Juan Manzur llegó con la impronta de recorrer el camino de los hombres históricos del primer Centenario de la Independencia, aquellos que dejaron sus huellas en la provincia promoviendo instituciones reconocidas aún hoy en el mundo, y con el sello de un gobierno pluralista.
Manzur tuvo la oportunidad de convertirse, además, en el gobernador del Bicentenario de la Independencia, conmemorada el 9 de julio de 2016, en oportunidad de su primer mandato, en el que invitó a celebridades de la política y de la cultura.
En 2021, por imperio de una crisis en el Gobierno nacional, el mandatario tucumano fue convocado a la Casa Rosada para asumir como jefe de Gabinete de la Nación, un cargo en el que contribuyó para que los gobernadores peronistas se alinearan tras la alicaída figura del presidente Alberto Fernández que, a duras penas, está terminando su mandato.
Durante más de 500 días, desde la sede de Balcarce 50 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el médico sanitarista trató de posicionarse políticamente en el escenario nacional. Así, se codeó con la dirigencia centralista, de la mano de uno de sus brazos ejecutores: la CGT. Pero Manzur también tuvo y tiene el apoyo del Grupo de los 6, esos empresarios con fuerte incidencia en la vida económica e institucional de la Argentina. Con esos respaldos intentó dar una pelea electoral con aquel eslogan de campaña resumido en “Juan 23”. Amagó con una precandidatura presidencial, teñida de afiches en el verano pasado en pleno centro porteño. Luego se alió con el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, para proponer una fórmula que represente al oficialismo, mientras se imponía la figura de Sergio Massa desde el Ministerio de Economía de la Nación.
Los roces por el centro de la cartelería fueron una constante. En el mismo lugar que el domingo pasado oficio de bunker oficialista, el Complejo Art Media, Manzur esperó en vano que madurara la fórmula. No sucedió. Pegó la vuelta a Tucumán y miró desde la TV cómo el libertario Javier Milei se imponía ante Unión por la Patria en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 13 de agosto pasado. Luego de la devaluación brusca del 22%, que hasta ahora hunde el poder adquisitivo de los argentinos, Massa lo convocó para que lidere la campaña en el Norte Grande, junto con su ex compañero de ruta, De Pedro, que a nivel nacional se encargaba de apuntalar al oficialismo.
Los viajes a la Ciudad de Buenos Aires fueron más frecuentes, así como su incursión en los barrios capitalinos y en los pueblos del interior. Manzur se puso la campaña al hombro porque no tenía otro destino. Si salía bien, se le abrían nuevamente las puertas de la Casa Rosada en caso de que Massa llegara a la Presidencia; si todo salía mal, el Senado era su lugar. De todos modos, esto no está descartado. Es el “Plan B” del hasta ahora gobernador tucumano.
El último día hábil de gestión encontró a Manzur recorriendo y supervisando obras. Cuesta identificar cuál es el trabajo de envergadura que lo identificará en la posteridad. En el camino quedaron un Centro Cívico, diseñado por el célebre arquitecto tucumano César Pelli, un Centro de Alto Rendimiento en Tafí del Valle, una autopista que conectaría a esta ciudad con Termas de Río Hondo (a la que le cuesta arrancar), un complejo hidroeléctrico compartido con Catamarca (Potrero del Clavillo-El Naranjal), cuyo acuerdo se firmó en China, pero que la carta de intención asiática no ha recibido aún una respuesta acerca de si Tucumán avanzará o no con el millonario megaemprendimiento. Esas son algunas de las iniciativas pendientes.
El viernes que pasó fue difícil para los moradores de la Casa de Gobierno. Varios ministros y secretarios de Estado aguardaron, en vano, un encuentro con el gobernador que los convocó. No pudo ser. En los pasillos, los empleados se despedían de algunos funcionarios que no serán parte del gabinete de Osvaldo Jaldo. La escena se completó con la mudanza de muebles, tanto interna como externa, por parte de los ministros que se fueron. Todo eso ha quedado inventariado, de acuerdo con las recomendaciones del Tribunal de Cuentas.
Manzur arrancó la mañana firmando una pila de renuncias. No hubo mensaje a la tropa, creció la incertidumbre de aquellos que esperaban una respuesta del líder que los cobijó durante dos mandatos. El nuevo organigrama todavía no puede desplegarse porque no hay funcionarios nuevos que lo avalen. En cambio sí hubo cambios de posiciones ministeriales. Por ejemplo, el área del Interior, que estará a cargo de Darío Monteros, se instalará ahora en la planta baja del Palacio de Gobierno, justo en el despacho que ocupó el ex titular de Obras y Servicios Públicos, Fabián Soria.
Manzur le dice adiós a su mandato. Su futuro estará signado por la suerte electoral de Massa. Hasta que eso ocurra, no gozará de los privilegios que tuvo como gobernador. Tal vez sí en caso de convertirse en senador nacional si, en definitiva, le pide la banca a Pablo Yedlin, hoy electo diputado nacional. “No me den por vencido, aún vencido”, suele repetir el presidente del PJ tucumano, que ha mostrado su capacidad de reciclarse más allá de la crisis, pero que hoy se retira silenciosamente de la gobernación.
Desde este domingo, arranca la película de Osvaldo Jaldo. El guión comenzó a escribirse un 28 de diciembre de 2022, cuando Manzur lo nominó como candidato a la sucesión. Desde entonces se escribieron varios capítulos de la novela de poder. Mañana cambiarán los roles. El tranqueño promete diferenciarse de su antecesor. El tiempo lo dirá.