En el mes de la devaluación brusca, el salario perdió por goleada frente a la inflación y frenó la incipiente recuperación del poder adquisitivo del ingreso por efecto de las paritarias. De acuerdo con los datos informados hoy por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), en agoto, los salarios subieron un 7,6% en promedio, muy lejos del 12,4% de expansión que ha registrado en ese mes el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Los datos oficiales marcan que en los primeros ocho meses del año, las remuneraciones acumularon un avance de 75,9% y de 121,8% en el último año.

El comportamiento de la mejora del salario ha sido dispar en agosto. Así, por caso, hubo subas de 8,3% en el sector privado registrado, 6% en el sector público y 8,5% en el sector informal. En términos interanuales, el Índice de salarios mostró una suba de 121,8%, como consecuencia de los incrementos de 121,1% en el sector privado registrado, 137,7% en el sector público y 95,1% en el sector privado no registrado.

El mercado ya prevé una devaluación en diciembre

Mientras, en los ocho primeros meses del corriente año, el Índice de salarios acumuló un incremento de 75,9%, debido a subas de 76,8% en el sector privado registrado, 80,4% en el sector público y 63,8% en el sector privado no registrado.

Según un informe elaborado por la Fundación Libertad y Progreso en base a estadísticas oficiales y estimaciones de la Universidad Torcuato Di Tella, el poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores más vulnerables, los no registrados, cayó un 13,1% desde agosto de 2022, fecha de asunción al frente del Ministerio de Economía de Sergio Massa, contribuyendo a una suba sostenida de la pobreza.

Tomando como referencia los datos del Indec, en comparación con diciembre de 2019, el poder adquisitivo de los salarios cayó en todos los rubros salvo para el sector público (cuyo poder de compra subió 0,3%). Sin embargo, es especialmente preocupante la evolución de los privados no registrados, cuyo poder de compra bajó 26,6%. Por otro lado, también en base a estadísticas oficiales, al segundo trimestre del año, existe 3,6 millones de trabajadores asalariados sin descuento jubilatorio (36,8% del total). A los que se suman unos 3,4 millones de no asalariados; entre ellos unos 2 millones de monotributistas y más de 610.000 inscriptos al monotributo social.

La contracara de este proceso ha sido un persistente aumento de la pobreza en Argentina. Los datos oficiales del organismo que encabeza el economista Marco Lavagna muestran que en el semestre julio-diciembre de 2019 la pobreza alcanzaba al 35,5% de las personas. Mientras que en el semestre enero-junio de 2023 esa tasa aumentó hasta el 40,1%, es decir, un incremento de 4,6 puntos porcentuales. Esto significó que la cantidad de personas bajo la línea de la pobreza aumentó de 9,9 millones a 11,8 millones en el período mencionado.

Desde la última publicación de información oficial, la evolución de la economía fue desfavorable; la tasa de inflación se aceleró del 115% al 138% anual, y del 6,0% al 12,7% mensual. El resultado es que desde junio más argentinos han quedado bajo la línea de la pobreza. Según las estimaciones publicadas por la Universidad Torcuato Di Tella, la tasa de pobreza se habría ubicado en 42% en septiembre pasado. Lo que representa una suba de 1,9 puntos porcentuales desde el último dato dado a conocer por el Indec.

Lautaro Moschet, economista de la Fundación Libertad y Progreso advierte sobre un mayor riesgo de empobrecimiento de la sociedad. “La inflación carcome a los salarios, y afecta con mayor agresividad al sector informal. Por lo tanto, se combinan ambas problemáticas: la falta de una moneda estable, que mantenga el poder adquisitivo de la gente, y por otro lado la falta de empleo formal producto de la presión tributaria hacia el sector privado. El resultado de esto es que cada vez más gente cae bajo la línea de pobreza y es más difícil salir de esa situación”, fundamenta.

Por su parte, el economista Emilio Prado, dice que la informalidad trae consigo salarios cada vez más bajos y una pobreza creciente. “Los datos preocupan porque en el primer semestre del año, 300.000 personas más quedaron por debajo de la línea de pobreza y más del doble (640.000) en situación de indigencia, es decir, que no llegan a adquirir la canasta básica de alimentos”, explica. Prado puntualiza que esta situación puede profundizarse cuando vemos el creciente ritmo de emisión de pesos actual (suba del 70% interanual) y la distorsión de precios que amenaza con un futuro ajuste que eleve la aceleración de los precios y deteriore aún más los salarios de los argentinos.

En tanto, Eugenio Marí, también economista de Libertad y Progreso, sostiene que el modelo económico que contiene más emisión monetaria y una inflación anual de tres dígitos no es el mejor de los mundos para alentar la generación de empleo genuino. A su criterio, el cambio debería arrancar con un programa de reformas profundas, podrá mejorar las expectativas y recuperar la credibilidad y, así, la Argentina podría entrar al segundo semestre de 2024 creciendo con bases más fuertes. “La continuación de lo que está vigente hoy, el cepo, los controles de precios, las regulaciones inútiles, el manejo discrecional de las jubilaciones y la asistencia social, las empresas públicas deficitarias, el Banco Central financiando al gobierno, todo eso tiene que cambiar”, indica Marí.