Por Fabián Soberón

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Es la mañana grisácea y elemental. Me encuentro con Alina Diaconú en un bar de San Telmo, Buenos Aires. Me cuenta que ha actuado en una película rodada el año pasado, a partir de la relación entre Victoria Ocampo y el filósofo rumano Benjamin Fondane. Es una historia desbordante, increíble. Tan increíble que parece inverosímil.

El joven Benjamin vive en París. En la casa del filósofo ruso Chestov charlan y toman café Drieu La Rochelle, Victoria Ocampo y Benjamin Fondane. El señor La Rochelle es un reconocido militante fascista y el joven aspirante a poeta y filósofo rumano es judío. La conversación se torna impúdica, sube de temperatura, los amigos se enfrentan y terminan en una discusión. El derechista es intolerante y racista. El joven judío no se amilana. No sólo es simpático sino también un gran argumentador.

Victoria es amante del preclaro derechista pero ha quedado tan impactada por la capacidad de ataque y defensa del joven Benjamin Fondane que va a verlo al día siguiente. Traban una amistad.

Benjamin Fondane tiene una carta guardada. Además de poeta vanguardista y filósofo que dialoga con el admirable Chestov es un cineasta que experimenta.

Ya en Argentina, Victoria le ofrece filmar una película en la pampa basada en un libro del extinto Ricardo Güiraldes. El proyecto es osado y estrambótico. Un filósofo judío rumano, admirador del cine vanguardista, tiene la posibilidad de filmar una ficción gauchesca basada en el texto de un autor argentino, lejos de su rumorosa primera patria y también de la segunda.

La idea es singular pero no convence a la viuda de Güiraldes. En su lugar, el cineasta y filósofo rumano le propone a Victoria otro argumento. Con el apoyo económico de un productor dedicado a otros rubros comerciales, Fondane rueda una película insólita, desmesurada. Y le pone de nombre Tararira. Cuando el recién venido productor ve los fragmentos le dice que es una porquería.

Fondane regresa a París. Su vida sigue lejos de las pampas y del celuloide, ya que el material inconcluso que ha rodado queda en manos del productor.

Los meses pasan y la guerra se desencadena. El aluvión nazi provoca reacciones múltiples. Quizás como uno de los efectos del conflicto bélico, el productor quema los negativos y la película dirigida por el joven judío rumano se hace humo. Desaparece para siempre.

Pero del fuego quedan algunas cenizas. A partir de esos restos inhallables la directora Jimena Repetto hizo una notable película llamada “Te prometo una larga amistad”. En la cinta se combinan los procedimientos del documental y la ficción hasta que casi se extinguen las fronteras.

Antes de colocarse los anteojos oscuros (el sol lanza una mínima luz en la mañana porteña), Alina me habla de sus diálogos con Cioran, del  libro de oro (un tríptico de poesía de Diaconú con ilustraciones del brillante Guillermo Roux) y me dedica su último libro de apotegmas. Los anteojos oscuros se van con Alina pero se queda conmigo la luz tenue y cordial de las palabras. Alina es una escritora que pintó en su primera juventud y que actuó en el último año. Nació en Rumanía pero se nacionalizó argentina. Ella habló en francés con Cioran, el rumano que fue uno de los mayores estilistas franceses y que, según Alina, casi no hablaba en rumano porque quería mantenerlo puro, como si el silencio fuera el laboratorio perfecto para mantener la lengua lejos de las perturbaciones del tiempo.

Ya en el subte, con el ajetreo de las vías, percibo que el trágico fuego conecta las historias. Porque Fondane, junto a su hermana, atrapados por las infaustas manos de los nazis, mueren asesinados en el campo de concentración de Auschwitz.

Antes del tiro del final, Benjamin Fondane le entrega a Victoria Ocampo los papeles escritos y jalonados a lo largo de su breve vida. Creo que en ese gesto se cifra, acaso como el humo que no quiere extinguirse (otra vez el fuego), la llama, indómita, de aquella película que ronda en el aire de los tiempos. Y ahora escucho el eco de las llamas de Tararira (la extinta) en el metraje renovado de la película de Jimena Repetto y en la conversación de Alina Diaconú; ahora escucho como una música diáfana la historia que se repite una y otra vez en mi memoria

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Fabián Soberón - Escritor.