Los tres días intensos del Encuentro de Cantautores Molle, con charlas, clínicas, capacitaciones y recitales, llegan a su fin esta noche desde las 21.30 en CiTá Abasto de Cultura (La Madrid 1.457), para despedir entre canciones a los visitantes y reforzar los vínculos entre los artistas locales que son parte de un movimiento con características particulares.

El mendocino Facundo Jofre asevera que los temas de este género musical contienen “una búsqueda espiritual atravesada por una profunda reflexión sobre lo que nos rodea y lo que llevamos adentro, que resulta de esa interacción entre mundos”. “Se cuentan historias y se pintan sentires e imágenes que puedan entenderse más allá de lo generacional, social o político. La canción tiene buena salud, hay espacios como los seminarios de Edgardo Cardozo o Ezequiel Borra que están orientados a sacar del compositor lo más genuino y real de cada uno y personalmente me gusta este tipo de encuentros porque ayudan a ganar confianza ante la mirada de otros, con el círculo, la ronda como espacio de unión y crecimiento”, sostiene.

El reconocimiento a este estilo está consolidado a partir de la representación de algunos de sus máximos referentes internacionales como Rubén Blades o Jorge Drexler y muchos nacionales como Mocchi o el Plan de la Mariposa, entre los que destaca. “A otros quizá nos toca más un rol de servicio, un camino más humilde. En mi caso sigo recorriendo espacios, gestionando, cantando para cinco o para 500 personas o lo que sea, porque siento que va más allá del éxito, reconocimiento o difusión”, precisa.

La influencia local siempre está presente en sus obras: “en mi territorio interior aparecen muchos otros lugares, como la raíz folclórica, nuestra tierra y los que estuvieron antes. Es un terreno que sirve de cultivo para entendernos como parte de una historia continua, de un lenguaje común que después cada creador interpreta y suma miradas”.

“Espacios como el Molle, generados por los mismos cantautores, vienen desde la solidaridad, la necesidad del encuentro y abrir nuevos caminos. Los valoro mucho; en Mendoza hemos generado espacios como el Festival Confluencias que tuvo tres ediciones y han sido de mucha riqueza en lo artístico y lo vincular. Hay una necesidad de traducir con la mirada y la música nuestra realidad humana, decir lo que es difícil de decir y esa búsqueda es lo que unifica a la canción”, asegura.

Miradas del mundo

Beirro viene desde la Capital Federal, con un bagaje de temas en los que quiere “transmitir emociones y/o miradas del mundo”. “El de las letras es un mundo muy complejo: hay quienes tienen una búsqueda fonética, otros rítmica, otros estética. Unos son más poéticos, otros más gráficos”, aclara.

“Si algo nos acerca es la identidad. En otros universos musicales las fronteras son menos claras; en cambio, el género canción evidencia la identidad del autor. Sin embargo, no creo que haya algo común o general entre los cantautores. En todo caso, somos islas de un mismo delta, cada cual con sus orillas pero siendo parte de un ecosistema. Nos une el amor, la pasión y las ganas de mostrar lo que hacemos. Es un tejido específico, con sus particularidades, entre las cuales la solidaridad juega su papel pero no es un atributo inherente. A veces sucede, a veces no”, reconoce.

El músico se reivindica como “hijo del rock nacional, me nutrí de él en mis comienzos y sigo interesado en lo que ocurre, aunque en paralelo siempre abrevé en otras músicas, principalmente inglesa y latinoamericana”. Y defiende la canción como motor expresivo: “si bien hay otros estilos de moda, siempre aparecen nuevos referentes de la canción y pienso que está en un momento muy interesante. Siempre tuvo valor y fue valorada como tal y, por suerte, se defiende sola. Quizás hay autores a los que les falta reconocimiento: a las canciones no”.

El aporte tucumano en el último día

La presencia tucumana en la despedida del Encuentro Molle está asegurada por los cantautores Eric Aguirre, Luciana Tagliapietra, Agustina Ascárate, Indio Cansinos, Alejandro Nicolau, Vipisita y Silvina de Faveri. La entrada cuesta $2.200.