Deportivo Riestra llegó a Tucumán con el objetivo de jugar su propio partido y le salió a la perfección. Claro, tuvo la colaboración de un protagonista de mucho peso: Diego Ceballos.
El “blanquinegro” salió a comerse la cabeza del rival y dejó una vez más en evidencia, su tradicional forma de plantear los partidos: realizó faltas con alevosía, reaccionó más rápido en las pelotas paradas y sobre todo, hizo tiempo, mucho tiempo.
La campaña de San Martín de Tucumán tuvo el final anunciado, que los hinchas se negaban a verEn resumen, aprovechó cada distracción del rival. Tal es así durante el primer tiempo, su técnico Matías Modolo prácticamente sacó un lateral, que era para San Martín.
El duelo se hizo cortado, algo que la visita hizo de manera premeditada. Si se contabilizaba el tiempo neto de juego, el partido podría haber durado, mínimo, media hora más.
El juego detrás del juego: Frontini erró la planificación, pero el plantel de San Martín de Tucumán no estuvo a la alturaEl clima hostil en La Ciudadela comenzó a los 9’ por un supuesto golpe (no hubo nada) de Enzo Martínez al ingresado Jonathan Goya.
El “17” entró “cargado” y pegó como si estuviese jugando un torneo barrial. Fue fuerte en cada dividida y se quejó ante las faltas locales cómo si se tratara del mejor de los actores.
Dos minutos después de esa acción, Goya generó otra chance a favor por un supuesto manotazo de Pío Bonacci. El delantero había aprovechado su altura para ganar en las alturas, pero Ceballos entendió otra cosa.
A partir de allí, casi todas las “divididas” fueron para el equipo de Nueva Pompeya. A los 16’, San Martín intentó salir rápido por la izquierda y tras una conexión entre Nahuel Banegas y Mauro Verón, el lateral se desplomó. Fermín Antonini le dio una trompada en la cara alevosa; pero Ceballos se hizo el desentendido.
A los 20’ Ismael Quilez barrió la pelota y Milton Céliz acusó un golpe. El delantero y capitán del rival, que tuvo su paso sin pena ni gloria por el “santo”, debió haberse ido expulsado por una patada en la cabeza a Bonacci, pero ni si quiera se llevó una amarilla.
Para colmo, ante cada falta que cobraban a favor de San Martín, el punta arrojaba la pelota lo más lejos posible para demorar el juego. Y Ceballos, bien gracias.
¿Qué pasó un minuto después? Emanuel Dening le ganó las espaldas a Nicolás Dematei y enfilaba hacia el área. Pero el lateral se arrojó al piso y el juez compro la falta.
En las tribunas ardía troya. Una catarata de insultos y la furia hacia el árbitro iba en aumento. “Está cobrando todas para ellos”; “nos dejamos ganar el poderío por los de Buenos Aires”; “no tenemos nada de peso en la AFA”; “no puede ser que nos vengan a meter la mano en el bolsillo de esa manera en nuestra cancha”; eran los comentarios más comunes en la zona de la platea alta. Además muchos hinchas cargaban contra el plantel y Pablo Frontini.
En medio de un ambiente tenso, llegó el golpe más duro. Riestra aprovechó una serie de rebotes y la vista gorda de Ceballos, quien dejó pasar una clarísima falta de Céliz sobre Franco Meritello, y se puso arriba en el marcador.
Lázaro Romero ingresó sólo al área y definió ante la salida de Darío Sand.
En el estadio había bronca por el rendimiento del equipo y por la tarea del juez. Por eso, en el entretiempo, la terna se fue a los vestuarios custodiada por la policía.
A los 10' el segundo tiempo llegaría otro reclamo más de San Martín. Tras un córner derecho, varios jugadores “santos” cayeron al piso tomados por los rivales que no tenían problemas en tomarlos en cada centro a la olla. El estadio gritó por un penal, pero no hubo caso. “Siga, siga”, dijo Ceballos.
Riestra no se alejó en ningún momento de un plan perfectamente pergeñado de antemano. Con ese juego, la paciencia de los hinchas era cada vez menor.
Los jugadores visitantes se tiraron al piso en cada intervención y los médicos visitantes se cansaron de entrar al campo. El tiempo se fue escurriendo como arena entre las manos. Pero la terna arbitral sólo adicionó siete minutos.
La visita debió haberse quedado con algún jugador menos por el juego brusco al que apeló y por las artimañas que sacó a la luz. Pero no.
El único expulsado fue Leandro Ciccolini, que pegó una patada de impotencia y se fue a las duchas antes de tiempo.
A la visita le salió el plan perfecto. Eso sí, tuvo un aliado inesperado (o, quien sabe esperado).