placas recuperadas de octubre a la fecha rondan entre 450”, pero que desconocen la cantidad exacta de placas robadas. El funcionario -que dejó su cargo hace pocos días- indicó que es la problemática de los robos es grave, pero que no se podía frenar por la falta de personal de seguridad. “Hace un tiempo contábamos con policías en los, cementerios, pero por una cuestión que desconozco, la Policía dejó de prestar servicio en los cementerios. Y comenzó esta sustracción de placas [...] que es una cuestión sistemática, que se viene haciendo hace años”.