Las mujeres que en Argentina fueron diagnosticadas con cáncer de mama en 2020, según el Instituto Nacional del Cáncer, fueron más de 22.000. No tenemos cifras más nuevas, pero sí hay una certeza: lamentablemente, van a seguir creciendo. “Esta situación se debe a varios factores -advirtió Julia Ismael, ex directora del Instituto Nacional del Cáncer-, pero uno de ellos, sin dudas significativo, es el aumento de factores de riesgo del que dan cuenta las distintas encuestas realizadas en la Argentina”.

“Entre 2013 y 2018 se observó un significativo aumento de la obesidad y del sobrepeso; bajo consumo de frutas y verduras a diario, sedentarismo y tabaquismo. Son factores de riesgo de cáncer asociados con el estilo de vida, por lo tanto pueden ser modificados”, añadió. “Las conductas saludables pueden reducir hasta un 30% la incidencia de todos los tipos de cáncer”, aseguró Jorge Nadal, jefe de Oncología Mamaria del Instituto Alexander Fleming.

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“Otros factores que tienen que ver con el aumento del cáncer de mama, y que son evitables, son el consumo de alcohol y el de estrógenos, como los indicados en la terapia de reemplazo hormonal que se emplea después de la menopausia”, resaltó la oncóloga María Viniegra, de All.Can. Esta organización brega por la lucha contra el cáncer de mama y organizó una capacitación para periodistas en la que se brindaron estos y otros datos respecto de la enfermedad.

“Hablemos de cáncer -pidió, insistentemente, la psicooncóloga Agustina Chacón, del Instituto Fleming-. Pero hagámoslo bien. Porque las palabras importan, generan impacto”. Y así lo haremos teniendo en cuenta sus consejos de Chacón: llamando a las cosas por su nombre, sin eufemismos ni estereotipos y enfrentando mitos y creencias erróneas.

No es nuevo

En rigor de verdad, no existe “el” cáncer. “Son más de 100 enfermedades diferentes, que tienen en común un crecimiento desregulado de células que han sufrido mutaciones del ADN”, explicó Nadal. Agregó que el hecho de que las células muten no es extraño; lo que ocurre en el cáncer es que el cuerpo no logra cumplir con su tarea de eliminarlas. “Por un lado, son capaces de eludir los controles, y por otro, viven mucho más de lo normal, lo que provoca su acumulación”, añadió. Resaltó que el cáncer no es una enfermedad moderna: “hay documentados casos en libros árabes de 3.000 años antes de Cristo. Y se hacían cirugías”. “Ya para 1800 se pudo establecer una relación entre el cáncer de mama y la función ovárica”, dijo.

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Destacó los avances en el tratamiento: la radioterapia, para el 1900; los primeros agentes quimioterápicos que coincidieron más o menos con la II Guerra Mundial, y en el siglo XXI, las terapias biológicas y los anticuerpos monoclonales.

Las cifras de mortalidad van descendiendo, y en este punto la clave es el diagnóstico tempran. Pero lo cierto es que podrían descender más. El problema es que así como hay herramientas, hay barreras: miedo, falta de información, sensación de “a mí no me va a pasar”, complicaciones de acceso a los sistemas de salud…

Aclarando conceptos

Ni siquiera el cáncer de mama es uno solo. A los tumores de mama se los clasifica en tres subtipos. “En entre el 70% y el 75% de los casos se trata de tumores luminales, conocidos como ‘hormonodependientes’; tienen en su superficie receptores de estrógeno o de progesterona -subrayó Nadal-; ello explica por qué una hormonoterapia aumenta el riesgo. Por otro lado, hasta un 70% de estos tumores puede no necesitar quimioterapia”.

Los otros dos grupos, de aparición menos frecuente, se conocen como HER2 (porque tienen en la superficie cantidades mayores que las normales de receptores de una proteína llamada HER2) y triple negativo, pues no dependen de las hormonas ni de HER2. “Estos últimos son los que más se asocian con la mutación de genes llamados BRCA”, señaló. Esos genes normalmente inhiben los tumores malignos en los seres humanos. Cuando mutan, no cumplen su función como deberían y aparece un mayor riesgo de desarrollar cáncer.

Y como no son iguales las enfermedades, tampoco lo son los tratamientos: además de las diferentes quimioterapias, las cirugías y los rayos, también hay terapias dirigidas (anticuerpos monoclonales), inmunoterpias y hormonoterapias. En cambio, todos coinciden en las acciones básicas necesarias para prevenir una enfermedad grave.

Mamografía

Más allá de las conductas saludables, lo que se conoce como prevención primaria (es decir, anticiparse a la aparición de una enfermedad, con una vacuna, por ejemplo) no es posible en el cáncer de mama. Por eso las estrategias están centradas en la detección temprana, y la aliada más importante es la mamografía. “Un tumor de 0,5 cm puede ser detectado con mamografía, y la supervivencia a cinco años es del 100%”, resaltó Nadal. “La mamografía puede incluso detectarlos cuando aún son lesiones precancerígenas” añadió. Por el contrario, si el tumor tiene 2cm y se detecta en un autoexamen, la tasa de supervivencia baja al 72%; y si es detectado fuera de un control periódico, baja aún más: al 22%, advirtió.

Sin embargo, es relativamente bajo el número de mujeres que acude a sus controles sistemáticamente, a pesar de que están disponibles en el ámbito de la salud pública. Es más: aún las hay que nunca se hicieron una mamografía.

Otro dato importante: también las adultas mayores necesitan la mamografía. “Hay que seguir controlando en la tercera edad si hay una expectativa razonable de cinco años más de vida”, resaltó Nadal.

Síntomas

Si no se detectó bien temprano el cáncer, sigue habiendo cosas para hacer. “El síntoma mamario más importante es el nódulo palpable. La presencia o no de dolor es irrelevante para el diagnóstico. Entonces, toda mujer que llegue a la consulta con nódulo mamario, sea doloroso o no, debe ser derivada a un especialista en patología mamaria”, resaltó Viniegra.

“Otros síntomas relacionados con este cáncer son cambios en la piel de la mama o en el pezón, tales como retracción o secreción; y de forma y agrandamiento de la mama o de los ganglios axilares”, agregó.

“En todos estos casos la persona debe ser derivada para ser atendida dentro de los 15 días del momento de la consulta. De esta forma estamos garantizando que reciba el cuidado adecuado, lo que permite reducir el riesgo de mortalidad”, finalizó la especialista.

Controles y cuestiones hereditarias

Los especialistas recomiendan una consulta anual y control con un mastólogo o ginecólogo; una mamografía de base a los 35 años, y luego control anual a partir de los 40 años. En caso de que haya antecedentes familiares, empezar 10 años antes de la edad que tenía el familiar más cercano cuando fue diagnosticado con cáncer de mama.

Hay que pensar en cuestiones hereditarias cuando hay antecedentes de cáncer de mama a edad temprana (menos de 50 años), cáncer de mama bilateral, antecedentes de múltiples familiares con cáncer de mama o de ovarios y antecedentes de cáncer de mama en varones. Si los antecedentes personales o familiares pueden hacer sospechar la presencia de mutaciones de los genes BRCA, se recomienda buscar asesoramiento genético oncológico.