POESIA
Y NO HE TERMINADO DE CALLAR
SILVIA JAPAZE
(Vleer - Tucumán)

Toda acción que comienza en algún momento termina. Hay sin embargo una, que sugiere Silvia Japaze, que es el callar. ¿Es un oxímoron aquello de “no he terminado de callar”, cuando callar es una acción instantánea, un punto final para el hablar, el decir? Pues claro, dirán algunos, y yo mismo: es una “expresión poética”, una libre elección de poeta. Confieso que la palabra oxímoron, por más griego que sea su origen -según la etimología- me parece extraña al castellano. Lejana.

Acierta en el prólogo Fernando Sánchez Sorondo: “Un diccionario de asombros”. Sí, exactamente. Entre otras facetas eso nos muestra en este libro la poesía de Silvia Japaze. Aunque para el poeta prologuista no le debe asombrar tanto la poesía de quien viene participando activamente en su taller literario. Advierto en este corpus poético de Silvia eso que llamamos influencia pero que va más allá que eso y se inscribe en un clima poético propiciante.

En cada uno de los poemas se advierte un itinerario imprevisible desde el primer verso. Ora confesión, ora transfiguración. No es la suya poesía lineal. Ni concede ni se concede. Abisman sus expresiones como un sonido único en los timbales del alma: “Otra vez estas púas”. O cuando define: “La estética de amar / sin el par / a punto de llover”.

Y una cuasi confesión, descubrimiento:“Soy asombro, nueva en mí, sobre un cándido vértigo. / ¿En serio creía que el amor se trataba de alguien?”

Densidad emocional, por doquier, a lo largo de los 42 poemas. Cada uno de ellos desde un singular abordaje, como si ya estuviesen escritos desde antes. Y que Silvia, hojeando su cuaderno de notas, los va descubriendo. Y los ordena, aunque no hay una trama que los engarza. ¿Por qué, entonces? Porque cada uno de ellos tiene propio vuelo y lanzados como van, o se estrellan en la realidad u horadan espacios de cerrazones, hacia la claridad.

La poeta juega con palabras, es su oficio. Dibujando va un itinerario ordenado de las que utilizará, alquimista, en su juego poético. Juego que tiene singularidades expresivas y descriptivas que se sugieren como notas musicales agregadas a una partitura ya escrita. Una partitura que ejecuta con instrumentos dispares, en ocasiones. Sublimando significados en claves que varían en el recorrido del libro.

Silvia escribe. Siente, se propone y nos propone una poesía -descubro- que lleva a ser leída más de una vez. “El agua no nos toca, nos aparta. / Y no he terminado de callar”.

© LA GACETA

Carlos Duguech