“Es muy difícil salir de la violencia, pero hay otra vida después de ella”, sostuvo L.A.V., profesional de 41 años, después haber tomado el coraje de denunciar a su ex y de seguir hasta el final el proceso por violencia de género. “En mi caso llegué a una condena a los 33 días de haber iniciado el duro camino de reclamar justicia y poder intentar rehacer mi vida”, destacó la víctima, cuyo nombre se mantiene en reserva.
Inició su relación con Gonzalo C., en el 2019, que se fue amoldando por la distancia y por la pandemia. “Me ilusioné mucho porque quería formar una familia. Más aún cuando vino a radicarse en la provincia porque me decía que quería estar a mi lado y estaba cansado de la vida de Buenos Aires. Después me enteré de que otra chica que había estado con él había sufrido violencia de género por parte de él”, explicó.
Los ojos de L.A.V. comenzaron a llenarse de lágrimas cuando comenzó a enumerar el calvario que vivió: gritos, insultos, amenazas, desplantes, conducir a alta velocidad sólo para asustarla, criticar a su entorno, menospreciar su vida y lo que hacía con ella fueron algunas de las situaciones que sufrió.
Pedidos de disculpas
“Al principio la violencia era silenciosa y a puertas cerradas. Luego venían los pedidos de disculpas y promesas de cambio que nunca llegaron. Pero como me había advertido mi psicóloga, la violencia aumentaría con el correr del tiempo. Comenzó a humillarme y maltratarme delante de amigos y amigas, incluso maltrató a una de ellas. Mi entorno -agregó con los ojos humedecidos de lágrimas- ya no quería invitarlo a ningún lado por miedo de sus comportamientos y reacciones. Me había quedado casi sola con él”, detalló.
El 17 de septiembre L.A.V. se dio cuenta de que estuvo muy cerca de la muerte. Asistió a una fiesta para celebrar la recibida de un compañero de trabajo. “En un momento se puso como loco y quería irse ya del lugar. Al momento de subir al auto arrancó sin que yo haya subido al auto. Me arrastró varios metros. Mis compañeros me auxiliaron y llevaron a casa de mis padres. Sufrí diferentes lesiones. Él se había quedado con las llaves de mi casa, documento y billetera. Jamás bajó de la camioneta luego de que me arrastrara y al llamarlo para pedirle mis cosas, solo recibí insultos de su parte”, relató.
Duro camino
“Me llevaron a casa de mis padres donde intentaron curarme y cuidarme. Lloré dos días seguidos todo el tiempo y al hablar con mi psicóloga terminé de entender que mi vida estaba en peligro. Hice la denuncia en la OVD y comencé a recorrer un doloroso camino”, explicó.
Ese camino incluyó hacer la denuncia policial, ratificarla en la fiscalía, ser revisada por médicos forenses que constataron las lesiones y una entrevista de horas con abogados, asistente social y psicóloga. “Estaba destruida física y anímicamente, pero en todos los lugares me contuvieron y ayudaron a seguir con el proceso. Es muy duro, porque hay que revivir una y otra vez el calvario”, señaló.
Volvió a ver a Gonzalo C. el día en el que se realizó la audiencia de formulación de cargos en su contra. “Fue muy duro. Primero porque terminé de darme cuenta de que pudo haberme matado y que el miedo me paralizó por mucho tiempo. Segundo, me sentí muy mal porque él se reía cuando la auxiliar fiscal Natalia Carabajal exponía el caso. Por lo que la jueza Fanny Siriani le llamó la atención. También es horrible escuchar agravios por parte del abogado defensor”, comentó.
Apoyada por los abogados Mariano Arcas primero y por Soledad Deza después, mientras realizaba dos tratamientos médicos en simultáneo para curar sus heridas, entendió que debía cerrar el caso cuanto antes. “Quería estar tranquila. Las dos chicas que sufrieron lo mismo sólo tenían una constancia policial. La otra ex novia de él de aquí, ni siquiera lo hizo. Pensé en las otras mujeres que podrían vivir la misma pesadilla”, reconoció.
El 20 de octubre, luego de una serie de negociaciones con el abogado defensor Guido Díaz Alvillos, llegaron a un acuerdo para que se cerrara el expediente a través de un juicio abreviado.
El juez Guido Buldurini lo aceptó y terminó condenando a Gonzalo C. a 13 meses condicional, pagar un resarcimiento económico para cubrir los gastos médicos y le dictó una prohibición de acercamiento. También ordenó que recibiera varios tratamientos psicológicos y que participara de talleres sobre violencia de género y que se abstuviera de consumir alcohol y drogas.
Revivir
Hace poco más de una semana L.A.V. empezó a recuperar parte de su paz. “El después es muy duro, pero hay que seguir adelante. Aún estoy con miedo y desconfianza. Sin entender cómo alguien pudo haberme tratado así más allá del vínculo. Un proceso judicial es caer en la realidad. Preguntarme qué hice mal, porqué me paso y porqué no escuché a los que quisieron advertirme de lo que estaba viviendo para ayudarme. Afortunadamente tengo el apoyo de muchos y sigo luchando para conseguir que le coloquen la pulsera dual que el juez ordenó.
Al final de la entrevista, L.A.V. suspiró hondo y decidió dejarles un mensaje a todas las mujeres que viven una situación como la que ella superó. “Hice la denuncia cuando realmente pude porque el temor y el vivir en medio de la violencia y caminar en puntas de pie para que no se moleste se había hecho costumbre. Seguí el proceso para terminar con este infierno y tuve mucho miedo de ser juzgada por otros, pero sentí que debía ayudar. Alzo la voz para ayudar y poder rehacer mi vida”, finalizó.